Matar un ruiseñor

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Capítulo II

Matar un ruiseñor

{O de cómo la gente es rápida para emitir un juicio.}

Ron Weasley y Draco Malfoy eran como el fuego y el agua, como el día y la noche, como perros y gatos, en pocas palabras, eran lo opuesto.

Harry estuvo más que seguro de que era capaz de encontrar un montón de metáforas basura para describir la relación que, al parecer, tenían ambos niños. Los vio pelear a punta de palabras y casi a golpes, era un espectáculo penoso y, por ende, divertido. Draco emanaba amargura por cada poro de su piel y Ron no se quedaba atrás. Adjetivos tales como pobre, perdedor, traidor de sangre, estirado, hijo de papá, muerto de hambre y futuro mortífago dominaron la riña.

—¿No deberíamos de detenerlos? —preguntó Blaise Zabini, el otro alumno asignado al dormitorio que Harry compartía con el par explosivo.

—Supongo, sí —respondió Potter.

—Entonces, ¿qué estamos esperando?

—¡Oh! Oh, oh. Hablabas de detenerlos justo ahora. Pensé que íbamos a resistir un poco más, ya sabes, entrometernos cuando nos aburriéramos de los mismos argumentos que pretenden ser un insulto. —Harry se cruzó de brazos.

Blaise soltó un ruido de sorpresa por las palabras emitidas por el héroe del mundo mágico, eran inesperadas. Si hubieran venido de otra persona resultarían graciosas, pero no se suponía que Harry Potter dijera ese tipo de cosas, lo correcto era que el niño que vivió fuera un ejemplo de rectitud.

—No me mires así —reprochó Harry—, no se están haciendo daño. Será bueno para ellos liberar todo su estrés por la situación ahora y no durante todo el curso, si los alejamos en este instante sufriremos a lo largo del año porque no pueden llevarse bien.

Zabini asintió. Prestó atención a la pelea Weasley versus Draco y tuvo que ahogar en más de una ocasión una risa. Si Lucius Malfoy pudiera ver las formas patéticas de su hijo en un altercado sufriría un infarto. Ron tampoco se quedaba atrás, a veces, cuando no hallaba un nuevo insulto llamaba araña fea a Draco.

Después de diez minutos, Harry decidió que era suficiente, le dio la instrucción a Blaise para que se cubriera los oídos y enseguida proliferó un grito:

—¡BASTA!

Weasley y Malfoy saltaron del susto. Voltearon a ver a Harry con desagrado y horror mezclados.

—¿Harry? —cuestionó Ron con un hilo de voz.

—¿Qué fue eso, Potter?

Harry suspiró. Por el rabillo de ojo notó que Zabini liberaba sus oídos.

—Fue una señal, están siendo irracionales —regañó Potter, con el mismo tono que usaba con los más pequeños del orfanato que eran capturados por él haciendo fechorías—. Parece que les dijeron que tenían que dormir en la misma cama y compartir cada segundo de su vida.

—¡No lo entiendes! —exclamó Draco, molesto.

—Ayúdame a entenderlo —pidió Harry.

—Weasley es un traidor de sangre, es inferior, ni siquiera merece estar en Slytherin. —Draco empezó a ponerse rojo por la furia.

Encantador de serpientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora