Rosas color marfil

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Una vez que cruzó el umbral y las enormes cortinas se abrieron supo que no había vuelto atrás.

Se obligó a sonreír y corresponder a las muestras de cariño y admiración que recibía de los presentes a cada paso que daba

― Su majestad luce sencillamente preciosa

― Su belleza no tiene igual su alteza

― El sol envidia su brillo milady

Con la cabeza erguida y el mentón alto sonrió y agradeció los cumplidos de sus cortesanos.

Ninguno de estos le importaba realmente.

"Quisiera que esta noche jamás se terminara"

El recuerdo se le enganchó en la garganta y sofocó su voz.

Giró la vista hacia afuera para que no lo notaran. Contempló la quietud del cielo azul que se extendía infinito hasta el horizonte.

― ¡Idiota!

Dio un respingo e inmediatamente giró la cabeza hacia el lugar del cual había provenido el grito.

Una anciana mujer de nariz aguileña y rostro apergaminado y brujil interpelaba a una enjuta y pobremente vestida sirviente que sostenía entre sus manos una bandeja de plata con una jarra de cristal llena hasta el borde de rojo y espumoso vino.

― Más vale que mires por dónde caminas con esa bandeja niña tonta, un poco más y arruinas mi vestido

La chica se mantuvo de pie con la cabeza gacha y no dijo nada ante los insultos que la mujer seguía lanzándole como dardos ardiendo.

Anna sintió como le ardía el pecho y la cabeza comenzaba a dolerle por la impotencia, pero no dijo ni una palabra a los cortesanos.

La chica no levantó la cabeza y siguió caminando lentamente con los hombros gachos mientras la anciana no cesaba sus ataques.

Entonces un estruendo metálico y varios gritos indignados llenaron la amplia estancia mientras la joven yacía boca abajo sobre el piso con la charola a su lado mientras el vino se extendía por el suelo.

― ¡Te lo dije! ¡Eres una inútil! ¿No te advertí que vigilaras por dónde caminas mocosa inepta? ― la mujer escupía las palabras con una evidente expresión de placer

Elsa estuvo a punto de correr pero se contuvo mientras apretaba los dientes con rabia.

― Últimamente es tan difícil conseguir buenos sirvientes ― dijo otra mujer con una voz pomposa y afectada en extremo

― Estos siervos ignorantes no saben cómo procurar a la realeza

― Su majestad, le suplico que nos disculpe por esta vergonzosa situación, vayamos a la sala contigua, estaremos mucho más cómodos ahí en tanto Sir Albert llega

Elsa miró al erguido camarero que le dedicaba una profunda reverencia

― No gracias, estaré bien aquí ― contestó luego de unos segundos. ― Suplico sus ilustres señorías disculpen la torpeza de mi mucama ― dijo Elsa acercándose a la chica. ― Por favor, sírvanse dejarme a solas con ella unos momentos, desearía... Reprenderla por su nefasto servicio y la incomodidad que haya podido ocasionar

Los cortesanos la miraron durante unos segundos algo extrañados tras lo cual encogieron los hombros y ofrecieron sendas reverencias mientras uno a uno iban saliendo de la recámara guiados por el mayordomo.

Una vez el último hubo salido y la gran puerta de madera cerró la habitación quedó en silencio salvo por el suspiro apagado de la pelirroja que seguía en el suelo.

― Levanta ― ordenó Elsa

La chica se puso lentamente de rodillas sobre el suelo de piedras y sin dejar de sollozar levantó uno a uno los pedazos de cristal que se habían esparcido por el suelo. Tenía unos cortes profundos en los brazos y su cara estaba algo ensangrentada y manchada de vino.

― En serio estás lastimada, ¿por eso estás llorando?

― Mis lágrimas no tienen nada que ver con los cortes ― dijo en un suspiro apenas audible

Elsa creyó saber a qué se refería.

Pasó un momento de incómodo silencio en el que ninguna dijo nada.

Elsa se inclinó frente a ella y le ofreció su pañuelo.

Las miradas de ambas se cruzaron durante unos segundos.

Entonces Anna apartó la vista e ignorando el pañuelo se giró para recoger la bandeja del suelo.

― No necesito tu ayuda ― dijo con voz temblorosa

Ambas permanecieron en el suelo unos instantes más hasta que Anna se dispuso a levantarse.

Elsa la tomó del brazo y la reacción de la pelirroja fue inmediata.

― ¡Lo siento! No quería lastimarte ― dijo Elsa apartando la mano enseguida

― Es un poco tarde para eso ― susurró Anna

Elsa se puso de pie y caminó hasta quedar frente a la chica que aún seguía de rodillas sobre el suelo.

Sus ropas, de aspecto frágil y humilde, habían quedado empapadas por el vino y la sangre que corría escasamente por sus brazos.

Elsa sintió un nudo en el pecho.

― Escucha Anna, yo-

― Déjalo ― la interrumpió la pelirroja mientras se ponía de pie

Tomó entre sus manos la bandeja que contenía los trozos de cristal y se sacudió las ropas. Acto seguido hizo una ligera reverencia

― Excuse mi torpeza majestad, no volverá a suceder

Dicho esto caminó hacia la puerta y sin decir nada más la abrió para salir por ella dejándola cerrada tras de sí dejándola plantada en el medio de la estancia como una estatua, sin vida.



― Desearía que esta noche durara para siempre

― Yo igual

La luz de la luna acarició su espalda suavemente dejando ver las cicatrices

― Perdóname

― No te disculpes, no es culpa tuya

Una ligera y pálida neblina subía de a poco por las paredes exteriores tiñendo la noche del otro lado de la ventana con un manto casi invisible de tierna blancura

Entonces comenzó a llorar.

Y con su llanto las lágrimas de ella afloraron también.

― Supongo que es la última vez ― dijo entre sollozos

― Al menos nos queda esta noche ― respondió ella casi sin voz

Una nube ocultó la luna bañándolas en oscuridad mientras acariciaban sus labios y sus bocas.

Todavía tenían unas horas.



La voz del obispo la devolvió de sus recuerdos

― ¿... hasta que la muerte los separe?

Elsa guardó silencio unos momentos.

Frente a ella un apuesto y gallardo caballero de tez pálida y hermosa cabellera roja le sonreía sin mucho entusiasmo. Quizás compartiera sus mismas penas.

― Acepto

― Por la autoridad de Dios Padre todopoderoso y la santa iglesia unimos a sus majestades y sus reinos en santa alianza

Agachó la vista. Una pequeña y minúscula mancha guinda mordía el vestido desde abajo.

Se había manchado con el vino.

Por lo menos el velo escondería sus lágrimas.

Elsanna OneshotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora