I

1.1K 84 79
                                    

Un vuelo perdido.


La vista través de las ventanas del aeropuerto era bella, el ver tanto movimiento observando como los aviones llegaban y se iban, el día se mira precioso, radiante y sin nubes, parecía ser perfecto. Leah sonrió internamente sintiendo la paz que aquel momento le otorgaba, nada podía arruinar aquello. Entonces, el sonido del altavoz resonó por todo el lugar, llamando la atención de cada persona dentro de la sala de espera.

Buenas tardes, El Aeropuerto John F. Kennedy les da la bienvenida y con el siguiente aviso; todos los vuelos para el resto del día con destino a Japón, han sido cancelados debido al mal estado del clima, para más información, acuda con el personal del Aeropuerto.

―Mierda... ―Con descontento, Leah, mujer de corto cabello tan negro como la noche y afilada mirada dorada, se encontraba en ese momento sentada en una de las incomodas sillas del aeropuerto rodeada por 2 maletas y una bolsa de equipaje.

Esta se levanto de su sitio, buscando ayuda como la voz del aeropuerto había recomendado, sólo para encontrarse con un tumulto de gente en la zona de compra buscando una respuesta de su siguiente vuelo disponible, todos llenos de incertidumbre y enojo. Ni siquiera es su culpa. Pensó Leah, tomando su celular al tiempo. Seguido, su celular sonó 3 veces hasta escuchar una voz masculina.

―¿Leah?

―Hola, amor... ―Saludó con tristeza, regresando nuevamente a su asiento.

―Hola, preciosa ¿Todo bien? Te escucho triste.

―Creo que llegaré más tarde de lo previsto, según esto el clima es terrible en Japón. ―Dijo, mirando nuevamente el hermoso y despejado cielo de NY.

―Eso creí, en realidad no ha parado de llover en 3 días, pero no quería pensar lo peor, he estado esperando tanto tiempo... ―El cambio de voz era notorio, apagada.

―Hemos. ―Corrigió Leah, jugando con su ahora inútil boleto de avión.

―Cierto... ―Respondió. ―Pero, ya han sido 5 años ¿No? ¿Qué son 2 o 3 días más?

―Una eternidad. ―dijo con una pequeña sonrisa corta.

Había sido tanto el tiempo que había pasado fuera, años en realidad, que la sola idea de regresar a su país natal la consumían por completo, ver a seres queridos, amigos y pareja, tan cerca la oportunidad de reunirse con ellos la hacía feliz, pero aun existía ese sentimiento de inestabilidad e incomodidad, no sabía que deparaba su vida después de regresar.

―Ya estás muy cerca, no debemos deprimirnos a tan poco tiempo de vernos, ¿Está bien? ―Dijo, con una voz suave, él lograba tranquilizarla.― Ahora deberías buscar donde pasar la noche, esto no tiene pinta de mejorar para hoy, linda.

―Ya... Lo mismo pensaba, creo que saldré a buscar algo, así que debo irme. ―habló, mirando aun a la multitud de gente que continuaba quejándose con los trabajadores de la zona de ventas.― Te amo.

―Yo te amo más, espero tu llamada cuando estés en el hotel, no lo olvides.

―No lo olvido. ―Repitió con una sonrisa.― Adiós, amor.

―Adiós, preciosa.

En seguida cortó la llamada, tomando un momento para apreciar el fondo de su celular, la sonrisa de su novio conseguía ayudarla en cada momento. No podría extrañarlo más. Pensó, guardando finalmente su celular para disponerse a tomar las maletas y salir en camino a buscar un hotel cercano.

...

El hotel se veía vacío, aparentemente la gente se había quedado aun más tiempo a quejarse con los trabajadores, aunque igualmente le tomó una hora saber sobre lo que sucedería con su vuelo, finalmente había llegado al lugar donde esperaba quedarse máximo 2 días, con un poco de suerte sólo tendría que ser uno. Tomó camino hacía la recepción, cruzando los dedos mentalmente a que hubiese habitación, aunque era más que obvio que muchas veces cerca de un aeropuerto es más que complicado encontrar algo disponible.

―Buenas tardes. ―Saludó la de cabello negro, llegando con la recepcionista de sonrisa amplia.― ¿Aún tienen espacios disponibles?

―¡Buenas tardes! Bienvenida a Grand Hotel ―Dijo la entusiasta recepcionista frente a mi―. Aunque lamento informarle que no tenemos habitaciones disponibles hasta el día de mañana después de las 12 del día. ―Explicó la chica mirando la pantalla de la computadora.― ¿Gusta reservar para mañana? ―Preguntó mientras observaba la pantalla de su computadora.

Desilusionada, negó con la cabeza, tomando nuevamente su maleta, pero el sonido de su estomago logró llamar su atención, haciéndola suspirar de cansancio.

―Supongo que puedo comer aquí.

...

A diferencia de las habitaciones, el restaurante se encontraba vació con un máximo de 2 parejas y otro joven solitario en su celular. Leah tomó asiento en una de las mesas para parejas que se encontraba frente a un gran ventanal adornado con flores claramente falsas. Dio una mirada rápida a su celular el cual no contenía ni un mensaje, ni siquiera su compañía telefónica se había interesado en ella hasta el momento, cosa que cambió en cuestión de segundos. Un mensaje se encontraba en su bandeja de entrada, número desconocido.

―Hola.

Un mensaje bastante corto el cual no le explicaba nada, pero, ella se encontraba aburrida.

―Quién eres?

―Te ves preciosa.

Asustada, miró a su alrededor dejando su celular en la mesa, donde seguían las 2 parejas y el chico quien por lo que se veía, solamente se encontraba escuchando música. Nuevamente tomó su celular.

―No te asustes.

Entonces, unas manos rodearon los ojos de Leah, tapando estos.

―¡Suélteme! ―Con un brusco movimiento, se zafó de aquel agarre, levantándose del asiento, encarando a su acosador.

―Hola, Leah.

El rostro de la chica se encontraba aun más blanco que de costumbre, sus piernas temblaron y sus nervios era perceptibles para todo aquel que la viese.

―¿Madara?

Un hombre de alta estatura, cabello negro y largo se encontraba frente a ella, mirando con una pequeña sonrisa al ahora rojo rostro de nuestra protagonista. Sus piernas ya no temblaban, sólo existía el calor del desierto en sus mejillas.

―Han pasado tantos años, casi no te reconozco... Creí que soñaba cuando te vi, en serio te ves preciosa. ―Dijo el hombre de lentes y aspecto casual frente a ella.

―Gracias... ―Murmuró Leah, hecha un manojo de nervios, intentando no mirar aquellos intimidantes ojos.

―¿Quieres un café? Te lo invito, no negaré que me emociona verte. ―Madara llegó al asiento sobrante y se sentó, esperando a que la chica hiciese lo mismo.

―¿8 años?

―Me parece que así es, en abril los cumplimos.

¿Cumplir? No es una fiesta, maldita sea. Pensó Leah, en un intento disimulado de enojo y extraña emoción a la vez.

―Es increíble para mi encontrarte en un lugar como este. ―Habló, interrumpiendo sus muy molestos pensamientos.

A diferencia de ella, Madara se miraba tranquilo y de alguna manera más feliz de lo que Leah recordaba que él fuera, tan tranquilo. Mientras tanto, ella pasó su etapa de nervios y sorpresa a una con más estabilidad y cierta alegría de tenerlo sentado frente suyo. Leah rio tímidamente, asintiendo con la cabeza.

―Quizás eras a la ultima persona que pensaba encontrar aquí, ni siquiera en Japón.―Dijo la de ojos azules, ahora mirando directamente al hombre de largo cabello. Ahora un corto silencio se situó entre ellos.

―Regreso a vivir a Japón, Leah...

Sin quererlo y con poco control de sus acciones, Leah frunció el ceño de forma notoria.

Que hijo de perra. Pensó.

---------------------

Me da más paz mental esta versión.

Némesis | Madara Uchiha | Tobirama Senju |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora