Mika había terminado de ordenar sus maletas, se iría un tiempo a la casa de sus padres, a quienes ya les había comentado que su boda se había cancelado.
El rubio fácilmente podía perdonar a Yuu, pero este parecía querer comportarse como todo un necio cabeza hueca, quien no admite sus errores. Para empezar Yuu nunca decía lo que le molestaba, y cuando él lo hacía Yuu no prestaba atención, así que el detonante para el mayor fue precisamente su egoísmo y oído sordo.
Yuu no había empacado nada aún, y el de tez pálida no podía saber qué llevarse y qué dejar al azabache, así que mordió su labio y se dirigió con el menor. Ciertamente llevaban sin hablarse una semana entera, donde ninguno dormía en su habitación. Mika se quedó en el sofá y Yuu en la habitación de huéspedes.
Aquello le resultaba triste a ambos, su hogar apenas había tomado forma. La casa constaba de tres habitaciones, pero solo dos tenían cama, y estaban seguros de que no habría habitación más cómoda que la que compartían, enroscándose cada noche y durmiendo como bebés.
—Hm... Yuu, ¿Podemos hablar sobre las pertenencias de cada uno? Mañana me voy con mis padres, así que...
El mencionado se dio media vuelta y se tapó el rostro con la almohada. Yuu podía jurar que ese fin de semana era el peor de toda su vida.
En esa ocasión no era que quisiera pelear o dejar de escuchar a Mikaela, sino que no quería que se fuera. Quizá si hacía oídos sordos seguiría allí, por lo menos un poco más; no obstante, el rubio había gastado toda su paciencia en su ex novio. Siquiera habían dicho que habían terminado, pero era algo entendible después de haber cancelado su compromiso.
Mika quitó con brusquedad la almohada, viendo a Yuu con evidente enfado.
—Por un demonio, ya no eres un niño Yūichirō. ¡Necesito saber cómo repartiremos los muebles y las demás cosas!
—Llévatelo todo, no me importa —fue su respuesta—. La mayoría de las cosas las compraste tú.
Mika suspiró ante lo dicho. Ciertamente, Mika había comprado la mayoría de las cosas, pero normalmente Yuu le pedía que administrara sus ganancias con las suyas propias, así que el rubio consideraba todas sus pertenencias como de ambos.
—Ya no te comportes así, Yuu. No todo es mío.
—Bien, entonces solo déjame el microondas y la licuadora. ¿De acuerdo?
—No te estás esforzando lo suficiente. ¿Y el refrigerador? ¿Los muebles? ¿Los platos y utensilios?
—Ya te dije que te lo lleves todo, ¿Qué más quieres?
El rubio golpeó con la almohada a su contrario. Fue un leve golpe sin fuerza, quizá quería hacerlo enojar un poco para que reaccionara distinto, ya que había estado completamente apático. Siquiera había salido con sus amigos o jugado con Kuma, quien por cierto también parecía muy triste, solo recostado en la sala, lloriqueando.
—¡¿Qué haces?!
—Yuu, por favor, solo tomará un momento dividirnos las cosas, ¿Puedes en este momento hablar como el adulto que eres?
El azabache rodó los ojos y se reincorporó, sin mirar a los ojos a su ex, cruzado de brazos totalmete.
—¿Hay algo que quieras definitivamente?
El moreno pareció pensarlo. El silencio reinó entre ellos durante unos largos segundos, hasta que asintió con la cabeza.
—¿Puedo quedarme la cama de nuestra... —se interrumpió un momento, carraspeó y corrigió—, es decir... De la habitación principal?
Mika asintió en respuesta, sin despegar sus zafiros de los de Yuu.
—¿Algo más?
—Mika, ¿Por qué haces esto? —pidió saber—. Dime... ¿Puedo arreglar esto? No quiero dejar este lugar. No quiero que te vayas y... —sus ojos verdes se cristalizaron, mordió sus labios con fuerza para evitar llorar, incluso contagió a su ex quien desvió la mirada para evitar sucumbir a Yuu.
—¿Cómo piensas arreglar algo de lo que ni siquiera te enteras? No te importa lo que digo y al final nunca piensas en cómo me siento, así que no hay caso en mantener una relación en la que yo pongo y tú no. Y no me refiero a la economía Yuu, porque con ese asunto estamos bien. Me refiero a lo sentimental, a los quehaceres del hogar. A lo emocional. ¿Alguna vez tomas la iniciativa si peleamos? Ni siquiera te das cuenta cuando me lastimas.
El azabache sintió como si una daga hubiera perforado su corazón, porque normalmente tomaba a Mika por una persona que no suele sentirse mal con cualquier cosa. ¿Cuántas veces habrá lastimado al rubio sin darse cuenta?
—Si es por Kuma...
—¡No es por eso! Es por todo, Yuu, ¿Cuándo tú decides hacerme feliz a mí? Me gusta que me beses, que me digas que me amas, pero al final tus muestras de afecto se quedan solo en palabras y en sexo. Y no es que quiera que me regales detalles todos los días o que seas la persona más romántica del mundo, pero jamás usas la empatía conmigo, y de eso se trata. Del simple hecho de aceptar salir conmigo de vez en cuando. Desde hace años, ¿Cuándo te he hecho dramas porque sales con tus amigos? Hace unas semanas estuve insistiéndote en que comiéramos fuera, o que fuéramos al cine, y dijiste excusa tras excusa, siempre pones a otros antes que a mí mismo, y estoy harto de ser tu segunda opción.
Mika había tenido todo eso atorado, y decirlo se sintió como un peso menos de carga. Odiaba hacer sentir mal a Yuu, pero este era terrible dándose cuenta del ambiente y de los sentimientos, así que no había más que ser sumamente sinceros con el moreno.
Por otro lado, Yuu no pudo evitar sentir sus lágrimas recorriendo su rostro. Mika tenía razón, al final de cuentas. Y lo peor de todo es que en muchas ocasiones el rubio decidió poner primero su palabra que la suya propia.
—¿Puedo pedirte algo por lo menos? —pidió sorbiendo por la nariz.
—¿Qué cosa?
—Hace tiempo dijiste que había un curso a Estados Unidos, y yo... Compré dos boletos de avión e hice reservación para una semana. Tú... ¿Puedes ir? —Yuu carraspeó, retirando sus lágrimas de su rostro, mirando suplicante a su ex novio.
—Oh... Yo...
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¿Con quién se queda el perro?
FanfictionSi tú te vas, y yo me voy, ¿con quién se queda el perro?