Desorden

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Estaba segura de que esa chica me estaba siguiendo, no podía ser de otra manera, ya era la cuarta vez en todo el día que la veía. En la acera de enfrente, dentro de una tienda de conveniencia, cruzando la calle, esperando el autobús. Nuestras miradas se cruzaron en un par de ocasiones y en sus ojos pude ver un brillo de complicidad, una chispa. No cabía duda, me había estado siguiendo toda la tarde.

Finalmente decidí confrontarla cuando la vi sentada en una de las bancas de la enorme plaza al abrigo de la sombra de un gran árbol y con un libro en la mano.

― Hola ― le dije por todo saludo mientras me sentaba a su lado. Ella me sonrió suavemente y cerrando el libro que tenía entre las manos correspondió a mi saludo

― Hola ― me contestó

― ¿Has estado siguiéndome? ― le pregunté sin rodeos

Ella pareció confundida, la mirada que me lanzó me causó cierta incomodidad pero no me dejé amilanar. Finalmente desvió la vista y respondió

― Qué preguntas más raras haces ― dijo mientras jugaba un poco con sus dedos desviando mi atención

― ¿Lo hacías? ― insistí

― Por supuesto que no ― soltó ella mirándome frente a frente

La miré unos segundos evaluando sus ojos, soy muy buena para leer a las personas y tras un momento decidí que podía darle el beneficio de la duda

― Me llamo Anna ― dije alargando mi mano para saludarla

― Elsa ― ella estrechó mi mano y pude sentir la suavidad de su piel y su agarre delicado pero firme. Recuerdo haber pensado que esas eran las manos de una chica de la alta sociedad.

Hablamos por un rato. Ella era muy simpática, amable y se reía de todos mis chistes. Nuestro encuentro parecía predestinado.

Luego de hablar durante horas ella tuvo que irse porque necesitaba visitar a un pariente en el hospital o algo así.

― ¿En qué hospital? ― le pregunté

― En el Hospital Abraham Maslow ― me contestó y pude notar un ligero sonrojo en ella aunque no entendí por qué

― Oh, genial, puedo llevarte si quieres, tengo una cita ahí ― dije saltando de alegría por dentro

Ella dudó un momento antes de aceptar de buena gana y ambas nos encaminamos a mi auto para ponernos en camino al hospital.

Luego del corto viaje en el que seguimos hablando y riendo nos bajamos del auto. El hospital es un enorme edificio de al menos unos 20 pisos de alto con la fachada por entero pintada de un blanco inmaculado y las palabras Abraham Maslow Hospital adornando la estructura. Posee un enorme estacionamiento y rodeando a este un gran campo verde lleno de arbustos florales y enormes árboles de sombra que le confieren al espacio un aspecto mucho menos serio del que cabría esperarse. Parece un enorme y lujoso hotel.

Nos despedimos en el estacionamiento, pude ver en los ojos de Elsa que no deseaba irse pero no había remedio, ella debía visitar a su familiar enfermo y yo tenía programada una cita rutinaria de por lo menos una hora.

Dejé que entrara primero simplemente para no hacerla sentir presionada y pasados unos minutos entré también. Dentro ya estaban esperándome mi madre y el Doctor Pau Albert a quien yo cariñosamente llamaba Pabbie.

― Hola Anna ― me saludó el hombre una vez entré a la consulta, ― ¿has tenido un buen día?

― Ha estado de maravilla Pabbie ― le dije conteniendo mi emoción pues mi madre estaba ahí

Elsanna OneshotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora