Me entrego a ti

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-¿Carol? -. Paula volvió a llamarla desde la habitación.

Cuando la morena entró en la recámara encontró a Paula secándose la melena rubia con una toalla, llevaba puesto un suéter  que le cubría hasta los muslos y le dejaba al descubierto uno de sus hombros. "Madre mía, te ves tan sexi", Carol aún era incapaz de encontrar explicación para sentir la magia que le provocaba aquella mujer que tenía a su lado.

-¿No piensas cambiarte la ropa? ¡Como sigas así vas a coger un resfriado! -. Dijo la rubia señalándole el armario  para que eligiera algo que ponerse.

Carol tomó una playera y comenzó a quitarse la ropa.

-¡Auch! - se quejó la catalana

-¿Qué pasa?

-El pendiente, se atoró.

Paula se acercó, quitó con cuidado el pendiente del oído y deslizó el suéter por los brazos de Carol. Estaban tan cerca que sus cuerpos podían tocarse, el contacto hizo que el frío que sentían en la piel desapareciera, ambas percibieron como el calor invadía hasta la última terminación nerviosa.

-Tienes que irte, te están esperando -. Dijo la valenciana rozando la mejilla de Carol con una expresión de dolor. "Paula, qué te sucede, por qué le dices que se tiene que ir, si lo que quieres es que se quede", pensó.

-No quiero irme, es aquí y ahora donde deseo estar-. Arqueó una ceja y recorrió con el pulgar el hombro descubierto de Paula hasta llegar a sus labios. La rubia sintió una punzada electrizante en el estómago con el trazo que había dejado el dedo de la catalana en su cuerpo.

Se miraron a los ojos, estaba claro que ninguna quería que el momento acabara. Carol se acercó un poco más, tomó entre sus manos el rostro de Paula y la besó. Fue un beso tierno y cálido que le decía lo mucho que quería estar con ella.

-¡Te necesito!-. Exclamó la catalana sin poder alejar sus labios de la boca de Paula.

Por supuesto que Paula también la necesitaba, ya no podía contener el deseo que hacía meses había comenzado a sentir y que trataba de contener cada vez que estaban cerca.

Paula abrazó tiernamente a Carol y sumergió el rostro en su cabello, no iba a soltarla, este día no, era de ellas, la lluvia que aún golpeaba con pequeñas gotas los cristales de las ventanas las había unido.

La rubia se separó y buscó los ojos de Carol, aquellos ojos que la hipnotizaban y la hacían sentir la mujer más afortunada de este mundo por poder mirarlos y verse en ellos reflejada.

-Carol, ya no quiero seguir huyendo de mis sentimientos, te pertenezco y pase lo que pase con nuestra relación quiero que sepas que hace mucho tiempo me entregué a ti y nadie, absolutamente nadie lo podrá cambiar.

Al escuchar aquellas palabras la morena experimentó un montón de emociones que jamás había sentido por una persona, su corazón iba a explotar de la emoción. Atrajo hacia sí el cuerpo de la rubia para tenerlo aún más cerca, se besaron por varios minutos de manera frenética hasta que lograron que sus lenguas se sincronizaran para calmar la necesidad que tenían. Las dos estaban envueltas en la magia de los besos y sin darse cuenta llegaron hasta la cama. La rubia se recostó y Carol se tumbó sobre ella, entre las caricias y los besos se despojaron de las prendas que obstaculizaban el contacto de su piel.

La catalana acarició con sus besos el cuerpo desnudo de Paula, se detuvo cuando se encontró con sus delicados y hermosos pechos, los besó hasta que quedaron grabados en sus labios, la rubia arqueó su cuerpo, agarró con fuerza las sábanas y no pudo contener un gemido que estremeció de placer a la morena.

Paula se giró, provocando que la morena quedara bajo su cuerpo, besó delicadamente la piel de la chica hasta llegar a su abdomen donde se detuvo y buscó la mirada de Carol, no podía creer lo que sus ojos veían, aquella mujer estaba disfrutando tanto como ella. Regresó en busca de la boca de la catalana, le mordió el labio inferior y le dejó un beso juguetón para después conducir la mano a su entrepierna, estaba completamente mojada, Carol se estremeció de placer al sentir los movimientos de los dedos de Paula en su centro. Fue un momento alucinante, la sensación ardiente acumulada en un sólo punto fue capaz de desplegarse en cada rincón de su cuerpo.

Carol fue dejando besos y pequeños mordiscos en el cuerpo de Paula hasta que se sumergió en los pliegues de la entrepierna de la rubia, su boca siguió el ritmo del movimiento de las caderas de la valenciana.

-Carol...dijo con la voz entrecortada y dejó escapar de su garganta un gemido mientras el contoneo de su pelvis aumentaba, la morena había provocado un incendio en el cúmulo de terminaciones nerviosas de su sexo el cual se extendió por su cuerpo en segundos.

La catalana se tumbó junto al cuerpo de la rubia, podían sentir aún sus respiraciones entrecortadas y el latido de sus corazones desenfrenado por la excitación. Cuando recuperaron el aliento  Carol se adentró en los labios de Paula, sentía que era incapaz de dejar de besarla. La rubia le correspondió el beso y le hizo saber que ella tampoco tenía el valor de alejarse. Podían sentir cómo sus corazones latían y la fuerza  con la que lo hacían.

Carol buscó los ojos de Paula, fue imposible no perderse en ellos, le besó los labios, los párpados, las mejillas, estaba nerviosa por lo que su corazón le gritaba y que por bastante tiempo se había negado a escuchar, ¡estaba enamorada!

-Paula...- guardó silencio unos segundos- ¡yo también me entrego a ti! -. Expresó Carol al pasar un mechón de cabello rubio detrás del oído de la valenciana.

En ese momento no existía nadie más, sólo ellas, amándose. No necesitaban hablar porque la sonrisa que se dibujó en sus rostros les mostró lo maravilloso que era estar juntas.

Nuestro secretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora