Capítulo XVII: Comienzo del desconcierto

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Ya había terminado su "reunión", por lo que ahora estaba yendo hacia el comedor, en donde le esperaban para el almuerzo con todos allí. Solo esperaba que no le preguntasen sobre lo que había pasado, y de hecho, esperaba que no le hablaran en general.

Por suerte, al llegar al almuerzo, Brenda se ocupó de distraer al grupo con su parloteo y buen humor. Le había hecho participar unas cuantas veces, por supuesto, sin embargo no le costó tanto como pensaba que le iba a costar responder de una forma normal. Después de todo, ella realmente alegró el ambiente, haciéndole olvidar un poco lo que acababa de pasar. Terminó, y como suponía que sería acorde al carácter de Lancelot, cada uno pudo irse cuando quiso de manera libre. Naturalmente, el grupo de los cuatro jovenes y los dos consejeros se levantaron juntos.

—Bueno, ¿qué quieren hacer hoy?—preguntó Brenda alegremente mientras se estiraba, aparentemente llena de energía—La verdad que en nuestro reino, por más que no hay mucha gente, hay muchas cosas por hacer. ¿Qué tal-

Su pregunta fue interrumpida por ella misma, al notar que Camila le había tocado su codo dos veces.

—Hey, emm... Perdonen, pero creo que esto de viajar lejos me ha cansado. No dormí muy bien por estar en un lugar nuevo, y mis energías no están al máximo. No quiero arruinarles la diversión, así que les dejaré e iré a mi habitación. A lo mejor leer un poco va a subir mis ánimos—admitió poniendo falsa alegría en la última frase, y falsa sinceridad en el resto de lo que dijo. Sin embargo, obviamente, nadie había notado que era falso.

Segundos después escuchó murmullos de consuelo, Claude recomendando que se dé una siesta o tiempo para ella, Johann diciendo que su salud siempre era lo primero, Xenia deseándole mejorarse, y Kay sorprendido por verla afligida por primera vez, pero dándole fuerzas para que pueda volver a levantarse como la mujer fuerte que era.

—Bueno. Si ese es el caso, yo me quedaré con ella. Juro que no le molestaré, solamente quiero acompañarla—soltó Brenda de repente, dejando al resto aún más impresionado—. Kay, ¿puedes manejar la situación?

—Obviamente.

—Bien, nos vemos—se despidió, agarrándola a Cami de los hombros y caminando en dirección a su habitación.

Brenda fue considerada, porque por más que venía hiperactiva y de buen humor, en el camino simplemente caminó y le abrazó por los hombros. Una vez llegaron, Cami dió un breve recorrido a la pieza, pensando en qué hacer acompañada de Brenda.

—¿Quieres leer conmigo?

La rubia asintió con una sonrisa distinta a las que normalmente hacía, más tierna o paciente, sin embargo su interés en hacer algo con ella no cambió ni un poco. Un tiempo después mirando libros bastante variados en género, decidió leer una especie de enciclopedia que contaba sobre espadas. La cosa fue distinta a como creyó que iba a ser, pero con el humor que venía teniendo, ni siquiera pensó en hacer alguna clase de escenario por ello.

Brenda se acostó en la cama con la mitad de su cuerpo bastante levantada y sus piernas separadas, y así con libro en mano le pidió que se acueste con ella. No lo pensó, hizo lo que le dijeron. Lamentablemente tampoco llegó a ver la expresión de la contraria, que no había sido para nada relajada o neutral.

Se acostó tal y como le pidió, con la barbilla de la rubia rozando su cabello y sus hombros contra sus costillas, y así Brenda finalmente abrió el libro.

—Brenda.... Perdona que te pida esto, pero... ¿Te gustaría leerlo en voz alta para mí? Es que nunca nadie me había leído-

—Tranquila. No tienes que explicarte—dijo devolviendo su mirada con la misma sonrisa suave de antes, haciendo que la castaña note cuán cerca estaban y naturalmente aparte su mirada—Lo que sea que te haga sentir bien, estoy dispuesta a hacerlo. Ni que leer en voz alta fuese cosa difícil.

Dos Reinas©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora