CAPÍTULO 37

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DIABLO

La llevo a rastras a la mansión de Moscú, es hora de enseñarle a ésta estúpida que debe tenerme miedo. No entiendo la razón de su pataleta pero no voy a permitir que me deje en ridículo delante de mis socios.

Afortunadamente el tipo al cual pretendía besar no era nadie importante, sólo uno de los tantos peones y fichas de juego en este negocio, porque de lo contrario estaría metido en otro embrollo por culpa de ésa puta.

— Andando— le exijo llevándola escaleras abajo, en dirección al sótano de la gran mansión.

Busco en mi bolsillo la llave de una de las puertas del lugar, pero mis ojos se van directo a ella, y maldita sea la sangre que le cubre el rostro porque lo único que hace es hacerla ver más provocativa.

— Desnúdate— le ordeno

— No voy a follar contigo, Diablito

¡Ja! Cómo si eso lo decidiera ella.

La empujo con fuerza contra la pared y sujeto fuerte su mandíbula.

— Tienes razón, no vas a follar conmigo porque hoy no te tengo ganas, ya te lo dije— sus ojos me miran y su Maldita boca me pide a gritos que la bese.

Tal vez debería engraparsela y acabo con esta puta tortura de una vez

—;¿Seguro Diablito?— mueve sus caderas frotándose contra mi erección.

¿Porqué demonios esta puta me gusta tanto?

Rasgo su vestido y con éste le limpio el rostro, las manchas secas de sangre le manchan la piel y el moño que traía en el cabello luce desecho.

Por instinto busco su boca y rozo mis labios con los suyos

— No estoy así por ti, Reinita. La rubia también me pone— susurro.

Ella se lanza contra mi boca y es la que da inicio al beso que no detengo. La ira me toma y golpeo la pared varias veces en frustración.

Odio desear tanto a ésta maldita.

Me separo de ella y abro la puerta de la pequeña habitación, empujándola dentro.

—Que duerma bien, su majestad— me despido con sarcasmo antes de cerrar la puerta con llave.

Sus gritos resuenan por toda el sótano, pero son gritos cargados de rabia, odio y frustración, ni siquiera grita por temor a las ratas y tarántulas que llenan esa habitación.

Subo al salón principal y me sirvo un trago mientras contemplo la vista, unas cuantas horas allí no le caerían mal a la Reina.

Reviso mi teléfono encontrándome con varios mensajes de Sasha, mensajes que ignoro porque debo concentrarme en algo más importante.

Traelo a la mansión, junto con sus pertenencias.

Le envío el mensaje a Mike quien se encarga de todo.

Dos horas más tarde, la camioneta de Mike se estaciona frente a la mansión, éste trae el equipaje rosa que llevó Angie a las Maldivas,  mientras que sus hombres traen al sujeto encapuchado.

— Llevenlo al sótano, a la sala de torturas— ordeno

—¿ Dónde está?— pregunta Mike refiriéndose a la chica, supongo.

— Con sus amigas, las ratas— le ofrezco un trago el cual rechaza

— Tengo prisa, aquí está todo— me entrega el sobre que le pedí y me señala la maleta.

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