A lo lejos aulló un lobo

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Los gritos de los hombres llenaban el aire viciado de muerte fuera de los muros de palacio. El choque de las armas y el rugido de miles de voces sedientas de sangre hacían vibrar las ventanas con sus grandes vitrales como un terremoto que avanzara por el reino y subiera por las paredes hasta alcanzar el cielo tiñéndolo de rojo.

Anna caminaba nerviosamente de un lado al otro de la amplia habitación. Sus manos temblaban y sentía la garganta seca al igual que los labios. Se pasó la lengua húmeda por encima de estos y un sabor salado y amargo le asaltó las papilas a la vez que un ligero ardor se extendía por sus labios.

Al otro lado de la enorme puerta del balcón se encontraba Elsa, de pie con su reluciente armadura blanca como la nieve gritando a viva voz la arenga a los soldados que bramaban como bestias salvajes. Junto a ella se encontraban Kristoff, Capitán General del Ejército Real, Mattias, Capitán al mando de la Guardia Real y Olaf, el Arzobispo del reino.

Los gritos de Elsa eran apenas audibles entre el estruendoso rugir de la tropa.

Entonces Anna vio la señal y tras respirar hondo un par de veces se dirigió con paso tembloroso al balcón y se posiciono junto a Elsa, entre esta y el Arzobispo

― Y ahora, he de partir a la guerra con mi gente. No teman, poderoso reino de Arendelle, pues no estarán solos en mi ausencia ― Elsa se volvió hacia Anna y le dirigió una mirada cansada pero llena de fe y esperanza. Anna temblaba de pies a cabeza

Elsa se giró hacia Mattias y Kristoff que asintieron sobriamente

― Yo, Elsa I, Reina de Arendelle, designo a mi esposa, Anna de Norway, reina de Arendelle en mi ausencia

Un bramido cruzó el público. Una mezcla entre confusión y júbilo que hacía dolor los oídos.

Elsa levantó el brazo en señal de silencio y el griterío disminuyó aunque no cesó del todo

― Anna ha demostrado ser una persona capaz, ciudadana ejemplar, líder innata y fiel esposa, confío en que bajo su reinado Arendelle se alzará con la fuerza de un león y el poder de un dragón

Otro estallido de gritos que crecían poco a poco hasta un paroxismo desenfrenado llenó la plaza.

Anna se apostó en el pequeño podio frente a todos y se hincó ceremoniosamente.

― Ahora ― dijo el arzobispo dando un paso al frente con la reluciente corona de oro entre las manos ― por la voluntad de Dios, padre todopoderoso y en virtud del poder que el cielo y el noble reino de Arendelle han conferido a mi persona, ― como el cáliz de la comunión, levantó la corona frente a sí haciéndola brillar a la luz del sol que se alzaba en el cenit del día. Tras un par de segundos, se giró hacia Anna descendiendo la corona hasta su cabeza pelirroja ― nombro a Annabelle Bernadotte de Norway, Reina Anna I de Arendelle ― la corona tocó su cabeza y el arzobispo cerró los ojos como si orara, ― por la Gracia de Dios y debido a la Constitución del Reino

El arzobispo dio un par de pasos hacia atrás con aire solemne y Anna se levantó lentamente hasta quedar frente a frente con el pueblo agitado

Una multitud de aplausos escandalosos y gritos de alegría estalló una vez más mientras los miembros del ejército golpeaban sus escudos con las espadas y gritaban con voces roncas el nombre de la recién nombrada reina.

Tras unos minutos con el brazo en alto Elsa logró controlar de nuevo el furor de la gente y prosiguió con su discurso

― Pueblo mío, mi fiel ejército ― se detuvo un instante y prosiguió con parsimonia, ― la oscuridad se cierne sobre nuestro querido reino, la bruma de lo desconocido y el fuego del mal nos acechan, pero puedo asegurarles que Arendelle prevalecerá. Cortarán nuestras lanzas, destruirán nuestras armaduras y quebrarán nuestras espadas pero nuestro espíritu, nuestro coraje y nuestra lealtad permanecerán inmutables como el diamante, puras como el agua de rocío, fuertes como la roca.

Elsanna OneshotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora