17. Hermanos odiosos, Mañanas de mal humor, El Director y Encantamientos que...

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17.
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Hermanos odiosos,
Mañanas de mal humor,
Un Director en el cual no confiar y
Encantamientos para guardar secretos
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Regulus solía seguir a Severina como ella misma llamo en burla, 'un patito bebé'.

Por ello, algo en él le decía que era muy parecido a como lo hacía con su hermano, cuando aún eran unidos.

Realmente no se quejó al escuchar la burla, porque eso decía que ya se estaban acercando aún más, claro eso y el ver por primera vez reír a la azabache junto a él.

La había visto sonreír alado de esa chica Evans muchas veces, siempre parecía brillar cuando estaba a su lado. Pero jamás la vio de esa forma tan relajada y tan feliz.

El momento que compartió con él fue una pequeñez en comparación, pero conociendola un poco, sabía que fue un gran avance de donde se encontraba antes.

Fue de esos días en que la seguía que terminó perdido en el bosque prohibido. Todo en él pedía volver corriendo a él castillo, aún así decidió ignorar a esa pequeña voz en su cabeza mientras seguía los pasos de la Slytherin mayor.

Adentrándose entre los árboles y arbustos, terminó perdiendo. Los sonidos de él bosque le eran aterradores, no sólo por las historias que escuchaba de la boca de muchos de su familia queriendolo asustar, si no porque, también sintió su soledad.

No sabía si Severina lo había notado y ya no había Sirius que viniera en su ayuda.

Al final terminó debajo de un frondoso árbol, sin reconocer por donde había venido. Espero que la azabache tuviese que cruzar ese camino al volver.

El pensamiento de que esa sería su realidad una vez fuera de Hogwarts lo atormentó, haciendo que un pesar cayera sobre él y un sentimiento doloroso se instalará en su interior.

"¿Vas a quedarte sentado ahí todo el día, mocoso?"

Recuerda haber levantado su cabeza al instante de no más escuchar la primera palabra llena de fastidio de la chica.

Su sorpresa pasó desapercibida o mejor dicho ignorada, por la azabache.

"Ya levantate, tengo que ir por unas trufas que sólo crecen en la parte norte."

Había dicho Severina mostrando su canasta, ya cargada de algunas hierbas, flores y algunos hongos.

Tras eso se levantó con rapidez e intentando ocultar cualquier emoción de antes, camino a la par de ella.

La caminata fue larga y el sostener la canasta resultó mejor que de lo que habría sido, el que la muchacha hubiese dicho que si a su ayuda, cuando la vio cubierta de barro hasta un poco más de los tobillos.

En el camino de regreso, Regulus sintió que no podía más. Su resistencia física era la de cualquier otro sangre pura, educado para actuar como elegancia y nobleza, o sea mínima.

La realidad era que él siempre intentaba seguir lo que decía su madre. No correr, pues no corría. Usar modales, hablar con gracia y respeto. Ser lo que pedían.

Aún que en ese momento hubiera querido ser un poco como su hermano y correr cada vez que encontraba un lugar despejado.

Tal vez así no se habría sentido apuntó de caer en ese momento.

No sabía si esa vez Severina se había dado cuenta de cuánto le costaba dar otro paso más, o simplemente fue por querer limpiar sus zapatos. Pero agradeció profundamente, cuando lo llevó a un pequeño arroyo en un prado.

El Escondite del Lobo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora