◦•●◉ ¢αρíтυℓσ 26: ησѕтαℓgια ◉●•◦

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La nostalgia siempre ataca. Tarde o temprano, te hará recordar tiempos más felices. 

¿Por qué? ¿Por qué nuestra mente nos tortura de esa manera? ¿Por qué te hace sentir contentos para darnos un golpe de realidad tan duro del que no puedes recuperarte completamente?

Porque es parte de crecer, lamentablemente. Tienes que aprender a superarte para seguir adelante y triunfar en el futuro. Puedes llamarlo, "instinto de supervivencia" si gustas.

- Geno... - Llamó amablemente la cuidadora despertándolo de su sueño. - Buenos días cariño, ¿Quieres bajar a desayunar? -

Sonrió asintiendo para levantarse de la pequeña cama en la que estaba y empezar a vestirse. Si, estaba en el orfanato, y para sorpresa de muchos, era un lindo lugar. Un patio repleto de niños junto con cuidadores cariñosos y atentos que recibían familias a diario para que algún afortunado chiquillo tenga un nuevo y definitivo hogar.

No podía quejarse, lo trataban muy bien. Era el "niño estrella" de la residencia: El mejor portado, el más ordenado, el más educado, el más "cotizado".

Ya tenía una pareja de jóvenes que querían adoptarlo, y, afortunadamente para ellos, era la primera vez que alguno de los candidatos le caían tan bien como para aceptar la propuesta. Aún seguía el papeleo en curso, pero ya estaba casi seguro de que en unos días se iría de su casa para mudarse y comenzar de cero otra vez.

Terminó con rapidez el tazón de avena que le habían servido y lavó su plato en unos segundos para subir las escaleras como un rayo. Quería terminar de leer la biblioteca entera antes de irse de allí. 'Aunque encuentre los mismos libros, no será lo mismo.' Respondía cuando le preguntaban al respecto.

Sollozos, escuchaba sollozos apenas entrar a la habitación. Se alteró, ¿De dónde provenía el llanto? ¿Quién era? Confió en sus oídos y empezó a caminar en instinto. Paró en seco, veía a un niño pequeño, se notaba que era mucho más pequeño que él. Lo había encontrado en la zona más apartada y oscura, temblando mientras abrazaba sus rodillas sin fuerza.

Moreno, cabello negruzco revuelto, y unos lentes de borde rojizo se encontraban a su lado. No sabía que hacer exactamente, ¿Por dónde comenzar si quiera? No llamó a nadie, sería lo mejor. Si estaba ahí, significaba que quería estar solo, y traer ayuda podría empeorar el asunto. - Hola... - Dijo en un susurro para encontrarse con unos bellos ojos de color ámbar. - No voy a acercarme más, lo prometo. - Contestó rápidamente al ver como el menor se apegaba a la pared en busca de seguridad. - Solo quiero saber como te llamas. - Sonrió manteniendo su tono de voz ligero para no alterarlo.

Se sentó alejado de él, sin hacer nada, solo observando. Unos minutos pasaron, no recibía palabra alguna, pero cada vez lo notaba menos estresado por su presencia. - Yo soy Geno. - Rompió nuevamente el hielo esperando una minúscula respuesta.

- Error. - Escuchó en un fino hilo de voz. La emoción lo recorrió, al fin estaba haciendo un avance con el pequeño.

No pudo evitar sonreír. - Hola Error. ¿Eres nuevo aquí, verdad? No te había visto antes. - Fijó su vista en las diminutas manitos del niño, tenían heridas, demasiadas y todas eran circulares. 'Eso explicaría su miedo al acercarme.' Concluyó mentalmente.

Asintió suavemente, aún algo asustado. - Llegué hace unas horas. - La respuesta esta vez fue un poco más segura que la anterior. Por eso no lo había visto, llegó antes de que el resto, incluyéndose, despertara.

- ¿Y estuviste aquí desde entonces? - Silencio nuevamente. - Tomaré eso como un si. - Asumió en voz alta. - ¿Puedo saber el por qué? - Odiaba ver llorar a alguien, en especial a los niños, que para él eran querubines en carne y hueso.

◦•●◉єℓ ¢ιєℓσ єѕ α мσтαѕ◉●•◦ [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora