Nueve

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Jeon estaba que echaba chispas del coraje, ¿Es que acaso Taehyung no podía decirle la verdad? ¿Tan malo era?

Su lobo aulló en descontento cuando recordó la carita llorosa de su Omega y el solo hecho de pensar que estaba asustado de él le dolía el pecho... ¿Taehuyng no confiaba en él? Es decir, eran predestinados y a estas alturas debía de estar seguro de que no le haría daño.

Sus botas militar resonaban en el piso de madera oscura, el chocar del cuero con el piso sólo hacía retumbar aún más sus pasos y eso ocasionaba que su aura molesta se viera aún más atemorizante.

Los sirvientes iban y venían de allá para acá en tranquilidad... Hasta que Jeon se les cruzaba en el camino.
Todos se apartaban como si temieran ser aplastados por el enorme caballero, los murmullos no tardaron en llegar y, a su vez, el llamado estridente del hombre.

—¡Jung! —nombró a aquel que había estado buscando —ven un momento, por favor —y una vez asegurada la orden que había dictado se marchó en camino a su despacho.

Los trémulos pasos del chófer se escuchaban con claridad detrás de él y no podía sentirse más ansioso por respuestas.

—Pasa —le ordenó a aquel hombre mayor mientras cerraba la puerta detrás de él y se encaminaba a su silla —siéntate —y Jung obedeció.

—¿Qué necesita de mí, señor? —la voz de aquel beta había salido con un atisbo de miedo, pero ya sabía más o menos a qué se debía su llamado.

—Quiero que me digas exactamente qué fue lo que sucedió en casa de Taehuyng —la petición era clara, sin lugar a dudas ni cuestionamientos.

—¿Señor? —sin embargo, Jung escogió el peor momento para perder el hilo de la conversación.

—¡¿Estás sordo o qué?! —sus grandes manos azotando la fría madera de su escritorio mientras se levantaba y caminaba desesperado a lo largo del ventanal de la habitación —¡Información, Jung! Te estoy exigiendo información de una fracción de tiempo específica... —la desesperación recorriendo su sistema como si fuese su propia sangre. Jeon no era exactamente una persona paciente.

—¡Sí señor Jeon! —habló estridente el chófer mientras se levantaba de igual manera y tomaba una pose de soldado —todo comenzó... —y el relato de los acontecimientos desastrosos en la casa de aquel omega salieron claros de su boca.

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Taehuyng estaba que temblaba.

Hace unos minutos había escuchado el grito de su alfa en la planta baja “¡¿Estás sordo o qué?!”

¡Estaba gritándole a Jung! Y todo era meramente por su culpa. Su culpa y su cobardía por no haber podido decirle a aquel hombre la horrible vida que había estado llevando.

¿Cómo se supone que le cuentas a alguien el infierno de tu vida? ¿Cómo se supone que confíes en alguien a ese punto? ¿A caso eso era normal?

Las dudas y el nervio le carcomían la cabeza a cada segundo que pasaba, pero no fue hasta que un segundo grito llegó a sus oídos que decidió tomar una medida. “¡¿Qué carajo!?”

Su cuerpo tembló al reconocer la voz del que decía ser su alfa, su Omega haciendo una bolita de su cuerpo para evitar salir y él... Él tratando de razonar y saber qué hacer.

—Vamos Taehuyng... —se dió fuerzas antes de cualquier cosa que planeaba hacer y con una mirada decidida tomó el pomo de la puerta —tú puedes —y la verdad era que quizás no, quizás no podía ni se sentía capaz de defender a alguien, pero ahí estaba la valentía y eso era lo que valía ¿Verdad?

Mi perfecto OmegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora