Un extraño paseo

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Jaime

Después de cenar, ayudé a la madre de Raquel a recoger la mesa y a fregar los platos. Mientras, Raquel jugaba con Sugar y con su padre, el cual parecía haber asimilado un poco mi presencia. Mientras secaba uno de los últimos platos, su madre tomó el control de la conversación y empezó a preguntarme cosas sobre mí, aunque algo más personales.

- Jaime, espero no entrometerme mucho, pero me resulta extraño que vayas a pasar aquí todas las fiestas, no porque no te queramos aquí desde luego, eres bienvenido el tiempo que desees, sino porque imaginé que también querrías compartir estas fechas con tu familia- dijo sonriendo levemente.

- La verdad es que no hay buen ambiente en mi casa, mis padres se divorciaron pero no acabaron bien, y nunca llegué a tener buena relación con ninguno de los dos. Y no se preocupe, no suelo hablar de ello pero no tengo ningún problema en responder a su pregunta.

Su madre me dirigió una sonrisa triste antes de que Raquel llegara corriendo e irrumpiera en la cocina gritando mi nombre solo para dar una vuelta por un campo cercano o algo así. Es como una niña pequeña y escandalosa, pero eso es lo que me gusta de ella. Una chica imprevisible, pero a la vez demasiado cuadriculada.

Después de abrigarnos, pues la noche se presentaba fría, salimos hacia el límite de la ciudad, no muy lejos de su casa. Ella iba agarrada de mi mano, casi dando saltitos,tarareando cualquier melodía que se le viniera a la mente, solo interrumpida de vez en cuando por ella misma explicándome los diferentes sitios por los que pasábamos y alguna anécdota allí acontecida. Antes de salir totalmente al campo, noté que algo pequeño se posaba en mi brazo repetidas veces. Mirando al cielo, descubrí que había empezado a nevar.

- ¿Quieres que volvamos a tu casa?

- Que va que va. Todavía no hemos llegado a donde quiero, además, hacia mucho que no veía nevar. Ah, y que sepas que mañana hay que hacer guerra de bolas de nieve, tirarse en trineo, ahhh un muñeco también... ¿ Por qué me miras con esa cara de estúpido?

- Pues no lo sé- dije mientras la acercaba a mí agarrándola por la cintura- quizás me podrías explicar porque produces ese efecto en mí.

Roce su mejilla suavemente con mi mano derecha, mientras que la acercaba aún  más a mí, para acabar acercando sus labios a los míos y besarla. Empezó a reírse antes de separarse y decir con una sonrisa burlona:

- ¿Qué pasa, que en mi casa no te atreves?

Fui a separarme pero ella volvió a agarrarme, y acercándose a mi oído me dijo que hacía bien, pero que quería llegar a ese sitio. Me cogió de la mano, y casi tengo que decir que me arrastró colina abajo, hasta llegar a un inesperado grupo de árboles frondosos y altos, como el de los cuentos de hadas, o quizá como en alguna que otra película de terror. Nos adentramos entre los minúsculos huecos que las grandes ramas habían formado, hasta llegar a un pequeño claro, demasiado oscuro para que pudiera distinguir nada en él. Pero Raquel siguió a delante sin vacilar un momento, hasta colocarse debajo de un árbol de los que limitaban ese extraño bosque con el inusual claro. Con la poca luz que había me pareció verla sonreír, mientras la veía ascender, para luego oírla gritarme que la siguiera. Tanteé con las manos en el tronco, hasta que encontré algo que parecía sobresalir. Con el mismo procedimiento, fui ascendiendo hasta que noté que no había nada a lo que agarrarme, y supuse que debía ser una especie de plataforma, pero antes de poder suponer más una ligera luz, aunque suficiente, dejó a mi vista una pequeña estancia de madera, recubierta de algo parecido al poliespan, recubierto a su vez en algunas partes por papel de colores. Acabé de subir al suelo de madera, donde Raquel estaba sentada en una alfombra, al lado de una pequeña mesa donde se ubicaba la vela que iluminaba la sala.

- Bienvenido a mi segunda casa.

La Casualidad del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora