Tuvo que esperar unos buenos días para confirmar algo, porque en esos casos, confiaba más en una desconocida que en Johann y Claude cuando se trataba de disputas entre ellos. Si era sincera con su propio corazón, la cosa no era que no confiara en ellos, porque de hecho lo hacía en cierta parte, era inevitable empezar a confiar al menos un poco después de semanas de charlas. Sin embargo, como últimamente se estaba enterando de escándalos internos del reino de Brenda con engaños y fachadas de cualquier clase de personas, prefería confiar más en los criminales que los nobles.
Mientras esperaba, en los días que tuvo sin verla a ella, simplemente intentó que no sea evidente que estaba observándolos a los consejeros. De hecho, actuó igual que antes, y hasta continuaron saliendo en grupo con los hermanos Daren, pero lastimosamente, no obtuvo resultados. Había hablado con Brenda antes de dormirse, y ella opinaba igual. Con lo poco que tenían, si determinaban algo, había un gran riesgo de cometer un error y acusar a ciegas.
Por eso esperó hasta la próxima reunión con ella, para que con sus infinitos ojos y oídos, pueda acercarse un poco más a la verdad. Así es como esa mañana, al igual que el resto de "mañanas desagradables", se acercaba con la misma sirvienta de siempre a la misma sala de siempre. Sorprendentemente, aún nadie se había mostrado sorprendido con el hecho de que algunas veces a la semana la llamaran a una sala, pero mejor para ella.
Una vez entró, tal y como los últimos días, Andras estaba sentada en el sofá con las piernas estiradas, un vaso de licor en sus manos, y jugueteaba con otras cosas, que algunas veces eran papeles, otras objetos, y como en ese caso, otras eran armas. Esta vez tenía en manos una daga muy común para defensa personal de princesas y mujeres nobles. Ella misma tenía alguna así. Sin embargo, observándola bien, lo fina que era aquella arma, el diseño femenino que tenía, y lo poco usada que parecía, llegó a la conclusión de que esa daga no era algo propio de Andras...
—Al fin llegas, ya me faltaba con quién pelear—soltó esa mujer una vez escuchó pasos. Sí, últimamente se había soltado bastante más. No dejaba de estar alerta en qué mostraba y qué no, evidentemente, sin embargo estaba muchísimo más abierta a insultar, reír, o comentar. Una especie de cercanía forzada o tensa, pero servía por el momento.
—¿No vienes de pelear?—le respondió la castaña, con sarcasmo que se podía camuflar gracias a su tono formal, mirando fijamente a la daga en su mano. Nunca había tratado a nadie con ese nivel de poco respeto personal, pero a la pelinegra parecía gustarle tal trato, y ella misma se había acostumbrado a hacerlo con la criminal. La contraria miró el objeto en sus manos, miró a la única Jaén con algo de sorpresa, y se rió a carcajadas.
—Tienes razón, no vas a ser mi primera pelea del día. Así que estas aprendiendo a responder. Al parecer soy buena maestra.
—La mejor de todas—respondió con confianza, afirmando de manera seria y formal, de alguna manera haciendo un tremendo contraste con el significado real tras su oración, mientras se sentaba en la misma silla de siempre.
—Hoy hablarás conmigo como se debe—sentenció de manera algo firme y soberbia cortando el tema de golpe, yendo hasta su lado y agarrandola de su brazo. Camila llevaba un cuchillo pequeño encima, y después de aprender con Brenda un poco, estaba lista para lo que sea, por lo que simplemente se dejó dirigir confiada. Sin embargo, la contraria sólo la sentó con algo de esfuerzo en el sofá, y se sentó al lado. A juzgar por el olor a bebida alcohólica que tenía, seguramente era culpa de eso.
—Bien. ¿Sobre qué quisieras saber hoy?
—Mmm... ¿Cuál es la relación entre Archie y Lancelot?
Camila se lo esperaba. La anterior vez, le había preguntado cuál era la relación entre ambos reinos, sobre la relación entre ella y sus consejeros, y las intenciones a futuro de su reino. La verdad era que le interesaba de todo, ella, Brenda, Kay, Xenia... Rara vez hacía muchas preguntas sobre algo en particular, sin embargo para ella estaba bien. Eran preguntas abiertas, que le daban espacio a dejar vacíos, incógnitas, o respuestas con más palabrerío que hechos, y obviamente, usaba eso a favor para revelar lo mínimo e indispensable.
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Dos Reinas©
Storie d'amore¿Qué podría haber pasado si en la edad de los castillos, dos mujeres con inteligencia y ganas de libertad se hubiesen juntado? En este libro se podrán encontrar, principalmente, con Camila, una mujer fuerte, inteligente y sutil; y Brenda, una mujer...