Capítulo II: Invitación Real, Problemas Inesperados

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En el reino todos andaban hablando sobre el famoso baile. El baile. A ese baile habían sido invitados todos los reinos que pudieran ir, tanto cercanos como lejanos. La princesa Camila, con sus dieciocho años, finalmente tendría que ir decidiendo con quién casarse.

En su época las mujeres se solían casar a los quince, e incluso unos años menos, sin embargo, ella no era una mujer cualquiera. Todo el pueblo creía que sus padres y ella recién empezaron a pensar en la boda a sus dieciocho, ya que como única hija y heredera, su padre quería cuidarla y mantenerla al margen lo máximo posible. Imagen completamente errónea, ya que lo que Archie quería hacer era darle tiempo para aprender, y de paso mantener su reinado por un tiempo más.

Desde ya, él sabía que por más que Xenia le había enseñado a dar una buena imagen a Camila, ser dentro de todo sumisa y carismática—como la mayoría de mujeres de la época lo eran—, su hija daba para más. No se creía el cuento de que había aprendido a dibujar bocetos menos deformes viendo a pintores, ni que había aprendido a escribir tan rápido porque sus profesores hacían un buen trabajo. Él no tenía apuro con el casamiento, iba a decidir cuidadosamente cuándo y con quién hacerlo, ya que un paso en falso significaría una gran deshonra y desilusión en el pueblo. Eso sin tener en cuenta la incertidumbre que ya tenían los habitantes de que todo dependiera de una mujer.

Sin embargo, Camila veía aquel baile como algo completamente distinto. Toda su vida la vivió rodeada de muy pocas personas, la mayoría adultos, y los que no, simplemente no eran cercanos. En aquel baile podría salirse con la suya, hablando con hombres de su edad de temas interesantes, sacando sutilmente historias y aprendizajes que contar. Ya que era más bien para conocer a prometidos, estaba segura que las mujeres que invitarían al baile no le prestarían demasiada atención, por lo que ella se sentía con vía libre de ir y curiosear.

Xenia tenía sentimientos exactamente opuestos a los de Camila, y por eso intentaba aplacar un poco su impulsividad, evitar cualquier clase de ilusión que pueda crearse. A pesar de juntas pasarsela leyendo libros fantásticos, pintando en lienzos robados y sentándose a mirar atardeceres y charlar, en aquel baile las cosas serían más forzadas. Ella creía que no iba a tener respiro, teniendo que actuar como una doncella, competir con otras princesas envidiosas, y luchar por la aprobación de tanto adultos como hombres del lugar. De hecho, también dudaba que ella pudiera encontrar alguien interesante allí... Sin embargo, no queriendo arruinar su entusiasmo, siempre le decía a Cami que no se lo tome como una broma, que piense en las consecuencias de sus actos y los posibles escenarios, tanto buenos como malos, que se podría encontrar allí.

Los días posteriores al baile fueron muy movidos para ambas chicas. De parte de Xenia, al ser mano derecha y en parte confidente de su madre, obviamente tuvo mucho trabajo. Estuvo entre acuerdos, ayuda para la decoración, ayuda para la vestimenta, de aquí para allá con gente que no conocía pero hacían lo mismo que ella. Camila era tirada de una habitación para la otra. Que peinado, que cómo vestir, que maquillaje, que cómo hablarle a los caballeros y a las damas, que posturas, tradiciones, puestos... Ya estaba harta del tema y apenas era su primer baile.

La fecha había llegado sin siquiera darse cuenta, pensando más en cómo debería ser todo que cuándo era realmente. El día comenzó muy temprano, principalmente para poder vestir a la princesa y su dama de honor, poder prepararlas.

Luego de las tres largas horas que tomó vestirla, Camila terminó en un vestido blanco con detalles dorados, lleno de capas de seda tanto por sus brazos como en la parte inferior. Llevaba tacos blancos que le daban un poco más de altura a la poca que tenía, combinando todo ello con un sobre de mano y unos guantes pequeños y semitransparentes. La parte de arriba de su pelo castaño había sido recogido en un rodete adornado con trenzas, y la parte de atrás se planchó para poder lucir su largo y adornar su espalda. Sus ojos azules fueron resaltados con un leve delineado marrón, sus labios pintados con un rojo intenso, su cuello adornado con joyas que valían más que muchas vidas, y sus orejas con aretes en conjunto. Con ello, Camila finalmente demostraría su lado coqueto de sí, viéndose hermosa para cualquiera que pase a su lado.

Dos Reinas©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora