Capítulo XI
Gravedad
{O de cómo una fuerza invisible puede ser tirana.}
Harry se quedó sentado en su cama, con los pies extendidos y la espalda contra la cabecera. Tenía sus manos contra su regazo y la mirada perdida. Bostezó de repente. Se sentía fatal.
Tom había estado quitándole energía en menor cantidad cada vez que hablaba con él para resolver dudas o tener una charla vana. La ansiedad, la tristeza y la especie de adicción extraña habían desaparecido, pero el cansancio todavía se asentaba en sus huesos. Cuando el fin de semana llegaba ya ni siquiera tenía ganas de levantarse o de comer. Las ojeras debajo de sus ojos se mantenían junto a su pronunciada delgadez.
—Necesito hacer algo —se dijo a sí mismo. Debía de aumentar su resistencia o al paso que iba terminaría el año escolar con más problemas de salud. Tom Riddle estaba resultando ser como un maldito parasito del que no se podía deshacer. Desvincularse del diario a aquellas alturas ya no era una opción. Echó su cabeza hacia atrás, golpeándose muy a propósito contra la pared.
Odió, en ese instante, su terquedad, su tendencia a resolver todo solo, su curiosidad que rayaba en la imprudencia y su desconfianza constante. Si no fuera por todos esos defectos suyos no habría terminado con su energía vital siendo absorbida por un pedazo de alma maleducada.
Suspiró.
Su irritabilidad no sólo se debía a su situación precaria, también tenía que ver el nuevo e inútil profesor de defensa que tenía. Gilderoy Lockhart era un imbécil en toda la extensión de la palabra. Sus clases eran una pérdida de tiempo y el conocimiento obtenido en aquellas irritantes horas eran nulo. Hermione había defendido al idiota durante los primeros días, pero luego desistió y decidió unirse a él, a Draco y a Ron en sus conversaciones para criticar al intento de maestro que parecía tener cada clase un test diferente sobre "lo maravilloso que era Gilderoy Lockhart, cinco veces ganador del premio a la sonrisa más encantadora en la revista Corazón de Bruja". Además, el muy tonto se atrevió a acercársele para darle consejos sobre cómo lidiar con la fama.
Harry casi extrañaba a Quirrell con Voldemort detrás de su cabeza. Al menos su tartamudo profesor había hecho unos cuantos esfuerzos para enseñarles los hechizos necesarios para aprobar el curso.
Cerró los ojos, en su frente aparecieron arrugas y mordió su labio inferior. Los libros de alquimia que tenía descansado en su baúl eran otro de sus problemas. Siguió estudiando sobre pociones cada que tenía tiempo y también de transfiguración. Incluso retornó a sus estudios de química y física para poder comprender la dichosa rama de la magia, sin embargo, todavía no asimilaba la mayor parte del contenido.
Le era preponderante dominar la alquimia antes de proceder con su plan para cumplir con la promesa que le hizo a Tom Riddle. Harry entendió porque el último alquimista reconocido en los últimos siglos había sido Nicolás Flamel, inventor y dueño de la piedra filosofal. La alquimia era un conocimiento en parte esotérico.
Más tarde se hizo con la idea de que Riddle había leído los libros a los dieciséis años, sino ¿de qué otra manera fue capaz de recomendárselos? La idea de que el joven entendiera el contenido a la perfección lo dejo frustrado y lo llevó a la conclusión de que Tom fue brillante en su época. Un alumno tan notable que tendría que haber sido grande a la larga. Pero, por otro lado, no recordaba haber escuchado su nombre antes.
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Encantador de serpientes
FanfictionAgraciado, inteligente, sarcástico y un poco cínico. "Harry Potter, futuro antihéroe y amo del mundo". A veces, el destino que cargas en los hombros no es inevitable, pero Harry, terco como es, buscará la forma de sortearlo con ingenio e imaginació...