"Sabía que estarías aquí."
Escucho la voz juvenil del niño de primer año más molesto que había conocido en toda su estadía en Hogwarts, claro que sin contar a los idiotas Gryffindor.
Con un suspiro resignado, levantó la cabeza encontrándose con los ojos grises de Regulus Black.
Desde que comenzó su segundo año en Hogwarts, a esta siendo perseguida por cinco personas. Los Merodeandores y este niño. Por suerte él la molesta tanto como lo hace su hermano mayor.
Y eso es porque, Regulus es completamente diferente a Sirius Black.
Es tranquilo e inteligente. Habla con una elocuencia, tanta que podrías creer que un anciano está atrapado en el cuerpo del niño. Siempre con su uniforme impecable, a contrario del Gryffindor que pareciera que se esforzara en hacer un desorden de si mismo, con la corbata mal anudada y la camisa salida del pantalón.
Severina sabía que el niño no era su hermano, por eso no solía tratarlo con tanta rudeza. Pero no entendía porque seguía intentar acercarse a ella.
"Hola, Regulus."
Habló ya agotada por la felicidad que emanaba el rostro del niño.
"¿Sabes? jamás entenderé tu manía con los lugar tan apartado y silencio."
Si, el pequeño Slytherin estaba en su escondite. En el lugar donde la señorita Pince, le había dicho que nadie la encontraría.
Más bien había encontrado TODOS los lugares que le costó tanto buscar para estar a salvo de las 'bromas' de los Gryffindor. Realmente no podía entender como lo hacía. Más que todo como logró encontrar este.
Porque la verdad era que había mantenido el lugar en secreto de todos en su primer año, incluso de su pelirroja y vivaz amiga.
No porque no confiada en ella...
O más bien si.
Lily no sabía realmente guardar un secreto y si le decía donde estaba su lugar seguro seguramente terminaría como terminó su cumpleaños en año pasado. Embarrada con cualquier sustancia viscosa que le tiraría los Gryffindor a su cabello, ya maltrecho por su desnutrición y la pésima vida que tenía en su casa.
Fue por eso que nadie sabía de el lugar por su boca, porque después de todo, si no era a Lily, no había a nadie más a quien decirle.
Pero el niño frente a ella lo había descubierto sin tener que decírselo.
La primera vez que lo vio aparecer, diciendo lo grandioso que era este escondite, se había asustado mucho.
El primero, tuvo que prometer no decir nada a nadie, para calmarla. Aún que, ahora que lo pensaba, en ese momento parecía muy feliz de tener un secreto junto a la azabache."Me gusta mi tranquilidad."
Le respondió ella volviendo su vista a el libro.
"Oh, claro. Tu tranquilidad."
Le hablo con ironía mientras se sentaba sobre la mesa, como de costumbre apoyando sus pies en la silla que había más cerca, de una forma despreocupada que sólo dejaba ver cuando no habían más personas cerca. Haciéndole creer que apesar de quejarse, a él también le gustaba esos lugares.
Severina dio un suspiro sabiendo lo que se avecinaba.
"¿Te das cuenta que por tu querida tranquilidad te olvidas de comer? Estoy muy seguro que viniste aquí sin siquiera desayunar."
Y eso era. Desde que Regulus comenzó a intentar a acercarse, noto su poco apetito a la hora de comer.
Y si, está bien, Severina no era de las personas que comía todas las comidas designadas que habían en un día. Pero realmente esa no era su culpa.
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El Escondite del Lobo
FanfictionSeverina Snape, animaga, descubre en su segundo año que su compañero de clase es nada menos que un hombre lobo. Tras estudiar sobre ellos, descubre lo peligroso que son para los magos y los muggels, pero no para los animagos. Llena de curiosidad en...