Después de todo...

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Jaime

Apago el despertador incluso antes de que suene. Me he levantado temprano para tener todo a punto. He desayunado, me he duchado, estoy vestido pero con un atuendo especial, no quiero que me reconozcan antes de tiempo. Llevo una chupa de cuero, muy popular entre los del primer año, unas gafas de sol que he encontrado entre los cajones, y una gorra que le he "robado" a Diego. Salgo de mi piso con tres libros dentro de la mochila. No voy a hacer pellas, es que hoy no tenemos las tres primeras horas, porque nos las han cambiado. Espero en la puerta de la clase 14, y allí aparece Carlos, el profesor de latín. Todos le tenemos mucho aprecio. Acabo de comentarle los últimos detalles antes de que lleguen todos. Carlos se aleja y yo me mi mimetizo entre los alumnos de primero. Ya entran. Cojo un sitio arriba, atrás del todo. La veo entrar, pero mantengo la calma. Tal y como acordamos, Carlos entra a los tres minutos, más o menos. Dice que no va a dar clase, que van a repasar jugando al ahorcado. Lo reciben bien. Primera fase completada. Empieza a poner algunas frases, ya que ha dicho que las va a poner él todas. Los demás se ríen por las descabelladas frases que salen de vez en cuando. Ya está. Ahora sí, ha escrito la frase. Espero a que queden cinco o seis letras, y según lo acordado, levanto la mano. Carlos me mira y me sonríe. Me da la palabra, diciendo mi nombre, cosa que causa gran confusión. Digo la frase añadiendo su nombre. Ahora la miran a ella. Me mira, pero no reacciona. Me levanto y me arrodillo a su lado, y lo repito. Esta vez asiente afirmativamente. Todos aplauden. La abrazo. Ella también. De repente, oigo un lo siento, susurrando en mi oído. La abrazo más fuerte, y siento que sonríe.

La Casualidad del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora