III

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Realidad.


Leah miraba su celular con preocupación, cosa que Madara notó enseguida. Rápidamente este se levantó para dirigirse hasta ella, tomando su hombro con delicadeza, mirando lo que la pantalla decía.

―¿Tobirama? ―La expresión de Madara era ilegible, confusión y sorpresa, un poco de molestia quizás lo mas acertado a lo que parecía ser.

La de mirada azulada se limitó a contestar, una vez había asimilado las cosas, lo borracha básicamente desapareció, le había dado un golpe de realidad de tan sólo leer aquel nombre.

―¿Hola?

―¡Leah! Al fin ¿Estás bien?

―Eh... si. ―Su voz se escuchaba un poco temblorosa, así se sentía.

―¿Si encontraste hotel? Tu madre está muy preocupada y claro que yo también, ya es muy tarde. ―En la voz de Tobirama era perceptible la preocupación.

Madara se había limitado a escuchar lo poco que podía aquella conversación, para él ya era muy extraño que aquel hombre le marcase a la chica a tan tarde hora y sólo lograba pensar lo peor. Leah le dirigió una mirada de desaprobación al notar como no se alejaba de ella para darle privacidad en su llamada y él estaba muy ocupado imaginando muchos escenarios diferentes donde ella le decía lo que no quería escuchar.

―Si, no te preocupes, estoy bien, pero llegué demasiado cansada, perdóname.

En la mente de Leah estaba la opción de decir la verdad, que se había encontrado a su ex novio de hace muchísimos años en el hotel donde pensaba quedarse, tomando la terrible decisión de aceptar comer con él y terminar en su habitación tan ebria e incapaz de caminar por si misma, sin evitar así un momento incómodo seguido de una larga discusión que seguramente no la dejaría dormir ni a ella ni a su pareja. La otra opción era más sencilla, decir una no tan blanca mentira, asegurarse de que su novio no se preocupe demás de por ella y finalmente buscar un verdadero lugar donde quedarse, quitándose toda la culpa de encima. Fácil ¿No? Pensó Leah.

―¡Perdóname tu a mi! ¿Te desperté? Tu voz suena extraña, lo siento tanto...

―No te preocupes, amor.

El muy vulnerable corazón de Madara se apretó en cuanto escuchó las palabras de la chica, si, era el peor de los escenarios que había imaginado. Su semblante había cambiado completamente, cosa que Leah había notado de reojo, aprovechó aquel momento para alejarse de él y continuar la llamada.

...

Madara se encontraba sentado en el sofá, mirando el infinito paisaje que se mostraba en el enorme ventanal de su suite, ahora con una botella de agua fría en la mano, el alcohol había salido de su sistema en tan sólo un momento. Se sentía rabioso. Tantos años habían pasado, en ninguno de ellos dejé de pensar en que momento podría regresar para verla nuevamente, retomar mi vida desde donde la dejé. Los pensamientos de Madara eran extensos, hace ya 20 minutos Leah había desaparecido a través de la habitación, aún estaba en llamada, aunque, ya no podía escuchar los murmullos. El sonido de los pasos de la chica, llamaron su atención, haciéndolo mirar sobre el respaldo del sofá. Leah se miraba nerviosa, sin saber por cual lado podría tomar aquella situación.

―Debo irme.

No falto decir mucho más, para que Leah simplemente tomase su equipaje de la forma mas rápida que podía. Madara al notar esto, rápidamente se levantó, llegando hasta la chica.

―No tienes que irte, mucho menos en esa condición, puedes dormir en la habitación, yo me quedaré aquí.

―Ya es muy malo que este aquí contigo, no quiero empeorar las cosas.

―¿Por qué tendría que ser malo?

―¡¿Puedes tan sólo ver las cosas como son?! Tu mismo viste lo que pasa, ¿por qué me preguntas eso?

Leah necesitaba que Madara se diera cuenta de la magnitud de las cosas, que en su vida ahora la prioridad no era él, sino Tobirama y lo mucho que esto afectaría a su relación si se sabe lo que ocurre. Por otro lado, Madara la miraba confuso, él comprendía bien lo que ocurría, pero aceptarlo no era una opción.

―Tan sólo... quédate, por favor. ―Su mirada era tranquila con un toque de tristeza sin intención.― Ni siquiera tenemos que hablar de eso.

Un sin fin de palabras hirientes llegaban a la mente de Leah, ella conocía sus límites, incapaz de llegar a ellos en ningún momento, tenía tanto que decirle ya que lo tenía de frente, pero sus sentimientos se negaban a salir. En un intento de llevar las cosas en paz, le otorgó a Madara una pequeña sonrisa, no quería conflictos, y viendo la hora que era, no podía darse el lujo de irse.

―Claro. ―Aceptó, soltando su equipaje ligero, tomando distancia de él.

―Eh... la habitación es tuya, yo me quedaré aquí.

―Eso no será necesario...

―Insisto, por favor.

Leah asintió, tomando una de sus maletas para empezar a buscar ropa con la cual dormir cómoda. Madara sin pensarlo dos veces, tomó el resto, dejando todo dentro de la habitación.

―Gracias.

―No te preocupes. ―Dispuesto a salir de la habitación, Madara se giró.

―Espera. ―Con la garganta seca, Leah apenas pudo hablarle, este la miró sin pensarlo mucho.

―¿Si? ―Madara se encontraba de pie en un abismo de esperanza, dispuesto a lanzarse en la mínima señal de aprobación por parte de Leah.

―Yo sé, que no tenemos nada que hablar en cuanto a nuestra vida personal... ―Pausó, acercándose hasta el hombre de larga melena, el abismo estaba desaparenciendo.― Pero ¿Sinceramente? Creo que yo también lo necesito.― Leah dejó su celular sobre la cama, dispuesta a no usarlo en lo que restaba de la noche.― ¿Podemos hablarlo?

Madara la observó por corto tiempo, intentando asimilar las palabras de la chica, asintió en un intento de disimular su curiosidad, la cual salía de él con tan sólo pensar en el que ahora aparentaba ser la pareja de Leah.

―¿Estás segura de esto?

―Claro, yo también quiero preguntarte muchas cosas.

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Thx.

Némesis | Madara Uchiha | Tobirama Senju |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora