Besos de Luna

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No sabía por qué pero debía correr. Y así lo hizo.

El viento gélido azotaba su rostro y podía sentir su pecho arder por el esfuerzo. Los músculos de sus miembros agarrotados dolían, como si protestaran por el ejercicio. Debajo de ella podía sentir el firme suelo bajo sus pies desnudos cubierto por hojarasca y piedras que le herían con cada paso.

En lo alto la Luna la seguía impasible, observándola como un ojo gigantesco y omnipresente en el firmamento. Su luz pálida se filtraba por entre las hojas de los abedules proyectando sombras tenebrosas y desdibujadas en el estrecho sendero cubierto por dorados destellos.

Siguió corriendo sin prestar atención al dolor que poco a poco crecía en su pecho.

Sentía un hueco en el estómago y un escalofrío subía cada tanto por su espalda haciéndola temblar con esa sensación tan incómoda. En su pecho podía sentir un vacío que se hacía más grande con cada paso que daba, un vacío que crecía desde el corazón y llenaba poco a poco su cabeza y su cuerpo. Un presentimiento

"Debes calmarte Elsa, detente"

Pero no podía. Era como si su cuerpo no fuera más de ella sino un mecanismo autónomo que siguiera una ruta específica. A lo lejos pudo distinguir el fiordo.

"No debe ser nada. Debo calmarme. Respirar"

Como una señal, un dolor agudo en su costado la obligó a detenerse a la vez que sus pulmones se expandían con violencia para recuperar el aire.

Apoyó una mano temblorosa en un abedul a la orilla del camino cuyo grueso tronco blanco parecía brillar a la luz de la luna.

Respiró hondo durante un par de minutos sin cambiar su postura. Una punzada atacaba su costado cada vez que el aire entraba por su nariz recordándole las consecuencias de la carrera.

Comenzó a andar lentamente siguiendo el sendero que se perdía entre la oscuridad. Levantó la vista y el amplio fiordo iluminado bellamente por la luz de la Luna le ofreció una postal increíble.

Caminó un par de metros más y luego se sentó en una gran roca gris de bordes redondeados que parecía sacada de lo profundo de un río. Vista con detenimiento, recordaba un poco a los Trolls, incluso un poco de musgo verde oscuro era visible en la oscuridad platinada de la noche.

Arendelle dormía. Solo la débil luz de las farolas y unas cuantas antorchas rompían la penumbra nocturna que, iluminada por la Luna, dotaba a la ciudad de un aire aletargado, como si estuviera perdida en el tiempo, petrificada para siempre en un universo de cristal como las esferas decorativas que venden en las tiendas de regalos. Incluso a Elsa le pareció que podía estirar la mano para agitar esa esfera inexistente y hacer caer la nieve artificial sobre los contornos desdibujados de los edificios.

Parecía que no había nada fuera de lugar. La noche era silenciosa y pacífica y solo el rumor del viento y el choque suave y monótono de las olas contra el muelle y el fiordo rompían la quietud de la soledad nocturna.

Había tenido una pesadilla, un sueño intranquilo.

No era como las típicas pesadillas inquietantes que despiertan a uno a mitad de la noche empapado en sudor sin saber distinguir si el sueño aún continúa o si ya se ha despertado.

No aquella fue una pesadilla muy diferente. Una especie de bruma que cubría su cabeza, como si un crepúsculo onírico se cerniera de pronto sobre el lecho, envolviendo ambos mundos en un juego de sombras de el que no había escapatoria.

No había soñado, y si así era no lo recordaba. Tan solo recordaba la bruma y el dolor. Un dolor seco y asfixiante que parecía provenir de todos lados y de ninguno. Un dolor que envolvía el cuerpo y el espíritu, haciendo mella en la mente pero sin llegar a herir realmente.

Era una sensación horriblemente sofocante. Nunca había sentido algo parecido y cuando se despertó no lo hizo entre sollozos ni sudando copiosamente sino que pareció caer en un abismo que la precipitó hacia ningún lado y cuando abrió los ojos tuvo la horrible sensación de flotar en el aire a pesar de que podía sentir el contacto del lecho contra su piel. Aquello era como flotar en un líquido viscoso que le impedía moverse.

Tras un par de minutos esa sensación aterradora desapareció de golpe y pudo levantarse. Sin embargo no se encontraba tranquila, Ese sueño le había dejado un hueco en el estómago y antes de que pudiera darse cuenta estaba corriendo hacia Arendelle, hacia su hermana.

De pronto un tenue silbido la sacó de sus pensamientos y la devolvió al mundo real. Un silbido agudo pero rítmico que parecía subir y bajar por entre los árboles. De inmediato reconoció aquel sonido tan peculiar

― Gale ― Saludó Elsa mientras Gale describía círculos alrededor de ella, ― ¿Tampoco puedes dormir? ― dijo preguntándose si en realidad los espíritus necesitaban dormir

"Por lo menos Bruni y los gigantes lo hacen"

― ¿Sabes? ― siguió hablando dirigiéndose al espíritu ― tuve un sueño bastante raro, parecía como si no tuviera cuerpo o como si fuera incapaz de moverlo ― siguió con la mirada las hojas que cruzaban el aire frente a ella ― Supongo que tú sabes mucho del tema ― dijo con una risilla

Gale dio un par de vueltas y describió un largo arco en el aire por toda respuesta.

"Creo que la broma no le hizo mucha gracia" pensó Elsa

Había aprendido a reconocer los giros y vueltas de Gale y a interpretarlos de manera más o menos acertada aunque era demasiado complicado sostener charlas largas con él.

Se levantó de la roca y se percató que el dolor en su costado había desaparecido.

― Ven Gale, vamos a casa. Debería dormir

El espíritu la rodeó un par de veces y luego se alejó con dirección al bosque.

Elsa se dispuso a seguirlo cuando una voz a su espalda la sobresaltó

― ¿Elsa?

Se giró rápidamente y sus ojos se cruzaron con los de Anna que, envuelta en una capa de color oscuro que le cubría los hombros se encontraba de pie a unos cuantos metros de ella

― Anna ― dijo Elsa y se precipitó a los brazos de su hermana

― Elsa ¿qué haces aquí? ― dijo Anna estrechándola contra su pecho en un abrazo cálido lleno de añoranza

― Quería verte ― dijo Elsa sin soltarla

― ¿Verme?

Se separaron por fin y Elsa tuvo ganas de llorar de alegría pero se contuvo

― Sí, yo... Tuve una pesadilla

Anna la miró un par de segundos

― También yo

Ambas se miraron, al parecer no hacía falta describir ese sueño, ambas habían sufrido la misma pesadilla

― ¿Crees que se trate de una señal? ― dijo Anna un tanto preocupada

Elsa reflexionó un momento. De pronto, como si la respuesta le hubiera llegado directo del suave viento que agitaba la cabellera de Anna lo entendió. Sonrió

― No lo creo

Se acercó a Anna y la tomó de la mano

― Me parece que sé que significa

Las estrellas titilaban en lo alto y la Luna daba de lleno sobre la roca en que, durante un par de horas, ambas charlaron y se abrazaron como si el tiempo y el mundo hubieran desaparecido de pronto.

Elsanna OneshotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora