Sin embargo él siguió andando cada vez más rápido, sin importarle la lluvia que le caía encima. Aceleré el pasó y le llamé por su nombre tres veces más obteniendo la misma respuesta.
Entonces me paré en seco.
- ¡Te quiero! - dije todo lo alto que pude.
Él se giró rápidamente.
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- Te quiero - repetí - Me obligué a mi misma a que no fuera así, no quería salir dañada. Pero no puedo evitarlo, no puedo sacarte de mi cabeza - miré al suelo cuando una lágrima corrió por mi rostro.
De repente sentí unos dedos firmes bajo mi barbilla que me obligaron a levantar la mirada y vi los ojos profundos de Sweet Pea. Parecían estar buscando algo dentro de los míos.
- ¿Pensabas que te haría daño? - me preguntó.
- Pensé que te darías cuenta de lo poco que soy en realidad y que me dejarías. Tenía miedo de volver a acabar con el corazón roto.
Me acarició la mejilla con el pulgar.
- Yo pensaba lo mismo.
Se lanzó a mis labios y yo le correspondí con un profundo beso que me llenó de electricidad.
- No sé cómo haces que todo mi cuerpo reaccione así a tí, pero no quiero que pares.
