Vacaciones de Navidad

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Raquel

Las vacaciones por fin habían llegado. Ahora mismo, estaba recogiendo mis cosas para irme con Jaime a casa de mis padres. Pero no estoy en mi apartamento, sino en el de él. Después de lo ocurrido tras el partido, recogí las pocas cosas que tenía y me quedé esta última semana con Jaime. Seguía sin dar crédito a lo que había pasado, y aun me dolía lo que habían hecho. Cuando nos cruzábamos en el pasillo, era incapaz de mirarlas, aunque de reojo, las veía reír como si nada hubiera pasado. Y me planteaba si entonces todos estos años de amistad habían sido una mentira.

-¿Tienes ya todo?- Jaime me sacó de mis pensamientos. Estos días se había preocupado mucho por mí. Después de lo de la enfermería, intenté sonsacarle algo, pero seguía igual de callado que siempre. Espero que en mi casa pueda enterarme de algo.

- Hace rato ya. Venga vámonos que el viaje es algo largo.

Cogió mi maleta, y la bajó hasta el coche. Una vez guardado todo, hasta Sugar aunque cueste creerlo, nos pusimos en camino. Se le veía feliz, mientras tatareaba una de las canciones que le había pegado en los últimos días.

- Ten cuidado no te pases la salida.

- Tranquila lo tengo todo controlado.

Y por una vez sí que parecía sincero, y lo fue, pues después de varias horas de viaje llegamos a mi casa. La verdad es que a pesar de todo la echaba algo de menos. Cuando Jaime iba a bajar del coche, le frené en seco.

- Espera- le dije agarrándolo del brazo - un aviso antes de salir del coche.

Se volvió a mirarme y después de intentar averiguar lo que iba a decirle mirándome a los ojos, suspiró diciendo:

- Adelante.

- Mis padres saben que vas a venir obviamente, y a mi madre le hace ilusión conocerte. El problema es que a mi padre no le acababa de convencer la idea, así que simplemente quiero que tengas cuidado con lo que digas y hagas. Okey?

Se quedó un rato mirándome seriamente, hasta que una sonrisa se dibujó en su rostro, esa que yo tan bien conocía y dijo:

- ¿A qué estamos esperando?

Los dos nos bajamos del coche y después de enganchar a Sugar desprevenido, cogimos también las maletas y nos decidimos a entrar en mi casa. Me adelanté y llamé al timbre, esperando que fuera mi madre la que abriera la puerta. Pero parecía que hoy la suerte no me acababa de sonreír.

- ¡Hola Raquel, hija! ¿Cómo has estado estos meses? ¡Apenas nos has escrito a tu madre y a mí!- dijo mi padre quitándome las maletas de las manos para abrazarme. Al poco de abrazarme se puso tenso, y soltándome preguntó:

- ¿ Así que este es el chico con el que estás saliendo ahora verdad? ¿Cómo te llamabas, Javier?

- Si papá, y se llama...

- Jaime, mucho gusto en conocerle- saltó él rápidamente, dando unos pasos adelante para estrecharle la mano a mi padre.

- El placer es mío, Jaime - le correspondió mi padre con una sonrisa un tanto forzada. Cuando la situación estaba a punto de ser más incómoda de lo que era, apareció mi madre por la puerta como ángel caído del cielo.

-¡MAMAAAAAA! - salí corriendo a abrazarla, dejando a Jaime 10 segundos solo ante el peligro, que creo que para él fueron como 8 vidas.

- ¿Qué tal está mi pequeña?

- Bien mamá, bien - dije mirando a Jaime de reojo.

- Tú debes de ser el famoso novio de mi hija, ¿Me equivoco?

- Descuide, no se equivoca aunque tampoco me definiría como famoso - respondió haciendo que mi madre se riera y mi padre intentará ocultar una sonrisita.

- Bueno, basta de cháchara, pasad las maletas dentro y colocadlas, hay muuucho por hacer- mi padre cogió una maleta, y mi madre indicó a Jaime donde podía dejar a Sugar. Agarre otra maleta y me dispuse a entrar en mi casa, después de meses sin pisarla. Estaba nerviosa. Estas navidades no iban a ser normales, no sé el qué, pero algo me hacía presentirlo.

La Casualidad del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora