Entre el deseo de dormir y la obligación de entrenar, optó por recostarse en su cama y no hacer nada más que amedrentarse por lo que tenía que hacer. Con la vista fija en el techo se sumió en sus pensamientos por un largo período de tiempo. En retrospectiva, su calidad de vida se había visto drásticamente comprometida desde que decidió mudarse a esa ciudad. Antes de su llegada, pensaba que podía ser un civil beligerante más y ganarse la vida con algún trabajo de medio tiempo, no que lo convirtieran en una especie de soldado-recadero. Aunque sabía que la preparación física y mental le ayudarían más temprano que tarde. Aguardaba por el momento en que tendría que enseñarle humildad a algún charlatán que careciera de fuerza a pesar de tener la boca muy grande.
Su columna picaba, sus dientes castañeteaban y su cráneo palpitaba. Era la primera vez que sentía ese tipo de ansiedad. En ese momento se preguntaba si todos los demás avatares de la ciudad pasaban por lo mismo antes de su primer peregrinaje.
Unos fuertes golpes a su puerta le hicieron volver a la realidad. Que alguien fuera directamente a su cuarto era algo poco frecuente en su asilo. Lo normal era que nadie fastidiara a nadie a menos que necesitara algo con extrema urgencia, como pasta dental o dinero.
Se levantó de su cama y corrió a abrir la puerta.
Apenas la vio, supo que no era alguien que viviera en su asilo. Era una mujer muy alta, incluso más alta que él. Tenía la piel negra y los ojos de color azul muy claro. Mitya, en su ignorancia, desconocía el hecho de que las personas de raza negra podían tener ese color de ojos. Su edad física no llegaba a los treinta años, pero bien podía esperarse una sorpresa por parte de su edad legal. Esa chaqueta con capucha y esos pantalones de cuero hacía que cualquiera que la viese pensara en los títulos de <<Ladrona Profesional>>, <<Ninja Encubierta>> o <<Asesina a Sueldo>>.
Si esta no es mi escolta, entonces algún enemigo que no conozco la contrató para silenciarme de forma definitiva, pensó Mitya, sonriendo para sus adentros.
—Tú eres Simarg, ¿no? —dijo la chica—. Simarg, Simarg, Simarg, Simarg...
—¿Qué haces? —preguntó él.
—Es que me parece raro incluso como nombre de espíritu. ¿No tienes no alternativo que sea más <<presentable>>?
—Bueno, está Pereplut. Pero eso solo generaría confusión entre los demás espíritus de mi panteón. O es el nombre varias deidades deidad, o es el epíteto de otras...
—Sin mencionar que suena igual de raro que Simarg.
—Si te sirve, la gente me llamaba Mitya antes de ser avatar.
—¿Micha?
—Mitya.
—¿Mishia?
—Mit-Ya.
—Aún más raro —comentó la chica—. Pero no importa. Cualquier cosa con menos de tres silabas sirve.
—¿Eres mi escolta?
—¿Quién más, si no? —dijo la chica, sonriente.
—No te ofendas, pero me esperaba a alguien físicamente más viejo.
—No importa la edad física, sino la experiencia y destreza.
—¿Cómo te llamas?
—Taur.
—Taur... —dijo Mitya, pensativo—. ¿Ese nombre tiene alguna relación con los Centauros?
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Simarg: Primer Libro de Las Guerras de Tabula
FantasyAl igual que una buena fracción de la humanidad, Mitya fue escogido por el Ser Absoluto como un avatar, el receptáculo viviente del poder de un espíritu sobrenatural. Dos años después de mudarse a la Ciudad de Axis, el alcalde lo envía en su primer...
