La Casualidad del Destino

¡Sorpresa!

Raquel

¡Bip Bip Bip Bip!

Lo apago de un manotazo. Tengo mucho sueño. Me doy la vuelta y la almohada está mojada. Estuve llorando hasta quedarme dormida. Laura me grita que qué narices hago, y me levanto. Me meto en la ducha y me lavo bien la cara para espabilarme. Salgo vistiéndome por el pasillo. Llego a la cocina justo para calentare el tazón de leche sin esperar. Recojo dos libros que me quedaban y me dirijo a clase. Pilar no para de comentar lo encantada que está con Juan, su pareja para el baile. Desconecto. No me apetece oírlo, sobre todo después de lo de ayer. Tendré como veinte mensajes suyos, pero no he leído ninguno. Entro en clase y voy a mi sitio. Respiro. No voy a dejar que esto arruine mi clase favorita a primera hora del día. Carlos entra con una sonrisa por la puerta, y nos anuncia lo siguiente: ya que sabe que estamos agobiados, en vez de dar más teoría desde primera hora vamos a repasar con un juego simple como el ahorcado. La verdad es que todos lo recibimos bien. Empieza el juego. Las risas son la único que se oye, pues casi todos al decir letras formamos frases sin sentido. Pero ahora hay una nueva frase en la pizarra. En vez de salir quien lo adivine, las escribe Carlos. Esto es lo que se ve:

V_ _ _ _ _ _ _ _ _ r _ _ _ d _ _ _ _?

Nos ha dado tres letras de pista, como en las anteriores. La gente empieza a decir y va tomando forma. Cuando todavía faltaban como cinco letras, alguien levantó la mano. Sabía la frase. Carlos sonrió y dijo:

-Jaime, ¿nos podrías decir que pone?

No hay ningún Jaime en mi clase. Todos miramos hacia atrás y vemos a un chaval con una chupa de cuero, gafas de sol y gorra.

-Claro que sí, vis cum me tripudiare, Raquel?

Ahora a la que miran es a mí. Me he quedado como una estatua. No puedo cambiar la postura ni hablar. Se levanta y se arrodilla a mi lado. Me empiezo a poner roja. Lo vuelve a repetir, pero esta vez asiento con la cabeza, sin dejar de sonreír. Todos aplauden, y él me abraza. Le susurro que lo siento.