Capítulo 9

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Ese día de febrero, Anne volvía de casa de Josephine. Ya había terminado sus tareas y debía volver rápido, pues una tormenta de nieve ocurriría en una hora y no era para nada seguro estar deambulando por la calle en plena tormenta. 

Sus pasos se hicieron rápidos, deseosa de prepararse su leche con café bien calientito y acurrucarse ante la chimenea entre mantas para escuchar con alegría como Marilla y Matthew discuten —más bien Marilla, pues Matthew tendía a mirarla con cansancio—.

Claro, sus planes se fueron a la borda cuando escuchó un llanto. Sus ojos viajaron en dirección del sonido y, recostada en un árbol, había una pequeña niña de rizos negros y piel oscura que lloraba desesperada. Anne se acercó rápidamente a la niña.

—¿Estás bien? —preguntó, llegando a su lado. Se quitó la chaqueta que la mantenía en calor y la pasó por los hombros de la pequeña—. Tranquila, tranquila. 

La niña la miraba con miedo. Estaba muy asustada. No sabía que lugar era ese ni en que momento había dejado de ver a su joven padre.

—Hey —susurró Anne con voz dulce—. Estoy aquí, no te preocupes. ¿Cómo te llamas, bonita? 

—D-delphine —sollozó ella—. M-me p-perdí. No e-encuentro a mi p-papá-

Anne la tomó en sus brazos, lista para poder llevarla a donde pudiera. Su mente le recordó que, al otro lado del bosque, estaba la casa de Gilbert. Era el único en el que confiaba lo suficiente para poder pedirle ayuda con respecto a la niña.

—Está bien, está bien. Iremos con un amigo, ¿de acuerdo? Con él podremos buscar a tu padre.

Juntas avanzaron entre la nieve. El frío se estaba haciendo mucho más notable y le estaba calando los huesos a la pelirroja. Tenía mucho frío, sin embargo, era mejor que la chaqueta la tuviera la niña. 

Estaba segura de que ella podría aguantar mucho más. 

Continuaron caminando, con la pequeña todavía llorando.

Mas allá del sol —comenzó a cantar Anne, con voz trémula. Delphine la miró, deteniendo su llanto—, hay una tierra preciosa. Llena de arcoíris, nubes de espuma. Hay lindas montañas, cristalinas aguas. Es un lugar especial, para una niña especial.

La niña se mantuvo escuchando las canciones que Anne le cantaba, aferrándose a su cuello. Sus ojos negros viajaban una y otra vez hasta el cabello de la chica. Era tan rojo que parecía fuego. 

Anne miró al cielo, dándose cuenta de que ya había comenzado a nevar. El viento se hacía mucho más fuerte y el frío ya le estaba pasando factura. Sus pies intentaban luchar con la nieve para poder avanzar con más rapidez, pero solo lograba hundirse más ella. El peso de la niña le hacía doler los brazos.

Finalmente, logró ver la luz de la casa de Gilbert, pero aún estaban a al menos una milla de distancia.

Y tropezó con la raíz de un árbol escondida en la nieve. Delphine cayó al suelo, a unos metros, mientras que Anne empezó a sentir un dolor en su tobillo.

Genial, para empeorar todo, ahora le dolía el tobillo. Era fantástico, simplemente fantástico. 

No podía caminar, mucho menos tomar a la niña en brazos, por lo que tomó el lápiz y el papel que por suerte tenía en el bolsillo de la chaqueta, y escribió:

Gilbert, ayúdala a volver a casa, se perdió. Por favor, cuídala. -Anne.

—Ten —masculló, temblando. Le entregó la nota y apartando las lágrimas de los ojos de la niña, continuó—. Vas a correr, ¿de acuerdo? Vas a correr hasta llegar a la casa con luz. En cuanto llegues, le entregas la nota a un chico pelinegro, ¿está bien? Te ayudarán a volver a casa.

Nevada (Anne x Gilbert)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora