Capítulo 11

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Ania Blythe estaba sentada frente a la chimenea. Tenía cuatro compañías en la sala de estar; su café, su libro favorito, un Gilbert entretenido con un libro de medicina y el fuego calentando el lugar. 

El chico Blythe estaba completamente absorto en la lectura de su libro, hasta que recordó que tanto él como Anne se habían ignorado por vergüenza mutua. Y ya no quería que se siguieran ignorando. Bueno, ahora ella era la que lo evitaba, porque él intentaba acercare a ella y Anne salía corriendo.

—Tienes ese rostro de preocupación, ¿qué pasa? —preguntó Ania a su hijo. 

Era su deber como madre conocer incluso la expresiones de Gilbert, debido a que el chico apenas decía algo.

Gilbert la miró, a sabiendas de que; o le decía ahora, o tendría que tener a su madre con esa molestia insistente.  

—¿Cómo puedo hacer para que una chica deje de ignorarme? 

—¿Por qué te ignora?

—Por vergüenza, creo...

—Entonces hazla sentir cómoda —habló la mujer, sonriendo—. La vergüenza trae incomodidad. Supongo que esa chica de la que hablas tiene el cabello rojo y lee muchos libros, ¿no??

—Sí.

—Deberías salir con ella a cualquier lugar. Y con amigos. No hay mejor forma de romper el hielo que una salida de amigos.

El chico le sonrió a su madre y volvió la mirada a su libro, creando un plan en su mente.

***

Los chicos y chicas esperaban fuera del cine. Ruby y Moody habían ido, sorprendidos porque Gilbert tomara la iniciativa de una salida. Anne y Jerry también estaban ahí, igual de sorprendidos. Y la pelirroja estaba muy nerviosa. 

No le había hablado al chico y él la había invitado a ella y a su amigo al cine.

—¿Puedes dejar de apretar mi brazo cada dos segundos? —se quejó Jerry—. Me duele.

—Calla, estoy nerviosa —susurró Anne, apretando más fuerte el brazo del pobre francés.

Pronto sus azulinos ojos se toparon con los de Gilbert, que había llegado en ese momento. El chico le sonrió, tímido, pasando una mano por su nuca. La idea de cancelar la salida se le había pasado muchas veces por la mente, pero iba ahí con un propósito y ese cumpliría.

Jerry miró al grupo que se había formado. Dos chicas, tres chicos. Y exclamó:

—¡Oh no, yo no voy a ser el violinista! 

Ruby y Moody soltaron una carcajada, mientras que Anne y Gilbert se sonrojaron. ¿Estaba insinuando que ellos dos eran pareja?

Extrañamente, la idea no les pareció tan mala.

Y, eso no se terminó ahí, pues una chica pelinegra llegó, invitada por Gilbert. Diana se había sorprendido mucho cuando el chico tímido de la clase le había dicho que salieran junto a su grupo de amigos. No recordó que Gilbert era amigo de Anne. Ni tampoco recordó que era posible que Jerry estuviera.

Anne vio llegar a Diana y pudo sentir como el rencor recorría su sistema. Al igual que la añoranza por su amiga, pero eso no lo iba a admitir jamás.

Ruby la saludó, sintiendo la clara tensión que se había formado en el ambiente.

Veamos, ¿por qué razón el chico Blythe había invitado a Diana Barry? 

Simple, estaba seguro de que ambas tenían muchas cosas que decirse. Era demasiado evidente que se extrañaban la una a la otra y él junto con Ruby habían trazado el plan.

—Ya no serás el violinista, Jerry —dijo Moody con intención de que fuera una broma, pero Ruby le dio un disimulado codazo. 

¡Diana y Jerry habían terminado!

—Hola —saludó la pelinegra, evitando mirar al francés y a la pelirroja—. Si... si pude venir.

—Nos dimos cuenta —masculló Anne.

—¿Por qué no entramos a ver la película? —dijo una muy nerviosa Ruby, sabiendo que ese sería el comienzo de los comentarios mordaces de Anne—. Están todas las películas de Harry Potter en cartelera, podríamos ver una de esas...

Sin decir nada, todos entraron al cine. Anne se acercó a Gilbert y lo detuvo, haciendo que se separaran de los demás.

—¿Invitaste a Diana?

—Fue... fue idea de Ruby —dijo torpemente el chico. Anne se había acercado demasiado. Sus labios casi rozaban la mejilla del chico.

—Esto fue una mala idea —susurró.

—También es una mala idea que me ignores... —respondió él también en un susurro. 

La chica apenas fue consciente de la cercanía.

—No te ignoro —murmuró, tornándose de un ligero color rojo.

—Está bien. Lo siento, se supone que debería disculparme —habló el chico. Bajó la mirada, avergonzado—. Lo de ese día... fue muy descortés. Discúlpame.

—¡No! —Eso casi fue un grito, sorprendiendo al muchacho—. No... no te disculpes. Me salvaste, soy yo la que debería disculparse. Te evitaba porque... porque tenía vergüenza, lo lamento. Ni siquiera te di las gracias.

Guiado por un impulso, Gilbert la abrazó, sintiendo la barbilla de la chica chocar con su hombro, levemente. Anne se mantuvo estática, aspirando el olor del chico. Ambos se mantuvieron ahí. Uno sorprendido por su impulsividad—¡Gilbert casi nunca era impulsivo!—, y la otra sorprendida por la cercanía.

—¿Amigos? —masculló Gilbert, aún sin separarse.

—Amigos —respondió Anne.

Fueron varias reacciones ese día. Ruby y Moody estuvieron juntos como cualquier pareja normal, demostrando su amor en cada momento que podían. 

Jerry estaba más serio de lo normal, mientras que Diana evitaba mirarlo. La forma en la que la chica pelinegra se consolaba, era que quizá en otra vida podría enamorarse libremente de ese chico francés que tanto quería, pero que las normas sociales por las cuales se regía su familia no lo permitía. Y ambos se vieron pensando el uno en el otro, porque por más cruel que fuera su realidad, en sus sueños, se pertenecían y solo podían ser ellos dos.

A diferencia del lúgubre ánimo de la pareja anterior, Gilbert y Anne pasaron su día con tanta alegría que era difícil pensar que se habían ignorado por casi un mes y medio. Él, luego de ese día, estaba firmemente decidido a aceptar que Anne Shirley-Cuthbert le gustaba demasiado. Le encantaba. 

Anne, temerosa, descubrió una respuesta para la pregunta que hace un tiempo se había hecho.

—Demonios, me gusta Gilbert. 

Y no, no lo podía aceptar. No podía aceptar que estaba completamente hechizada por ese chico tierno y tímido que tantas veces la miraba de esa forma... Se sentía tan bien cuando él la miraba, cuando le hablaba, cuando descubría que su corazón latía con tanta celeridad en cercanía de él.

Pero eran amigos, ¿no? Lo más probable era que sus sentimientos no fueran correspondidos.

Nevada (Anne x Gilbert)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora