Capítulo XV: Paraíso

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¡Y por supuesto que la iba a disfrutar! El primer día, o lo que le quedaba del mismo, bastó para que se diera cuenta de que los días en vela y llenos de estrés iban a valer la pena. Lancelot era lo contrario a su padre, y eso, se sentía como puta gloria señores. Es que ya ni podía creerlo...

Habían llegado al atardecer, probablemente alrededor de las seis, y Lancelot les dió la bienvenida a casa, le dijo a unos consejeros que lleven su equipaje adentro, y no se preocupó ni una pizca por las formalidades ni nada.

—Bueno, ya que estamos todos aquí, podríamos hacer un recorrido del castillo. Sería una bienvenida ideal, bastante práctica para los invitados—dijo Lancelot casualmente, estirando sus músculos para después poner un brazo sobre los hombros de su mujer. ¡Y pensar que Archie estaba preocupado por la conducta de Camila, pero hasta el propio Lancelot lucía despreocupado con las formalidades!

Camila miró furtivamente a sus consejeros, en busca de una señal o algo que le diga qué debería hacer, pero uno lucía más sorprendido que el otro. Claude levantó sus hombros en señal de rendición, con una sonrisa creciente en su cara, y Johann simplemente lo miró con desaprobación en su cara, pero después de negar levemente, le hizo un gesto a Camila con su cabeza para que vaya con Kay y Brenda.

Así es como terminaron paseando por todo el pasillo, con Brenda adelante de todos presentando las cosas y yendo de aquí a allá, Kay siguiéndole un poco más calmado—o menos ridículo—pero en el mismo estado, Camila a unos metros intentando acumular información, y a su lado Xenia que en lo único en lo que se estaba esforzando era en retener la risa. Los padres de Brenda acompañaron desde muy atrás, hablando bajo y casi no estando en la escena, pero con una tranquilidad y felicidad relativa. Sus consejeros iban en medio de ambos grupos, sin saber bien qué hacer además de mirarlas a Camila y Xenia.

Hablando del paisaje, su reino quedaba lejos y se notaba, por lo que todo era nuevo. Había viento que era bastante más frío y fuerte que en su reino, pero sin llegar a lo molesto. El panorama del pueblo eran unas pocas casas distribuidas entre amplias extensiones de cultivo, y más atrás en el horizonte se notaba un enorme bosque de un verde mucho más oscuro que en su reino y unas montañas de fondo. Eso de por sí ya era impresionante, pero para cuando se centraron en el castillo la sensación de fascinación sólo creció.

Era algo más chico en extensión pero más alto que el suyo, mínimo unas dos veces más alto, hecho de una roca muy oscura—contrario al de su reino que era gris casi blanco—, con torres distribuidas a lo largo de toda la construcción y ventanales enormes. Eso sólamente era de afuera, porque para cuando les mostraron los infinitos balcones, terrazas, jardines y salas internas, Camila simplemente no encontró palabras para describir su magnificencia.

El paseo fue muy agradable, o mejor dicho divertido, ya que Brenda por poco se convertía en un bufón, saludando a sirvientes y nobles de todos lados, presentando a las pinturas y poniéndole nombres a las plantas, sentándose "elegantemente" en amplios sillones si es que habían, y haciendo cualquier payasada que se le pasaba por la cabeza. Una vez terminado el paseo, sin hacer ninguna perorata ni empezar a poner restricciones para los forasteros en el castillo, Lancelot pidió a algunos sirvientes que comiencen a hacer la cena, y recomendó a todos ubicarse en alguna habitación y comenzar a cambiarse para estar más cómodos.

—Pa, Camila irá en mi habitación—exigió Brenda, agarrando la muñeca de Camila con intenciones de retirarse.

—¿Huh?—preguntó Lancelot dándose la vuelta para mirarlas, haciendo que Miya se de vuelta con él al estar agarrada de su brazo—Eso no es... Brenda, ¿Camila no tendría que ir con Xenia, o directamente sola?

Dos Reinas©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora