Epílogo

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Es en este momento que volvemos al inicio de esta historia.

Estaba temblando de frío.

La chica sintio que alguien se acercaba, unos pasos. Y no le prestó importancia, ni tampoco cuando se sentó a su lado. Estaba más ocupada en sentir pena por ella misma y llamarse patética cada dos por tres.

Entonces escuchó una voz.

—Feliz navidad.

Anne giró su cabeza, con tanta lentitud que parecía haberse quedado atrás en el tiempo. Vio sus ojos. Los hermosos ojos de Gilbert. Esos mismos que tanto le gustaban. No se dio cuenta de que él tenía un regalo en sus manos.

—Gilbert...

El pelinegro se quitó rápidamente su chaqueta y la puso en los hombros de Anne, viendo lo mucho que temblaba.

Ella quiso llorar. No lo hizo. Había llorado demasiado como para seguir haciéndolo.

—Anne...

Los ojos de ambos se encontraron. No se veían desde hace un año en el que cada uno creyó lo que quiso y las circunstancias habían hecho todo más complicado. Sin importar lo mucho que sus corazones quisieran ir, buscando al otro.

Estaban demasiado enamorados. Y eran tan ciegos...

Anne levantó su mano, pero el no haber comido nada, y apenas dormir le pasó factura, haciendo que todo comenzara a girar y viera unos puntitos negros en el aire, antes de cerrar sus ojos y caer débilmente en el hombro de Gilbert, desmayada.

—¿Anne? —la preocupación de Gilbert fue lo que lo llevó a tomarla en brazos, poniendo el regalo en las ambos de ella y llevarla lo más rápido posible al hogar de esta.

***

Cuando la pelirroja desperto, habían pasado dos horas. Y estaba en su habitación. Con Gilbert, precisamente.

—¿Estás bien? —preguntó él, viendo con preocupación cómo ella tomaba su cabeza, dolorida.

—¿Qué haces aquí? —respondió ella con otra pregunta, un poco mas cortante de lo que pretendía.

Gilbert la miró sorprendido por cómo le había hablando.

—Eh... Yo... —«No puede ser. Pensé que ya había dejado de tartamudear en su presencia», pensó, retorciendo sus dedos, nervioso por la mirada afilada de Anne—. Volví a casa. —Tomó el regalo que tenía en su regazo y se lo extendió, evitando mirarla. ¿Por qué parecía que lo estaba asesinando con la mirada?—. Feliz... am.. Navidad... Creo...

—Tu madre dijo que no ibas a volver este año.

No, no tomó el regalo de Gilbert, por lo que este lo dejó en el escritorio de un lado, confundido por su rechazo.

—Era una sorpresa. Yo... Hms... Quería sorprenderte. Ya sabes. Eso... Si.

El corazón de Anne latía fuertemente. Pero se esforzó por esconder la sorpresa y respondió, haciendo que el que se sorprendiera fuera Gilbert.

—¿Y tu novia? No creo que le agrade que estés aquí conmigo.

Gilbert la miró como si estuviera loca.

—No tengo novia, Anne.

—Ayer te llamé y escuché perfectamente que te llamaba "Amor".

El chico frunció el ceño y luego algo hizo click en su mente. Ella había llamado anoche. Y había escuchado a Christine llamando a Roy.

—Era Christine —le dijo Gilbert, con repentinas ganas de reír mucho—. Estaba con Roy. Volvieron a Avonlea conmigo hoy, Anne.

—¿Qué...?

La cara de Anne era un poema. ¡Por ello la voz de la chica le resultaba tan conocida!

Y Gilbert soltó grandes carcajadas, a lo que la chica le golpeó el hombro, bufando.

—¡No sabía que era Christine!

Entonces Gilbert se detuvo de golpe, recordando algo.

—¿Estás celosa, Anne?

—¡Pues claro que estoy celosa! —le gritó ella—. ¡Dios! ¡No te veo desde la navidad pasada y apenas hablamos porque se me cayó mi teléfono en la calle y un auto lo atropelló cruelmente! ¡Por si fuera poco, cuando le pregunto a tu madre si vas a volver, me dice que no vendrás hasta el próximo año, enviando al caño mis planes de decirte lo enamorada que estoy de ti! ¡Y cuando te llamo para decírtelo por teléfono al menos, escucho la voz cariñosa de una chica que fácilmente podría haber sido tu novia! ¡Estoy demasiado celosa porque te extraño y quería decirte que te amo, y no podía, y apareces de la nada, y, y...!

Gilbert estaba en shock, y Anne respirando entrecortadamente, enfadada y con las lágrimas cayendo por sus mejillas.

—¿Dijiste que me amas? —inquirió Gilbert con un hilo de voz.

Anne levantó sus manos, aun más enfada. —¡Claro que te dije que te amo! —Y, se paró en seco—. Espera, ¿dije que...? Ay no, ay no, ay no, ay no, ay no...

La pelirroja quería que la tierra la tragara. ¡Había confesado su amor tan libremente y había sido patético!

Pero Gilbert, saliendo del shock inicial, tomó las manos de Anne y las besó las dos, mirandolas como si fueran lo más maravilloso del mundo. Luego, elevó su mirada al rostro de Anne, lagrimeante.

—Que bueno que lo dices —susurró, con el corazón latiendole a velocidad de la luz—. Porque yo también estoy enamorado de ti. Y mi cabeza pensó millones de veces que podías enamorarte de cualquier chico en Queen's y sería tarde. Por eso vine hoy. A confesarte que desde la primera vez que te vi, no pude dejar de mirarte. Y sé que debes estar sorprendida, porque es uno de los monólogos más largos que he dicho en toda mi vida. Y es que te amo. Más que a nada. Y si hubiera sido más valiente, te lo habría dicho la primera navidad que pasamos juntos, pero en ese entonces, no sabía lo que sentía. Ahora lo sé.

La chica lo miró a los ojos, y vio que se desbordaban de sinceridad. Entonces, con su natural impulsividad, tomó al chico del cuello de su camiseta y unió sus labios, por primera vez. Pero de seguro, no sería la última.

Anne y Gilbert se besaron, ya siendo conscientes de lo que sentía el otro. No hubo día más feliz para ellos que ese. Y todo ocurrió en una nevada.

FIN

***

Y, otra historia más para añadir a las terminadas. No sé si considerarla una historia corta, pero bueno.
Espero que les haya gustado la historia.
Les amo.
–Lux🌠

Nevada (Anne x Gilbert)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora