Capítulo 10

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En el transcurso del tiempo, Anne se mejoró del pequeño resfrío adoptado luego de pasar toda una noche en el Club de cuentos bajo el cuidado del joven Blythe. Lo que pasó luego de eso fue que a los dos chicos les daba vergüenza un hecho que no habían contado a nadie, pues era... muy íntimo.

Y no, no fue el beso demasiado inocente que Anne le dio, sino que el hecho de que ellos durmieron juntos, en ropa interior. 

El caso era este: Anne estaba congelada, con el frío impregnado en lo más profundo de todo su cuerpo, pero gracias al cielo había logrado despertar. Gilbert, a sabiendas de que la ropa de la chica y la suya estaba igual de húmedas y que poco podría hacer para salvarla de una hipotermia, propuso un descabellado plan.

Quitarse toda esa ropa y luego recostarse juntos, abrazados. El calor corporal que el chico emitía sería mucho más bueno para Anne que cubrirla con mantas y mantas.

Claro que unas semanas después del incidente, aún sus mejillas se ponían rojas al recordar lo que pasó.

—Lo volveré a preguntar —anunció Jerry, codeando a la chica mientras comían en el patio de la escuela. El primer día de clases—. ¿Por qué de pronto te quedas mirando a la nada, sonríes como boba y te pones tan roja como tu cabello?

Anne entrecerró los ojos. —No sabes como dejar de insistir, ¿verdad? No seas curioso, es malo para la salud.

—Eso no es cierto. La curiosidad no es mala para la... ¡Oye! ¡No cambies de tema! Ya dime.

Con un suspiro, a sabiendas de que Jerry la molestaría durante mucho tiempo más, se acercó a él y bajó la voz, comenzando a contarle lo que pasó.

Justamente Gilbert pasó por ahí, acompañado de su mejor amigo y la novia de su mejor amigo. 

Jerry, al terminar de escuchar el relato de Anne, le dio una mirada para nada disimulada al pelinegro que se encontraba en otro mundo, sin dejar de caminar en dirección a la biblioteca. De lo único que el chico fue consciente es de que Anne estaba ahí, con la misma mirada agacha.

Gilbert pensaba que quizá ella lo odiaba por haber propuesto esa idea, que a pesar de que era la mejor opción, era malditamente indecoroso, aún más si ellos eran amigos.

—Joder, ¿no puedes disimular? —masculló Anne mirando a otro lado.

—Me estás diciendo que dormiste casi desnuda con un chico que obviamente te gusta y por eso... ¿no le hablas? —Jerry le dio un golpe en la frente con indignación—. ¿Eres estúpida o el tinte de cabello te arruinó las neuronas? Y además, ese chico te salvó de morir congelada.

Ahora el golpe se lo ganó Jerry.

—Primero, francesito, no me gusta. Segundo, él tampoco me habla, es un acuerdo de ignorancia mutuo. Tercero, soy pelirroja natural.

—Sí te gusta. Apenas van dos o tres meses desde que lo conociste y se te nota a leguas que te gusta. Y mira, tus mejillas volvieron a ser rojas, así que no puedes contradecirme.

—Cállate, Jerry.

Y ahí fue la primera vez que Anne se hizo esa pregunta que tanto temía.

«¿Me gusta Gilbert?»

Nevada (Anne x Gilbert)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora