capítulo 3

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—Amor, ¿Hay marcas en mi espalda? —pidió saber Yuu al notar que su prometido estaba a punto de tomar una ducha. Se había demorado demasiado en hacerlo él mismo, pero eso más era fortuna debido a que así ambos podrían bañarse juntos.

Mika por su parte rió ante la pregunta del menor, negando con la cabeza.

—Yuu-chan, solo llevamos una semana saliendo a correr, todavía no hay muchos cambios notorios en tu físico —se acercó a este y besó su hombro para después abrazarlo. A pesar de que Yuu se encontraba desnudo al igual que él, Mika no tenía segundas intenciones con este, por lo menos con las caricias proporcionadas—. Pero déjame decirte que de todos modos te ves precioso —le sonrió ahora besando su mejilla.

Yuu hizo un puchero en respuesta, y se dio media vuelta para abrazar a Mikaela, así ambos compartiendo un piquito.

—Salimos dos horas todos los días y creo que eso es mucho tiempo, ¿Por lo menos me veo mejor?

—Mi vida, siempre te ves bien —expresó el rubio riendo, no quería romper las ilusiones de su prometido porque no había ningún cambio por lo menos a su vista.

Yuu le miró complacido ante ello. Ciertamente el azabache alguna vez fue muy deportivo, pero cuando empezó a estudiar la universidad dejó de ejercitarse debido a que no tenía mucho tiempo y el que tenía prefería pasarlo con su novio.

—¿Por qué tú siempre te ves tan bien? —quiso saber, admirando sin pudor el abdomen levemente trabajado de Mika, incluso se atrevió a llevar su mano hacia este para acariciarlo.

—¿Porque Dios fue benévolo conmigo? —bromeó, no se odiaba pero tampoco es como si pensase que era la persona más atractiva del mundo—. De todos modos, no hay carita más bonita que la tuya —aceptó besando su frente—. Voy a ducharme. Debes hacer lo mismo.

—Ah —se sintió avergonzado por lo primero dicho por Mika, así que decidió aparentar como si fuese cosa de segundo plano, y asintió con la cabeza, por lo que ambos se metieron a la regadera en donde Yuu entró primero y Mika le siguió para admirar la hermosa retaguardia de su prometido.

Kuma se encontraba en el patio bebiendo agua y comiendo, ya que cada tarde cuando el sol empezaba a esconderse los dos salían a pasear a Kuma y correr con el perrito.

Una vez ambos se ducharon y se vistieron adecuadamente, salieron a ver al perrito, Mika dibujó una expresión molesta en cuanto vio otra de sus macetas rota por el animalito.

Yuu por lo menos no había sido totalmente el culpable, pero de todos modos empezó a sentirse nervioso, y también sintió mucho pesar por todo el esfuerzo de su novio para plantar cada cosa en el jardin.

—Yūichirō, por favor entrena a tu perro —fue la sencilla respuesta del rubio, quien decidió limpiar todo ese desastre. El mencionado por su parte se llevó a su perrito dentro de casa con su atenta vigilancia para evitar otra desgracia.

Suspiró profundamente sintiéndose aliviado de haber escapado del ambiente tenso y molesto que había en el patio, sin saber qué podía hacer realmente.

Había algo que le molestaba a Yuu, y eso era lo exagerado que podía ser en muchas ocasiones su novio. Es decir, con los zapatos que ya había perdido por su mascota, se trataban de ropa suya, no de Mika, y aún así este se enojaba mucho por ver los tenis o zapatos deshechos. Claro que eso Yuu no sabía que se trataba de que siempre que le pedía algo, él no lo acataba, pero el rubio nunca sería cruel con su novio con respecto a sus peleas por ese motivo y por consecuencia, Yuu no entendía que en muchas ocasiones, o lastimaba al ojiazul, o lo hacía sentir una enorme rabia por siempre dejar a un lado lo que le pedía.

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—¡Yuu, tu perro acaba de hacer del baño en la cama!

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—¡Yūichirō, ¿Viste todas estas pisadas de lodo en la entrada?!

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—¡Ven aquí, pequeño demonio, trae aquí mi zanahoria!

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—¡Aquí en la maceta hay toda una pila de carne! ¿De dónde rayos la sacó tu perro?

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Bien, ambos se encontraba un poco hartos. Yuu de escuchar gritar a su novio cuando todo desastre puede ser fácilmente recogido y Mika de que Yuu no hiciera algo al respecto, siempre pedía disculpas y no ayudaba con la organización del hogar, pero vale, por lo menos había estado entrenando a su mascota.

No había muchas mejorías. Kuma era muy joven y travieso aún, y Mika se había estado desesperando muchísimo.

Normalmente al anochecer, Yuu intentaba seducir a Mika para en primer lugar contentarlo, y en segundo lugar para compensar los desastres de su cachorro. Aparte de que detestaba que siempre estuviera molesto.

Algunas veces el cachorro se interponía en sus acalorados momentos, pero al final, Mika también empezaba a encariñarse fuertemente por el perrito.

Así pasó un mes entero, la pareja siquiera tuvo tiempo de ver el lugar en el que contrarían matrimonio, debido a que la mayor parte del tiempo Mika ordenaba y Yuu entrenaba a su mascota.

Al final sus amigos y colegas del trabajo sí podían notarlos más cansados y apagados que de costumbre. Incluso llegaron a pensar que la feliz pareja ya había adoptado a un pequeño.

¿Un perro enorme y travieso contaba como un hijo?

La respuesta para ambos sería un sí rotundo y rápido, les estaba acabando un poco por todas las responsabilidades y conflictos que empezaban a tener, incluso si sabían que no era culpa del cachorro, después de todo solo se trataba de un perro que necesitaba de paciencia y cuidados, así como también de un entrenamiento especial para que dejara de morder todo y hacer desorden en el jardín con las plantas de Mikaela.

Sería un trabajo arduo, en especial porque ambos habían estado distanciándose un poco. Afortunadamente solo dejaban de hablarse o rodaban los ojos como pelea. No solían alzarse la voz cuando los dos discutían. Mika lo hacía cuando veía algo destruido, pero Yuu sabía que no era contra él sino por la situación en sí, así que no se lo tomaba muy a pecho y no había más peleas después del primer grito del rubio.











¿Con quién se queda el perro?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora