Quince

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Los ojos del alfa se paseaban ida y vuelta sobre el cuerpo tendido en la camilla.
Con una sonrisa apreciaba la luz que llegaba a filtrarse por la ventanilla acariciar la silueta de su ángel dormido.

Jeon se sentía tan satisfecho con el rumbo que su vida llevaba: tenía una empresa próspera y poderosa que, para rematar, tenía sedes en todos los continentes del mundo, había encontrado a su Omega y había vuelto a tener contacto con su amigo de la infancia.
Una calidez le envolvía el corazón al ver el pecho de Taehyung subir y bajar acompañado de el sonido del aire saliendo de su sistema, podía apreciar que de vez en vez, Taehyung hacía pucheros a la nada, se movía muy lento sobre la cama, casi como si quisiera evitar llamar la atención y es que era inevitable no apreciar a tan etéreo hombre aún cuando su aspecto no era el mejor de todos.

—Buenos días~ —la ronca voz mañanera del Omega lo trajo al mundo de nuevo.

—Buenos días hermoso —susurró Jungkook mientras se levantaba de la silla y caminaba a reunirse con el bello durmiente —¿Cómo te sientes cariño? —extendió su mano hasta pasarla sobre la mata de cabellera castaña rizada.

—Mucho mejor, gracias —un bostezo termino su oración y después estiró sus brazos cual gatito mimoso para terminar de despertar.

—Que bueno amor —Jungkook sonrió inevitablemente por el ataque de ternura que Taehyung le había provocado con tan simple acción y después, las arrugas que se formaron en las esquinas de sus ojos se marcaron aún más cuando el sonrojado rostro del Omega le sonrió.

—Amor~ —susurró el Omega sonriente para después entrelazar sus dedos tímidamente con los del contrario —¿Amor? —preguntó emocionado el menor.

—¿Sí, cariño? —le respondió Jeon mostrando sus dientes más grandes de enfrente, haciéndolo lucir como un tierno conejito a pesar de tan imponente figura de alfa.

—Ahh~ —suspiró Tae —Amor suena tan bien, pero creo que te queda mucho más “conejito” —y fue turno de Taehyung de reír cuando el sonrojo tapizó el rostro pálido de su alfa.

La mañana pintaba para bien, ambos hombres reían de las ocurrencias del otro y contaban sus historias infantiles –o al menos Jungkook, porque Taehyung se rehusaba a manchar su presente claro con su pasado negro–.

—Oye cariño...

—¿Sí, conejito? —respondió el Omega con una sonrisa enamorada mientras terminaba de hacer una trenza en el cabello largo del alfa, que de alguna manera desconocida había terminado recostado entre las piernas del menor, con la espalda recargada en su pecho y las manos de su chico jugando con su negruzca cabellera. Una cucharita.

—Cuéntame algo de tu infancia.

Pero Jeon no sabía que había hecho mal sino hasta que las caricias en su cabeza se detuvieron.

—Eh... Y-yo... —Tae trataba de encontrar las palabras para responder, buscó y buscó en su baúl mental de recuerdos, pero no había muchos por salvar de la miseria.

—Está bien amor, estoy contigo —Jeon giró su rostro hasta tomar su vista de reojo con el rostro distraído de su chico y tomó ambas manos hasta juntarlas para besar el dorso de ambas.

—Y-yo... —Kim rebuscó más en su mente, hasta que encontró aquellos recuerdos a los que se había aferrado desde el inicio —t-tengo un buen recuerdo de c-cuando era más pequeño... —susurró.

—Te escucho entonces —los ojos del alfa se iluminaron con ilusión.

—Era muy pequeño, quizás tenía unos cinco o seis años —comenzó a relatar el joven mientras retomaba la trenza donde la había dejado minutos antes —mi mamá no me había  despertado para la escuela porque una noche antes había estado muy ocupada con... con los vecinos —el tono de voz de Kim se redujo en la última oración —el señor Kim no había llegado a casa aquella noche, así que prácticamente tuve la libertad de desayunar tranquilo aquel día —contó alegre Taehyung como si fuese la mejor cosa que pudiera existir en el mundo, mientras que en la cabeza de Jungkook había un debate mental sobre si dejar de escuchar aquellas dolorosas palabras.

—»Ese día pude desayunar mi manzana completa —añadió Taehyung desbordando felicidad mientras cerraba la trenza con un último dobles y dejaba un beso sobre la mollera del mayor.

Cinco o seis años.

Solo tenía cinco o seis años y su mayor felicidad había sido llegar a comer una manzana completa.
Jungkook recuerda haber hecho un berrinche a esa edad porque no le gustaba comer el brócoli de la entrada y... Y Taehyung en alguna parte del pueblo había estado muy ocupado con la alegría de haber comido algo mayor que la nada misma.

El corazón de Jeon se estrujó.

—Lo siento —susurró Jungkook mientras besaba de nueva cuenta las manos delgadas del Omega —siento tanto no haberte rescatado antes —Kim se sorprendió por la tristeza con las que aquellas palabras habían salido de la boca del alfa.

—Hey, estoy bien —contradijo Kim mientras acariciaba las manos de Jeon en una especie de consuelo —no era tu obligación salvarme, era la obligación de mis padres —susurró conciente el Omega —era un niño, más sin embargo, podía vislumbrar que aquella lúgubre casa nunca sería un hogar para mí —sonrió comprensivo el Omega, dejando con la boca abierta al alfa —te cuento esto porque quiero hacerte saber que no importa cuánto tuve que sufrir a lo largo de mi vida —dirigió su diestra a la mejilla cincelada de Jungkook para girar su rostro hacia atrás y lograr chocar miradas con el hombre —cada fracción de tiempo valió la pena si es eso lo que me trajo a ti, alfa.

Los ojos de ambos eran galaxias enteras desbordantes de amor.
Y si hubiese pareja más enamorada en el mundo, no la conozco.

De repente, la gravedad del planeta no era lo que los mantenía en la realidad, no era el sol el que recalcaba los matices coloridos del entorno, no había melodía en el fondo de la historia como si tratase de una película... Simple y sencillamente era el amor el que los anclaba a la vida unida que estaban destinados a viajar, era la devoción y la ternura lo que les recordaba que valía la pena todo si al final de cada una de sus vidas podían reencontrarse en una nueva.

Y eran precisamente estos momentos los que hacía que Jungkook se enamorara más de Taehyung.
Su corazón era tan puro e inocente que era casi imposible después de tener conciencia de la vida tan dura que había llevado.
Estaba tan enamorado de aquel Omega castaño, con sonrisa cuadrada, cicatrices en el alma y los ojitos más honestos que nunca antes hubiera apreciado nadie.

Jeon amaba tanto a aquel trocito de cielo que ya no podía seguir guardando tanto en su corazón promedio. Ya no podía.

Te amo.

Y Taehyung colapso.
¿Te amo? ¿Amor era...? Pero se supone que amar era dar besitos en la boca, entonces, ¿Por qué su alfa le decía aquellas palabras si no se habían besado? O mejor aún, ¿Por qué él también quería decirlas?

Te amo. —repitió seguro Jungkook cuando los ojitos de Kim se nublaron con dudas —y voy a asegurarme de que cada día, por el resto de nuestras vidas, sepas que soy el hombre más afortunado por encontrarte.

Taehyung no tenía duda de ello porque aún sin tanta palabra él podía sentir el cariño que Jeon le tenía, porque aún si aquellas dos palabras no eran dichas, él sabría que el corazón de Jungkook le pertenecía, y el suyo le pertenecía al alfa.
Taehyung comenzaba a entender el concepto de amor y no podía estar más contento que por haberlo aprendido de la persona con la que había decidido pasar el resto de su vida.

También t-te amo~

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«ZT»

Mi perfecto OmegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora