No Voy A Perderla

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Gilbert
La sala empieza a llenarse al cabo de los minutos, a tal límite, de tener que abrir la gran terraza del primer piso, liberando cada parte de mi piel al sentir la suave brisa abrazar mi cuerpo. Las parejas empiezan a separarse en grupos pequeños donde solo hay un mismo género. A la derecha, las mujeres, divididas en dos grupos, las hijas, las y las madres, ambos grupos visten con pomposos vestidos y caras joyas que presumían entre ellas como tema de conversación. A la izquierda, los hombres, su convinacion de olores era realmente espeluznante, demasiado wishky, demasiados puros. Era realmente asqueroso. Como único tema de conversación era el trabajo, es decir, la rivelidad entre puestos financieros. Todos pertenecían a diferentes poderosos puestos en el mundo de los negocios. Por ejemplo, Sam Syln Shertilon, un hombre alto, como mínimo un metro ochenta, moreno de piel, y con un gran bigote. Es el fundador financiero de miles de fábricas de armas militares. En París se le considera un gran Salvador, por el tan solo hecho de ser uno de los fundadores más valorados en el mundo de las armas. En la chaqueta de si traje inglés resaltan las miles de medallas de oro que ha ganado a partir de su larga carrera. Ese gesto, en París, se considera una provocación hacia los otros de la misma profesión. Por eso mismo, Sam y el duque Deltron, hombre de unos treinta, pálido, rubio, y de ojos azules, dueño de las fábricas Deltron's donde se fabrica armas específicas para el uso militar o policial, discutían cilivizadamente, mientras yo buscaba con la mirada a una melena Pelirroja entre ese grupo de jóvenes mujeres que reían y hablaban mientras nos miraban a mi y a Jerry. El francés no les prestaba atención, tan solo buscaba a su mujer, mientras se tomaba de un trago el ron que había en su vaso. Los dos estábamos en el grupo de los hombres, claro está, en una de las mesas, uno enfrente del otro y con una copa de ron en nuestras narices. Nuestra conversación eran preguntas cortas y simples, tan solo nos mirábamos de vez en cuando, nos llenabamos las copas, y luego volvíamos a mirar a nuestro alrededor buscando a nuestras mujeres, es decir, que el buscaba a su mujer, yo a mi falsa mujer. Pero al darnos por venzidos, evolviamos a rellenar nuestras copas, y esperar un poco más, escuchando como el duque contratacaba a Sam.
Revisé la sala con mi mirada, cada punto, incluso el jardín, pero Anna no se dejaba ver. Bufé con cansancio y desespero, odio estos acontecimientos, y odio que Anna no esté aquí. Me volví a girar hacia delante, y me tomé el trago de un tirón, sin pensarlo. El ardor calentó mi garganta enseguida. Hacía años que no bebía, no lo he echado de menos, pero esto era incómodo, y tan solo tenía esa botella como desahogo. Relleno el vaso enseguida, hasta el borde. Y le tiendo la botella a Jerry, quien me arrebata la botella al segundo, rellenando el vaso.
- Odio tener que hacer esto para que acepten a mi hija. - dice él, bebiendo el trago de una sola estacada, cerrando los ojos al notar el ardor. - Es absurdo.
- No te lo voy a negar. - respondo, volviendo a mirar hacia las jovenes, guiñando un ojo. Dejando a todas con las mejillas tan rojas como el pelo de mi amada.
Joder, deja de pensar en ella, Gilbert.
- Es que no puedes negarlo, Gilbert. Esto es algo que no tiene sentido. - dice Jerry, girandose para ver lo que nos rodea. - Estas personas nunca estarán en la vida de mi hija. No es porque ellas no quieran, es porque Diana y yo no los queremos. - Sus ojos marrones vuelven a los míos demostrandome que lo dice realmente es cierto. - Son personas encerradas en una mente antigua. Una mente machista y con poca libertad de expresión. No quiero eso para Hazel. Ella debe tener libertad. No estar destinada a casarse con alguien a quien no ama.
- Hazel será una mujer libre.
- Lo será. Me la llevaré a Avonlea en la cuánto Diana se recuperé.
- ¿ Te vas a ir? - dije con pánico, a la hora de pensar en las consequencias de su ida. En cocnclusion. Anna.
¿ Anna se irá con ellos? ¿Se acabó lo que ni siquiera empezó? ¿La volveré a perder?
- Lo antes posible nos iremos. A Diana nunca le gusto Francia, y yo necesito hacerla feliz. Al fin y al cabo ella es mi familia.
- ¿ Anna se marchará con vosotros? - mi voz era un susurró, Jerry me miraba con una media sonrisa.
- Puede que se marché. - la sonrisa se ensancha al ver mi cara de decepción en la cara. - Odia este lugar.
- Yo puedo hacer que lo amé - mi mente habla en voz alta, dejando una sorpresa en Jerry, y y en mismo. Intenté hablar, pero Jerry fue quien me dijo que me callara con tan solo un gesto con el dedo.
- Pues hazlo. - relleno su copa, y después la mía - Haz que Anna amé esté lugar, que amé vivir. - Cogió la copa y la alzó hacia arriba, iniciando una especie de juramento. Hice lo mismo, alcé mi copa, a la misma altura que la de Jerry. - Haz que Anna vuelva. - Chocaca nuestras copas, dejando caer un poco de su contenido sobre la mesa de roble. - Tienes un mes, Blythe. - Y con eso, bebió, y se fue a saludar a su esposa, con un beso. Mientras que Anna y yo nos encontremos con la mirada. Dándome la motivación para hacerlo.
Haré que Anna se quede conmigo.
La volveré a enamorar.
A enamoarala de ese chico de la boina que tanto le gustaba.












Mis amores.
Aquí tenéis un nuevo capítulo.
Espero que os guste.
Dedicado hacia ItsCute_AbM una gran escritora, con grandes escritos que os harán llorar, reír, y creer que el amor puede ser verdad.
Te quiero,
Os quiero
Alma

¿Blythe?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora