11-Llegando a su destino

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El estado de Moscú era muy lamentable. Las otras ciudades que Mitya y compañía habían cruzado/sobrevolado desde que cruzaron el Río Murus se veían un poco descuidadas, pero eran unas obras de arte en comparación con la capital. La mayoría de los monumentos habían sido arrasados, y las casas más pequeñas y humildes estaban en mejor estado que los edificios más grandes de la ciudad. Parecía como si el lugar acabara de sufrir un bombardeo aéreo masivo estilo Segunda Guerra Mundial.

—Parece que llegamos un poco tarde —dijo Bya.

—Espero que Perún siga vivo—dijo Mitya—. Porque si no, todo este viaje habrá sido en vano.

—Mientras alguno de sus aliados siga con vida, el viaje habrá valido la pena —afirmó Tay—. Y si no, entonces intentaremos llegar directamente al gobierno de este país para hablarles de Axis y fortalecer su ejército con una alianza con nosotros.

—Me hubiera gustado recorrer un poco la ciudad —dijo Bya—, pero ya no queda mucho que visitar.

—Una lástima —dijo Mitya—. Yo quería visitar el Mausoleo de Lenin... para jurarle terminar lo que empezó.

—¿Por dónde empezamos a buscar? —preguntó Bya.

—En situaciones así, lo único que podemos hacer es preguntar a los sobrevivientes —respondió Tay—. Recuerden insistir en que no entienden el ruso para que les hablen en <<comunés>>.

Comenzaron a buscar por los alrededores; de preferencia, en las casas que estuvieran completas, ya que si iban a una construcción a medio derrumbar podrían encontrarse con un cuerpo parcialmente enterrado por los escombros, porque de esos había por montón. Muy pocas personas accedieron a abrirles la puerta y escuchar su historia. Como Tay había predicho, los lugareños optaron por hablarles en ruso en primera instancia, quizás por alguna ley nacional en pos de la preservación del idioma nativo, pero más temprano que tarde decidieron quebrantar la irrelevante norma para hablarles en la lengua común (infaltable en cualquier mundo de fantasía, aunque esta era más una versión perfeccionada del esperanto), la cual fue editada, impuesta y priorizada a la fuerza por la Mónada a principios de la era de Tabula, haciendo que cualquier otra lengua hablada antes de la Reunificación del Mundo fuera declarada <<casi muerta>>.

Los ciudadanos tenían poco o nada que decir sobre los que llevaron la guerra a su ciudad. Para ellos, Perún era tan sanguinario como Veles, el líder de la organización terrorista/conquistadora. Nadie sabía dónde se ocultaba Perún por el miedo constante a morir asesinados por algún avatar o esbirro solo por aventurarse en el exterior más de lo conveniente.

Continuaron consultando a los ciudadanos, sin resultado, hasta que se hubo hecho de noche, la peor hora para deambular por el lugar según la gente local. Los peregrinos decidieron terminar de buscar por ese día y continuar a la mañana siguiente. Se encaminaron hacia una construcción abandonada y en buenas condiciones para armar las tiendas en su interior y así no levantar sospechas.

Un hombre de diez pies de alto vestido con una túnica roja dio vuelta la esquina, cortándoles el paso. Estaba montado en un Gallo más grande que un dinornis, llegando a los nueve pies de alto (hasta las caderas). Su tamaño y sus escamosas patas con afiladas garras en forma de garfio hicieron que los peregrinos recordaran a los Ognenny-Zmeyove y a los dinosaurios de verdad.

El Corcel se detuvo y su Jinete se quitó la capucha, revelando una cara juvenil de cabello blanco. Tenía un largo bastón de cristal negro en una mano.

—Miren qué tenemos aquí —dijo el ruso, optando sorprendentemente por hablar en la lengua común como primera opción—. Forasteros haciendo turismo en nuestra desdichada ciudad...

Simarg: Primer Libro de Las Guerras de TabulaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora