Corazón de perro

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Notas: estoy viva xd. Ah, este es un capítulo de transición. Creo que pronto volveremos a la acción. El quinto año está por terminar, ¡viva! Por cierto, varias personas han contribuido a crear una playlist uwu, revísenla si tienen tiempo, hay recomendaciones muy interesantes.

Capítulo XXXII

Corazón de perro

{O de cómo la gente cree que puede controlar el sentir y el comportamiento de otros.}

Hermione llegó a la casa de la familia Weasley tres días después de que comenzaron las vacaciones de navidad. A pesar de que los ánimos estaban por los suelos, Molly Weasley se encargó de que se sintiera bienvenida y la instaló en la habitación de Ginny. Ron se rehusó a encontrarse con ella durante los primeros días, sin embargo, Hermione insistió y terminó imponiéndose en cuanto Ron se descuidó.

Ron no hizo mucho para alejarla luego de eso. El fuego que alguna vez ardió en él, pareció haberse extinguido. De repente, todo cobró sentido. Hermione comprendió por qué Ron se rehusó a mandar cartas o a verla. No existió ni un solo ápice el buen humor o del temperamento característico de Ron en ese momento.

Lo vio jugar ajedrez en solitario durante varias horas, lo contempló dándole golpecitos con la punta de los dedos a las piezas y murmurando números y letras al azar. Su mirada seria se centró en el tablero y en los cientos de movimientos y estrategias que aprendió a lo largo del tiempo, poniendo a prueba todo su conocimiento.

Entonces, en algún punto, Ron alzó la cabeza y la reconoció. Le sonrió, con fastidio, pero también con un aire indulgente. Hermione reconoció esa expresión. Ron solía observarla de esa manera cuando la consideraba insistente o fastidiosa, pero no podía decirle que no porque su corazón se ablandaba por y para ella.

—Una vez, antes de que empezara todo lo del club de duelo, Harry me preguntó por qué me gustaba tanto jugar ajedrez —dijo Ron, acabando con el pesado silencio.

Hermione tragó saliva y asintió en señal de que lo estaba escuchando.

—Le dije que era porque nadie me había ganado en años. —Ron inhaló y exhaló—. Harry dijo que debería de reconsiderar si me gustaba el ajedrez porque estaba invicto o, en realidad, era porque incluso si perdía, nunca iba a saborear la derrota, no con mi seguridad en este campo.

—¿Eso dijo?

—Ya sabes que dice cosas así de forma aleatoria. Se la pasa burlándose de nosotros —respondió Ron—. Le conté a Draco sobre el asunto. Draco se cruzó de brazos y puso su tonta expresión pensativa antes de agregar que, desde su perspectiva, en el ajedrez las derrotas no son para siempre, no mientras sigas jugando y que las piezas siempre vuelven al tablero luego de una jugada.

—Ya veo —musitó Hermione, puso una expresión solemne.

—Es fácil hacer sacrificios en el ajedrez —dijo Ron con voz cansada—. No creo que pueda hacer esos mismos sacrificios en la vida real, descartar a otros como si no fueran nada y manipularlos creyendo que son de piedra. No puedo desconectarme de esa manera, así que no entiendo porque alguien sería capaz de ver a mi padre como un peón y desecharlo con tanta maldad. No comprendo porque ha sido un muerto al cual sacarle provecho durante semanas. ¡¿De qué nos sirve el dinero si no podemos disfrutarlo todos juntos?! ¡¿Por qué hasta ahora me doy cuenta de que no necesitaba lujos?! He sido un hijo terrible en muchos momentos, pero yo...

Hermione vio cómo las enormes lágrimas cayeron de los ojos de Ron, una tras otra, rodando por sus mejillas, salpicando la mesa y mojando su ropa. Caminó para acercarse a Ron, extendió una mano para poder tomarlo del hombro y decirle con un silencioso toque que estaba ahí para él y que tenía todo el derecho de llorar.

Encantador de serpientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora