10-Apareció en el anillo de agua

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—Ustedes eligen —avisó Tay—: O nadamos, o volamos o inflamos la balsa.

—¿Es un chiste? —preguntó Bya.

—Hay métodos efectivos y tradicionales —replicó Tay.

—Me da flojera inflar la balsa —dijo Mitya—, nadar es un suplicio innecesario y sobrevolar de nuevo este lugar me parece un sacrilegio dadas las circunstancias.

—Escojamos el menor de los males, entonces —dijo Bya.

—A inflar la balsa se ha dicho —exclamó Tay.

Estuvieron un buen rato usando la bomba de aire manual para inflar la balsa, que debía estar midiendo unos cuatro metros de largo y dos de ancho. Lo peor era que era de esas que tenían asientos similares a los sillones, que también debían ser inflados. El dolor que sintieron el los músculos de los brazos no lo obtenían ni siquiera después de una larga sesión de lucha cuerpo a cuerpo en Pennhurst.

Los tres estaban parados delante del Río Murus, la corriente de agua más ancha y profunda ubicada en el centro de Tabula. El anillo de agua mantenía separada a la región de Ferus de todas las civilizaciones formadas antes de la Reunificación del Mundo. Aunque cabe aclarar que solo era <<anillo>> de nombre, ya que la figura era de todo menos circular. Desde arriba parecía el mapa de una pista de carreras de color azul. Algunos ríos desembocaban en él y otros emergían de él, aunque rara vez desembocaban en las costas de Tabula.

Los tres peregrinos ya lo habían atravesado en algún momento de sus vidas (Tay lo hizo desde la comodidad de un bote <<expropiado>> en la orilla de la civilización), pero ahora tenían un transporte de buena calidad para cruzarlo tranquilamente. Y considerando el grosor del río (que era visible desde el espacio con un poquito de esfuerzo), la placidez de sus aguas y la lentitud de la balsa, los tres podrían pasar horas, sino es que días antes de volver a pisar tierra firme.

—Bya y tú van a remar —le dijo Tay a Mitya, poniendo un pie en la balsa

—Por qué será que no me sorprende...

—No debería —dijo Tay—. Usualmente los escoltas enseñan y ayudan a sus protegidos a remar y dirigir la balsa, pero como ustedes son dos aventureros dispuestos a probar cosas nuevas...

La balsa era lo suficientemente grande como para dejar una zona destinada al equipaje y otra para los pasajeros. Con Mitya y Bya remando, Tay se acostaba sobre uno de los sillones delanteros y estiró las piernas. El cielo estaba nublado y no hacía mucho calor, así que podía disfrutar del viaje plácidamente. Hasta podría quedarse dormida.

—El ritmo de la aguas no varía mucho, ¿verdad? —preguntó Mitya.

—La mayor parte del tiempo —respondió Tay—. El clima tampoco es una molestia. Pero eso no significa que este lugar sea pacífico. Hay cocodrilos, pirañas y tiburones de río. También hay algunos bichos hematófagos.

—¿También hay delfines de río? —preguntó Mitya.

—Sí, y generalmente se acercan a la balsa cuando ven que hay humanos cerca —respondió Tay—. Estate atento.

Entusiasmado, Mitya dejó de remar por un momento y miró en todas direcciones.

—¡Mierda!

—¿Qué ocurre? —preguntó Bya.

Mitya señaló el extremo posterior de la balsa. Bya y Tay miraron y casi gritaron de horror. Tay se levantó del asiento inmediatamente y corrió hasta donde sus compañeros se encontraban.

Simarg: Primer Libro de Las Guerras de TabulaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora