Los tres estaban parados delante de una enorme puerta metálica que daba al interior de una montaña de tamaño mediano con innumerables perforaciones. Parecía un queso suizo de proporciones titánicas. Tay tenía en sus manos un enorme mapa lleno de notas y lugares marcados con letras equis. Estuvo mirando esa hoja de papel durante todo el camino sin responder a las preguntas que Mitya o Bya le hacían respecto al lugar al que se dirigían.
—Esta es la Montaña Qwertyuiop —dijo la escolta al fin—, el único rastro de civilización de esta región junto con la aldea de los Asdfghjklñ y el pueblo Zxcvbnm.
—Qué asco —exclamó Mitya, sonriendo y asintiendo en señal de aprobación—. Me recuerda a ese villano de Superman.
—Aquí vive un clan conformado por un único avatar y sus esbirros —continuó Tay—. Son amistosos y aceptan casi cualquier tipo de dinero.
—¿Dinero? —dijeron Mitya y Bya.
—Para pagar la posada —respondió Tay—. Pueden considerar a esta montaña como una pequeña ciudad compacta y subterránea, ya que quienes viven aquí tienen por forma espiritual a una especie de Enano; aunque también se le puede considerar Gnomo o Duende.
—¿Las hembras de la especie también tienen barba? —preguntó Mitya.
—No, digo sí —dijo Tay rápidamente—. Les crece barba, pero prefieren afeitársela.
—¿Están siempre en sus formas espirituales? —preguntó Bya.
—Obviamente —respondió Tay.
—¿Por qué? —preguntó Bya.
—Porque esos cuerpos sobrenaturales son más resistentes a cualquier tipo de ambiente que los humanos —respondió Tay—. Los Enanos de los diferentes panteones del mundo presumen de tener una fuerza y resistencia superiores a las de los humanos a costa de una velocidad un poco más reducida. Los que viven aquí se llaman Dzhudzheta.
—¿No pudieron escoger un nombre más complicado de pronunciar? —preguntó Mitya, sarcástico.
Tay guardó el mapa, caminó hacia la puerta y la golpeó siete veces.
—¿Quién llama? —preguntó una voz que definitivamente no parecía venir de alguien de tamaño inferior al humano.
—Taur de Axis —respondió la Gacela—. Esta vez vengo acompañada de dos protegidos.
—Cuánto tiempo —exclamó la voz.
Las puertas se abrieron, dejando ver a un ser de unos cinco pies de alto. Su altura no era precisamente la de alguien pequeño, pero su anatomía sí. Tenía la cara arrugada, la nariz grande y chata, las orejas enormes y una larga barba trenzada. Tal parece que los rasgos de su forma humana habían sido ligeramente distorsionados en la espiritual. Su cabeza, manos y pies eran un poco grandes para su cuerpo, mientras que su cuello, brazos y piernas eran un tanto cortos en comparación con su torso. Vestía una adorable armadura que le hacía ver como una carísima escultura de colección y tenía una lanza apenas más grande que una espada.
—¿Van a entrar o qué? —dijo el Enano.
Tay inclinó la cabeza a modo de reverencia y le indicó a sus compañeros que la siguieran. La puerta fue cerrada violentamente tras ellos. En esa ocasión nadie los escoltó de forma recelosa y a punta de lanza. El túnel, aunque contaba con múltiples antorchas en sus paredes para iluminarlo, era bastante fresco. Mitya y Bya se dieron cuenta que las múltiples perforaciones en la superficie de la montaña eran conductos de ventilación y posibles salidas de emergencia para los Enanos-Gnomos-Duendes. A lo lejos podía verse una puerta que tapaba la entrada del túnel del otro extremo de la montaña.
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Simarg: Primer Libro de Las Guerras de Tabula
FantasyAl igual que una buena fracción de la humanidad, Mitya fue escogido por el Ser Absoluto como un avatar, el receptáculo viviente del poder de un espíritu sobrenatural. Dos años después de mudarse a la Ciudad de Axis, el alcalde lo envía en su primer...