Nuestro capítulo final

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Anna
El frío de este lugar me hace aferrarme más a esta maleta de cuero, mi brazo duele de tanto peso, las flores sobre salen de ella como el confeti en año nuevo.
La soledad es mi mejor amiga, no es incomoda, es lo que realmente necesito. Necesitaba este momento, venir aquí, escuchar el mar que se asoma por los bordes del lugar, sentir mi propio aliento, pisar este césped con mis pies descalzos, sentir la libertad de mi pelo al cruzarse con el aire. Necesitaba no sentir nada.
Todo se vuelve tenso pero a su vez relajado, me siento segura, pero a la misma vez, insegura.
Mi pulso se me empieza a acelerar al ver ese lugar tan irreal. Todo él lo aparenta.

El cielo es una trancision del color violeta, una trancisión en la cual me represento. Todo pasa desde el maravilloso blanco, la inocencia, hasta el triste negro, el vació. Un vació que cada vez se hace más oscuro, más peligroso, y menos inocente. No notó como el tacto del barro se va colando entre mis dedos en las plantas de mis pies. No notó como el lazo que ataba mi pelo desaparece. Pero si que lo notó a él, sé que esta cerca, y ese sentimiento es agridulce. Desde hace tres años, todo lo que tiene que ver con él lo es. Cada sentimiento, aunque este sea el más feliz.

Mis ojos lo buscan en todas las direcciones posibles, izquierda, derecha, arriba, abajo, Norte, Sur... Pero no está. Mis manos aprietan mas el asa de la maleta con miedo,mientras mi cabeza gira y gira por ambos lados intentando encontrarlo. Un intento totalmente fallido porque no aparece en mi campo de visión. La preocupación crece en mí, y mis sentimientos se entrelazan entre sí, causando pensamientos totalmente contradictorios, con el fin de encontrar una calma perfecta. Todo de mí se siente alocado, extraño, incluso mutante. Las mangas abullonadas de este vestido azul me da un calor que mi cuerpo no siente,ni siquiera nota el tejido del vestido. Tan sólo lo siento a él. Su calor me reconforta. Su olor me alumbra. Y el ritmo de su corazón me mantiene cuerda.
Mis pies siguen caminando por un lugar que no presto atención por la inquietud de verlo, porque se que esta cerca, mi cuerpo sigue teniendo esa alarma después de diez años. Años que han sido vasos vacíos sobre una mesa llena de nuestros recuerdos. Unos años que no volvería a vivir con el peso de su muerte. Unos años donde se me ha olvidado el sonido de su voz, incluso algunos lunares de su cuerpo. Unos años donde toda su ropa ha perdido su olor. Unos años donde su tacto no estaba sobre mi cuerpo. Unos años donde se me ha olvidado como sus labios besaban. Unos años donde nuestra historia se evapora, dejando pocas partículas, pocas fotos para todo lo que vivimos. Unos años pensando en como podía haber salvado su vida. Sé que todo fue por ese puto tumor cerebral, ese cáncer que nos jodió el mejor capítulo de nuestra novela, pero sigo pensando que todo podía haber tenido una mejor solución que su muerte, alguna cura, por muy alocada que fuera, pero él decidió morir. Murió el día de nuestro aniversario, mientras dormíamos, yo lo supe, lo besé mientras se iba, me regalo su ultimo suspiro, tal como prometió el día de nuestra boda. Me regalo todo lo que él me prometió en tantos años. Pero yo no pude darle el ultimo te quiero, como yo le prometí.

Mis ojos siguen inquietos, dando curvas sobre la misma circunferencia, al contrario que mis andares que son seguidos en una meticulosa línea recta, tan recta que no me doy cuenta del charco de barro que tengo delante y caigo de bruces contra él, dándome un gran golpe en la rodilla. Mi boca pronuncia el dolor de esta con un gruñido. La parte baja de mi vestido es un festival de barro, mientras que en la parte delantera solo hay un par de salpicaduras. Intento mover las piernas, pero el dolor de la rodilla me mata, pero mi tozudez sigue adelante, consiguiendo levantarme, pero la rodilla se dobla de un crujido, preparando a mi cuerpo la caída, una que nunca llega, ya que unos brazos me abrazan evitando la caída. Mi mente no reaccionó, tan solo me levanté, cogí una rama de un árbol que había en el suelo, y golpeé a ese ser con todas mis fuerzas. El ser no soltaba ningún sonido de dolor, nada, al contrario se reía, se reía con ganas, y eso me enfureció, dejé el palo en el suelo y comencé a darle puñetazos, y en ese momento sus risas cesaron en seco, y entró en acción. Levantó su torso del barro y cogió mis muñecas con tan solo una mano y me arrastro con él al barro. Habían cambiado los papeles, ahora era yo la que estaba abajo, mientras el ser me sostenía las muñecas por encima de la cabeza, y me rodeaba ambos lados de mi cintura con sus rodillas.

- Veo que sigues siendo igual de guerrera, pelirroja.

Su voz me paralizó, sentir esa suave melodía me hizo cerrar los ojos por un momento, para apreciar cada nota, cada vocal, y como pronunciaba de más ese "Pelirroja". Soltó mis manos al ver como mi piel tiritaba, toda yo temblaba, incluso mi organismo. Pellizcándome ambos brazos, abrí los ojos, demostrándome que no era un sueño, y si lo era podía decir que mi imaginación iba mejorando por los años. Gilbert estaba ahí, mirándome con esos ojos esmeraldas, con los rizos totalmente despeinados, con una sonrisa de punta a punta, y una luz cegadora justo detrás. Estaba reluciente con ese traje blanco.Seguía igual que en esas fotos que tanto decoraban la mesa de mi comedor, esas que se esparcían por el suelo de la que fue nuestra casa. Ya no había rastro de sus ojeras negras que rodeaban sus ojos durante sus últimos días de vida, ya no había rastro de su palidez, ni de sus labios secos. Era el chico de las fotos. Era el chico de la boina.
Su sonrisa no se borró al ver como lo detallaba, ni siquiera cuando algunas lagrimas empezaron a salir. No se aparto cuando me acerque a él. Seguía de rodillas, sacándome una cabeza, mientras yo estaba sentada como una india, sin dejar de soltar lagrimas, sin poder dejar de mirarle, pero incapaz de tocarle como deseaba hacerlo. Deseaba besarle, acariciar su piel, pero el dolor de solo ser una imaginación me para. El dolor de la experiencia me ata a la pared de la inseguridad.

- Eres real. - no soy consciente de lo que dijo, tan solo dejo que mis pensamientos manejen mi boca a su antojo, tan solo quiero salir de este circulo de dolor. - No puedes serlo.

- Anna. - su voz suena precavida, se intenta controlar, lo notó. - Soy real.

- Lo eres.

- Lo soy.

- Estoy -me duele decirlo- Muerta, Gilbert.

- Lo sé. - se pasa la lengua entre los labios.

- Tengo miedo. - él no quitó su sonrisa al notar como toda yo temía por primera vez delante de él. Habíamos cambiado los papeles. Yo era la cobarde. Él era el valiente.

- No temas, no voy a dejarte, Anna. Cruzaremos juntos hacía el otro lado.

- ¿Duele?

- No, si lo haces con la persona a la que amas.
Las olas del mar era el mensajero del silencio, de nuestro silencio.
- ¿Has esperado mucho?

- Te dije que te esperaría el tiempo que hiciera falta, mi pelirroja. - se acerca más a mi mientras arrastra las dos ultimas palabras. - No sabes. - con sus manos acaricia mis mejillas, sintiendo de nuevo el calor. - Lo que he echado en falta poder volver a llamarte así.

- Y tú no sabes cómo lo he echado en falta, Gilbert. - su nariz acaricia la mía, cerrándome los ojos.

Sus labios se acercan peligrosamente a los míos. - Te quiero, mi pelirroja.

- Te quiero, Blythe. - susurré entrelazando nuestros dedos, dejándonos ir hacía la luz para poder escribir los capítulos que una vez nos borraron.

FIN

Dedicado a cada compañero de lectura.

Dedicado a cada alma gemela

Dedicado a cada uno de ustedes.

Os quiero.

Gracias por tanto. Os quiero demasiado. Gracias por creer en mi, y crecer conmigo.Gracias por esperar, y enseñarme mis errores.Gracias por tanto amor y cariño.Gracias por enseñarme un nuevo significado del amor.Gracias por darme un nuevo hogar. Una nueva paz.Gracias por estos 74 capítulos llenos de cada palabra y sentimiento vuestro. Sois maravillosos.Sois dioses del amor.Os amaré siempre.

¿Blythe?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora