Si ella te quiere

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Carol llegó al aeropuerto de Madrid,  aún era temprano y aunque deseaba ver a Paula no podía ir a su casa en ese momento porque seguro ya estaría lista para salir rumbo al trabajo. Tomó su equipaje y buscó un sitio para tomar un café, necesitaba poner en orden sus ideas, se preguntaba si la decisión que había tomado la noche anterior había sido demasiado precipitada, era cierto que la relación con su chico ya no era la misma como en los primeros años, sin embargo, lo que estaba viviendo no era nada fácil.

La catalana estaba absorta en sus pensamientos cuando de pronto su mirada fue atraída por una pequeña libreta tirada en el piso, la gente pasaba sobre ella sin prestarle ninguna atención, Carol se acercó y la tomó entre sus manos. Al abrirla encontró entre sus páginas estrofas de varias canciones conocidas, se detuvo a leer una en específico que de alguna forma le confirmaba que lo que estaba haciendo era porque se había enamorado.

Si ella te quiere
Tendrás por dentro esa sensación de tenerlo todo
Tendrás la suerte que sólo tienen algunos locos
Si ella te quiere que suerte tienes

El corazón de Carol comenzó a latir de una forma desenfrenada, las palabras que acababa de leer le demostraban que lo que sentía por Paula era real y ahora se encontraba inventando cualquier locura para estar a su lado. La emoción que sintió al evocar la imagen de la rubia en su mente hizo que por sus mejillas se deslizaran un par de lagrimas, pero de ninguna manera su llanto significaba tristeza era por amor.

-Disculpa...

Carol levantó la mirada, pasó una de sus manos por sus mejillas para secar las lagrimas.

-¿Te encuentras bien?

Una chica le preguntó a Carol un poco preocupada por que notó en su mirada que había llorado.

-Sí, estoy bien, gracias.

-Me alegra, soy Leonor - sonrío la chica-. Me acerqué porque vi en tus manos mi libreta, que alivio me da haberla encontrado.

-¡¿Es tuya?!

-Si, llevó mucho tiempo escribiendo estrofas de canciones que me gustan, me salvaste la vida.

Carol le entregó la libreta a la chica. Antes de irse la joven se detuvo a buscar la página que estaba leyendo Carol hacía algunos minutos, la desprendió y se la entregó a la catalana.

-¡Si ella te quiere que suerte tienes!-. Exclamó la joven alejándose.

Carol era y se sentía afortunada porque Paula la quería, colocó la hoja sobre la mesa, repasó con su pulgar cada palabra de la canción, metió la mano dentro del bolso de su abrigo y sacó lo que la valenciana había colocado en su chaqueta la última noche que se vieron. Eran las llaves de su apartamento.

La catalana salió del aeropuerto, tomó un taxi que la llevó a su casa, tendría el resto del día para descansar del viaje y pensar en lo que haría. Paula no sabía que estaba en Madrid, así que quería sorprenderla.

Lo primero que  Carol hizo al llegar a casa fue darse una ducha, las gotas de agua acariciaban su piel, agradeció la tranquilidad que le brindaban ya que su mente no dejaba de pensar en una persona, una rubia que le había hecho redescubrir el amor, el deseo y la pasión.

Llegada la noche, la morena se alistó para ir en busca de Paula, guardó las llaves que le había dejado la rubia en la chaqueta, deslizó la pantalla del móvil y pidió un taxi.

Carol llegó al piso de la valenciana, estaba parada frente a la puerta con las llaves en la mano, quería abrir y encontrarse con Paula, pero no estaba segura. Fue entonces cuando en sus pensamientos apareció la frase que aquella chica le había dicho en el aeropuerto "Si ella te quiere que suerte tienes". No había porque tener dudas, el amor entre ellas era verdadero.

La catalana entró en el apartamento, dejó su chaqueta en el sofá, era difícil ver en la pequeña sala porque estaba en total oscuridad, sólo entraba la luz de la luna por el balcón. La puerta de la recámara estaba entreabierta y dejaba escapar una tenue luz. Carol caminó sin hacer ruido, quería sorprender a Paula, pues ella imaginaba que se encontraba aún de viaje.

Carol hecho un vistazo a la habitación de la rubia, estaba iluminada por una pequeña lámpara de noche que le daba al lugar un toque cálido y lleno de tranquilidad, miró a Paula sentada en la orilla de la cama, su cuerpo estaba cubierto por una toalla y se cepillaba el cabello. El corazón de Carol al fin sintió la tranquilidad que necesitaba, sólo necesitaba verla, estar cerca.

La morena  se sentó en la silla de madera del pequeño comedor, cogió el móvil y le envío un mensaje a Paula. La rubia escuchó la notificación de mensajes en su celular, lo tomó y se tumbó en la cama para mirar sus mensajes.

-Pauli, te extraño.

-¡Joder! No me hagas esto que en este momento salgo a buscarte.

-¿Enserio?

-Sabes que lo haría sino estuvieras a miles de kilómetros de Madrid.

-Jajajajajaja, no te creo.

-Pues más vale que lo creas.

-No te lo había dicho, encontré en el bolso de mi chaqueta las llaves de tu apartamento.

-¡Hostias! ¿Y qué hacían ahí?

-Jajajajaja no lo sé, creo que alguien las guardó ahí.

-Ya, ¿no habrá sido una rubia que está enamorada de ti?

-Si, debe haber sido la rubia hermosa que ahora está tirada en su cama medio desnuda con el móvil en la manos.

-¿Pero qué dices? ¿Cómo lo sabes?

Paula sabía que era una locura que Carol estuviera en su casa, pero la ilusión hizo que se se levantara de la cama y saliera corriendo de la habitación. El corazón iba a explotarle de emoción, su cara se iluminó al ver a la morena, corrió a sus brazos y la llenó de besos.

-¿Por qué no me dijiste que vendrías?-. Paula rodeó con sus brazos a Carol y sumergió su rostro en su cabellera rizada.

-Ni yo misma lo sabía, cuando me dijiste que volviera, no sé...-. Carol recorría con su dedo el tatuaje de Paula que tenía en el hombro.

-Me encanta que estés aquí-. Paula la miró a los ojos y la tomó de la mano. -Ven aquí.

-¿A dónde?-. Sonrió la morena

-¿A dónde?-. Contestó juguetona la valenciana.

Paula la llevó a su habitación, cerró la puerta y de manera provocativa dejó caer la toalla que le cubría su hermoso cuerpo para quedarse completamente desnuda frente a la catalana.

-Ven...- dijo la rubia de forma seductora  y sexy mientras se mordía el labio inferior y  extendía su mano hacia Carol.

Nuestro secretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora