Hoy la vi. Fue casualidad, como tantas otras veces. Yo estaba junto a la calle en la acera del café sentada en mi mesa habitual mirando la habitual calle en un habitual día de invierno tomando el habitual café americano con vainilla y buñuelos caseros a la hora habitual. De hecho, todo en mi vida parece habitual, los días, las personas, la rutina, la comida, el clima. O al menos así lo parecía hasta ella.
Cuando la vi hoy no pude evitar sonrojarme, como me era habitual. Sin embargo esta vez pude sostener su mirada en lugar de solo desviar la mía y limitarme a observarla de reojo. Esta vez no.
Me miró al pasar, con esos ojos azules tan hermosos y esa mirada suya tan profunda. Tuve ganas de hablarle, de levantarme de la mesa y ofrecerle un bocadillo, un café, lo que fuera. Me limité a sonreír y tratar de no morir agobiada por los nervios que me ataban al asiento de madera tallada.
Se veía hermosa, como habitualmente lucía. Con su larga cabellera rubia ondeando al frío viento invernal mientras la pálida luz del sol la hacía brillar de una forma que me parecía mágica. Como era lo habitual iba vestida sencillamente, a veces con unos simples jeans y un largo abrigo negro, otras con un pantalón casual y un suéter tejido, a veces con una ligera falda que ondeaba al compás de su cabello y una sencilla blusa lisa con una chaqueta por encima.
Esta vez llevaba un pantalón celeste con botas altas y una gran chaqueta que se mecía a sus espaldas y flotaba tras ella como si el mismo mar siguiera sus pasos. Una linda camiseta blanca complementaba el atuendo.
No podía evitar mirarla cada vez que pasaba frente al café en el que, por casualidad, entré cierto día para relajarme sin intenciones de volver otra vez.
Ese día, lo recuerdo bien, iba camino de mi casa directo del trabajo como habitualmente lo hacía, los rayos del sol se colaban por entre los abedules de la acera y el habitual barullo del centro inundaba mis oídos. Enfile por la misma y habitual calle de siempre y me dirigí a la habitual estación del metro a tomar el tren habitual que me habría de llevar por el habitual camino de siempre hasta mi casa.
Ese día, sin embargo, sentí unas ganas para nada habituales de una taza de café con vainilla y como impulsado por el destino, el adornado cartel del establecimiento se meció ante mis ojos con delicadeza. Decidí entrar y pedir una taza. Aquel era el café más delicioso que había probado en mucho tiempo. Permanecí sentada en el interior por unos cuantos minutos observando la calle y las personas que desfilaban sin cesar por estas.
Entonces la vi, con su hermosa melena rubia ondeando tras sus hombros. Caminaba con paso lento y elegante y sin embargo sus zancadas eran largas por lo que rápidamente la perdí de vista. No estaba segura de haber visto bien pero parecía como si un ángel hubiese descendido del cielo.
Al día siguiente di la vuelta en la misma calle con la intención de hacer mi recorrido habitual hasta la estación pero algo tiró de mí hacia el café y sin pensarlo dos veces entré. Pedí una taza de café americano con vainilla y esperé. El qué no lo sabía pero estaba segura de que debía permanecer dentro del café, esperando.
Entonces, una vez más como una visión del cielo, sus ojos azules aparecieron por la calle nuevamente. Eso era el paraíso.
Desde aquel día tomé el hábito de entrar al café y pedir una taza de café americano con vainilla acompañado de los deliciosos buñuelos caseros que eran la especialidad de la casa. Y espere, cada día, a la hora habitual esperé. Sin importar el día, el clima, el ruido o la muchedumbre esperé. Y cada día, sin importar el clima, el bullicio o el viento helado, ella hacía su habitual recorrido calle abajo hasta pasar frente al café y perderse finalmente en la esquina opuesta.
No necesitaba más, por ahora. Era feliz viendo su rostro, admirando su hermoso cabello y perdiéndome aunque fueran solo un par de segundos en sus ojos celestes que parecían contener en ellos todo el tiempo de la humanidad habido y por haber.
Eso era suficiente.
La seguí con la mirada hasta que desapareció por la esquina como era habitual. Entonces cerré los ojos y suspiré. El viento que soplaba parecía encajar su recuerdo en mi memoria y permanecí un rato largo sin abrir los ojos y pensando en ella.
Entonces una mano tocó mi hombro.
Abrí los ojos y el sol me dio de lleno en la cara, ofuscándome. Cuando la blancura abandonó mi vista pude distinguir una figura recortada contra el brillante sol del atardecer
- Hola – me saludó con voz grave y cálida al tiempo que se sentaba a mi lado, - vienes muy seguido aquí ¿verdad?
Pude sentir el calor de su cuerpo que se deslizaba por el asiento hasta quedar a pocos centímetros de mí y no pude vitar sonrojarme
- Es mi lugar favorito – me limité a decir, aquello era como un sueño
- El mío también – contestó ella recorriendo el lugar con la mirada
- ¿De verdad? Nunca te he visto por aquí antes
- La calle, hablo de la calle – me contestó con una sonrisa – Soy Elsa - dijo extendiendo una mano con largos y finos dedos
- Anna
Nos estrechamos la mano y ella posó sus ojos sobre mí, entonces supe que no existía otro lugar en el que quisiera estar.
Cerró el diario con parsimonia y contempló la estancia vacía que tenía frente a sí. La mudanza no había sido fácil pero al fin estaba ahí
"Nuestro santuario" pensó al tiempo que recorría con la mano las paredes tapizadas de la sala. En el pasillo, decenas de cajas de cartón se apilaban una sobre otra dificultando el paso.
Una voz la llamó desde la puerta
- ¿Anna?
Se dirigió hacia allí para ver como Elsa hablaba con un alto hombre de hombros anchos y facciones amables
- Los muebles llegaron
- Ya era hora – Anna se las arregló para pasar por entre las cajas y se puso junto a Elsa
- Amor – dijo Elsa con tono severo, - las cajas
- Oh cierto
Anna se adentró de nuevo en la casa y miró las cajas que de pronto parecían haberse multiplicado.
"Me tomará años despejar el pasillo" pensó al tiempo que bajaba los hombros con resignación
- Creo que necesitas ayuda – dijo Elsa a sus espaldas y tomó una caja para ayudar a hacer espacio, - me hechas una mano –
Anna la siguió mirando por unos segundos más y luego se puso manos a la obra
Desde Elsa la vida había dejado de ser habitual y se había convertido en una emocionante aventura.
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Elsanna Oneshots
RomanceHistorias cortas y variadas sobre Elsanna, el ship entre Elsa y Anna, personajes de Disney protagonistas de Frozen Y Frozen II CONTENIDO YURI