Dulce despertar

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Raquel

Noto algo húmedo. Me despierto. No logro enfocar la vista, pero eso no es mi cuarto, aunque es parecido. Cuando logro ver con claridad, me doy cuenta de que lo húmedo es de un alegre perro que me resulta familiar. Ahora está sentado moviendo la cola y babeando, como esperando que juegue con él . Le tiro un peluche desgastado que tengo cerca. Mientras la muerde, intento averiguar como llegué allí. Miro y tengo la misma ropa que ayer en la fiesta. Tuvo que ser grande la juerga, no me acuerdo de nada. Ahora observo la habitación. No es muy grande, pero supera la mía de la universidad, aún teniendo la misma estructura que éstas. Está repleta de pósters de jugadores de fútbol y de algunos cantantes que conozco y otros que no había oído en mi vida. A decir verdad, estaba bastante ordenada, solo con unos libros encima del escritorio, que al levantarme, compruebo que son de dos cursos más que yo. No hay duda: es una habitación de un estudiante de tercer año. Primera duda resuelta. Pero, ¿cómo narices he llegado aquí? Sigo inspeccionando unos minutos más la habitación, y averiguo que se llama Jaime, y ese simpático perro se llama Sugar. La verdad es que le pega. Cuando iba a dirigirme a la puerta, se oyó el picaporte y se abrió desde fuera. Un chico abre la puerta suavemente con una bandeja llena de comida. Al verme levantada, me mira extrañado pero luego sonríe y me invita, a ya que estoy despierta, desayunar en la cocina. Mientras me guía, me fijo en que no parece que comparta apartamento, ya que aunque su dormitorio era grande, lo demás era más pequeño. Al llegar a la cocina, una sencilla habitación, veo una cocina de gas, un frigorífico y sillas, con una pequeña almohadilla que, con diferencia, las hacía más cómodas que las mías. Miro la bandeja : un gran tazón de leche, con lo que espero que sea Colacao, ya que no me gusta mucho el Nesquik,unas tostadas, con tres botes a elegir, de los cuales descarto dos inmediatamente y escojo la Nocilla sin dudarlo, además de un croissant recién hecho de la cafetería. Cualquier otro día me parecería demasiada comida, pero hoy. Me lo como sin decir palabra, noto que me mira de arriba a abajo. Acabo de desayunar, pero sigo sin recordar, apesar de mis esfuerzos qué hago en este piso en vez de en el mío, con mis amigas, para entre todas intentar reconstruir los hechos de la noche anterior. Pero no están, y lo tengo que hacer yo sola. Me concentro, y se debe de notar porque se ríe de mi cara. No le doy importancia. Ya, veo algo. Estaba en la fiesta con Laura y Pilar, al lado de la barra, comentando qué chicos había. Nos fijamos en una pandilla. Ellos en nosotras también... En blanco. No recuerdo nada más. ¿Sería Jaime uno de esos chicos ? Nah, no creo. Jaime es demasiado alto, y mirándolo bien, es pelirrojo, y todos los chicos tenían el pelo oscuro. Salgo de mis pensamientos. Me ha cogido de la mano. Y me besa. Doscientas mil imágenes se arremolinan ahora en mi cabeza. Recuerdo todo. Los tres chavales se acercaron, pero no a mí, sino a mis amigas. Me quede sola y un chico que también estaba solo, se acerca y me propone hacerme compañía. Empezamos a hablar. Era majo. Y todo empezó... El beso para. Le miro sonriente. Él también me mira. Me dice que si eso me ayudo a recordar. Le miro. ¿Cómo lo supo? Empezamos a hablar. No es como los demás. Normalmente, estos chicos se dan mucha importancia, se creen chulos, y no te suelen tratar como Jaime. Paciente, comprensivo y humilde. No es como los otros. Miré la hora. ¡Eran las dos de la tarde! ¿Cómo había estado allí tanto? Me despedí e intercambiamos direcciones y números de teléfono. Me dirigí a mi edificio, pensando que había sido el mejor despertar de toda mi vida.

La Casualidad del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora