Apenas había cumplido los diecisiete años cuando decidió inmortalizarse. Se dirigía a su casa a paso lento y cansino luego de una larga jornada de matemáticas, biología, química, física, historia y gimnasia. Desde la Reunificación del Mundo, el ir a la escuela y regresar a casa a pie se había convertido en una odisea peor a la que era cuando había energía eléctrica. Ya no podía contar con los autobuses, taxis motorizados o el automóvil familiar; las carrozas eran solo para la gente acomodada y los corruptos cocheros de carretas hechas en casa cobraban mucho por un pésimo servicio. Incluso había rumores que decían que hacían saltar al cliente de turno del vehículo en movimiento apenas divisaban su destino.
Un breve destello interrumpió su caminata y le hizo mirar hacia arriba. Para su sorpresa, había un muy valorado ídolo hecho de talco dentro de una brillante burbuja que descendía muy lentamente. La pequeña figurita de piedra era apenas más grande que un trebejo de ajedrez y representaba a una especie de cánido sentado sobre sus patas traseras y con enormes alas de pájaro en su espalda. El joven estiró el brazo y tomó la estatuilla con rápida brusquedad, reventando la burbuja resplandeciente en el proceso.
Apenas tocó el ídolo, una potente descarga sacudió su cerebro y casi le hizo perder el conocimiento. Cuando se recuperó de la conmoción, se dio cuenta de que ya no estaba en su ciudad natal, sino en un espacio completamente negro. Si ese lugar no era un abismo infinito, una frontera entre la vida y la muerte o el punto de intersección entre el plano físico y el astral, entonces no sabía qué Demonios podía ser.
Miró su nuevo ídolo, la única fuente de luz en ese lugar. En la cara curva del pedestal había una palabra escrita con letras con relieve que nunca antes había escuchado o leído:
Simargl
Lo primero que pensó apenas leyó ese nombre fue: ¡Qué asco! Tampoco le gustaron mucho los apelativos alternativos que fueron almacenados en su cabeza al momento de tocar el ídolo. Para su sorpresa, la ele con relieve al final del nombre se hundió hasta fundirse con la cara curva del pedestal. Ahora en la estatuilla solo decía <<Simarg>>, algo un poquito más fácil de pronunciar para él. Entre esto y las demás opciones...
—¿ACEPTAS EL PODER? —preguntó una poderosa voz doble y casi metálica. El tono en el que resonaba en la cabeza de Mitya era más que suficiente para hacerle temblar; pero no de miedo, sino porque su frecuencia hacía vibrar su columna de arriba hacia abajo del modo en que lo haría el escalofrió producido por la caminata de una araña.
Mitya asintió.
—PROCEDE A ASIMILARLO.
Siguiendo las instrucciones recientemente almacenadas en su cabeza, el joven hundió el ídolo en su pecho sin sufrir el más mínimo daño. Una vez alojado en su cuerpo, sintió cómo sus sentidos se agudizaban hasta su máxima capacidad. No solo eso, también supo de alguna forma que sus facultades físicas como su fuerza, velocidad, resistencia y agilidad podrían seguir desarrollarse hasta niveles insospechados. Su inquietud y entusiasmo aumentaron de golpe. Tenía el deseo y la necesidad de superar sus límites, medir sus fuerzas contra otros de su clase y destronar a algún campeón en su propio juego lo más pronto posible. <<Impulso beligerante>>, podría llamarse.
Ante él aparecieron trece esferas tan grandes como una pelota de golf: doce de colores (rojo, azul, marrón, amarillo, verde, gris, morado, cían, naranja, blanco y negro), una incolora y transparente como el vidrio. Las trece formaban un círculo en medio del aire. Por obligación tenía que escoger una de las opciones de las que su espíritu disponía. Conforme acercaba la mano a una burbuja, escuchaba un susurro que detallaba la información del elemento enfocado.
Tomando en cuenta la información del espíritu al que ahora encarnaba, tomó la burbuja roja entre sus manos. Absorbió la esfera translúcida del mismo modo que al ídolo. Las otras doce burbujas reventaron en el acto.
Dos letreros etéreos aparecieron ante él. Uno decía <<CAMINO DE LA MAGIA>>, el otro <<CAMINO DE LA FUERZA>>. Estas dos opciones eran habituales en espíritus quedestacaban en ambas características. No puedo elegir los dos porque si no estaría muy <<roto>>, razonó. La idea de tener magia no le llamaba mucho la atención, así que tocó el cartel de <<CAMINO DE LA FUERZA>>, lo que lo haría físicamente más poderoso que la gran mayoría de los espíritus con dimensiones similares a las de su forma espiritual. Su cuerpo brilló por un momento.
Dos burbujas incoloras más y una equis carmesí aparecieron ante él. La burbuja izquierda contenía una empuñadura de cristal rojo y la derecha, dos. La equis era una opción de rechazo.
Sin pensarlo mucho, tomó la que tenía dos. Nueva información fue alojada en su cabeza. Segundos más tarde, dos sables curvos se materializaron en los extremos superiores de sus nuevas adquisiciones, mientras que en los inferiores aparecieron pequeños pomos. Esas espadas rojas eran traslúcidas como el orbe al que acababa de absorber momentos atrás, pero algo menos brillantes.
—Me gusta —dijo él, cortando el aire con ambas armas.
—A PARTIR DE ESTE MOMENTO, TU NOMBRE DE AVATAR SERÁ SIMARG. TU NOMBRE HUMANO SERÁ SOLO UNA MERA SOMBRA DE TU PASADO QUE TUS MÁS CERCANOS APENAS RECORDARÁN, Y QUE SOLO RECUPERARÁS UNA VEZ QUE MUERAS O RENUNCIES A TU PODER. ¿ESTÁ CLARO?
Mitya asintió.
—BIENVENIDO AL JUEGO..., Y BUENA SUERTE.
Otro destello. Todo se vino en negro después de eso. Le tomó un par de segundos darse cuenta de que estaba en medio de la vía pública con los ojos cerrados. Tenía sus empuñaduras en sus manos y sus sentidos seguían completamente desarrollados, por lo que concluyó que esa extraña experiencia sí fue real de alguna forma. Siguió su camino a casa.
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Simarg: Primer Libro de Las Guerras de Tabula
FantasyAl igual que una buena fracción de la humanidad, Mitya fue escogido por el Ser Absoluto como un avatar, el receptáculo viviente del poder de un espíritu sobrenatural. Dos años después de mudarse a la Ciudad de Axis, el alcalde lo envía en su primer...
