Cuando un agudo dolor en el vientre la despertó, por unos segundos no supo dónde se encontraba. Por un momento creyó que se había quedado ciega pues una gran blancura inundaba todo cuanto la rodeaba pero pronto comprendió que se hallaba realmente en un gran claro nevado en medio de un enorme bosque de abetos. La nieve formaba una gruesa capa que sumergía el paisaje en una fría colcha de blancura prístina.
Anna se levantó con mucha dificultad. Tenía el vestido rasgado y ligeramente cubierto de nieve al igual que el cabello. Debió haberse desmayado, no sabía por cuánto tiempo, permitiendo que la nieve que caía lenta pero incesantemente la cubriera poco a poco.
Se puso en pie y se pasó una mano por el vientre y pudo notar que algo cálido la empapaba, la apartó y la puso frente a sus ojos. Un líquido espeso color carmín la teñía por completo. Anna tosió con cierta dificultad y un profundo y agudo dolor le atravesó el pecho.
Lentamente comenzó a caminar adentrándose en el boque que rodeaba el enorme claro.
Conforme penetraba en la espesura de los blancos troncos el calor fue envolviendo nuevamente su cuerpo y la nieve se hacía menos espesa, facilitando la marcha.
Caminaba con torpeza y no podía evitar tropezar y caer cada pocos metros. Sin embargo, a pesar del dolor de sus músculos cansados, el agudo ardor de su costado herido y la niebla en su cabeza que amenazaba con vencerla una vez más se levantaba con dificultad y volvía a emprender el camino. Sabía que si se permitía cerrar los ojos una vez más jamás los abriría de nuevo.
Hacia donde se dirigía no lo sabía, solo sabía que tenía que huir. Huir de las llamas, el acero y la muerte que se habían apoderado del reino.
Mientras andaba, en su mente se dibujaron una vez más las horribles siluetas del infierno. La gente que corría aullando por las calles, las casas reducidas a cenizas, el palacio convertido en una gran bola de fuego.
Anna sabía que aquello debía ser una horrible pesadilla. En cualquier momento despertaría y Elsa estaría a su lado.
Los cuerpos se amontonaban en las calles, sin vida; las mujeres eran sacadas de sus escondites a rastras y despojadas de sus ropas, al igual que los niños mientras los hombres caían muertos nada más ser descubiertos. Los gritos llenaban el aire con la pestilencia de la muerte.
Anna volvió a tropezar y su rostro se encontró con la gruesa raíz de un gran árbol que sobresalía del camino. Sintió como una punzada de dolor se extendía desde su frente y algo cálido bajaba por su cara hasta su boca. Anna notó el asqueroso sabor metálico y quemado que asaltó su lengua.
Una vez más trató de levantarse pero su cuerpo se resistía. Sentía como si cada uno de sus músculos fueran de piedra y tenía lo horrible sensación de que la cabeza en cualquier momento se desprendería de su cuerpo y rodaría por el camino.
Volvió a intentarlo pero una vez más resbaló y solo el suelo la acogió.
Algo ardiente y pesado castigaba su garganta y seguía su camino hasta su cabeza.
Sin poder evitarlo Anna comenzó a llorar. Todo había terminado.
Gruesas lágrimas caían sobre la tierra cubierta parcialmente de nieve. No lloraba por ella, morir no le asustaba. Lo hacía por Arendelle, por su gente, por esos niños despojados de su inocencia, sus madres humilladas y sus padres sepultados bajo una pila de cadáveres y fuego.
Lloraba también por Kristoff que la había defendido hasta el último momento. Por Sven, el reno, que había entregado la vida por su amo. Por Olaf a quien nunca más escucharía haciendo preguntas tontas ni vería tomando el sol en verano.
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Elsanna Oneshots
RomanceHistorias cortas y variadas sobre Elsanna, el ship entre Elsa y Anna, personajes de Disney protagonistas de Frozen Y Frozen II CONTENIDO YURI