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Ambos estábamos acostados en mi cama, ambos sumergidos en nuestros propios pensamientos. Habían pasado unos minutos desde que habíamos tenido nuestro contactó más íntimo de todos, ambos teníamos las respiraciones calmadas y casi podía oír sus pensamientos por el gran silencio que se había formado desde entonces.

Tenía su cabeza apoyada en mi pecho y yo lo abrazaba por la cintura, temiendo tocarlo demasiado o muy fuerte, y no sabiendo realmente la razón de porqué lo hacía.

-¿Sabes, Harry? -me tomó por sorpresa su voz, apenas podía escucharla, era tan suave, como si no quisiera revelar lo que tenía por decir. Hice un sonido haciéndole saber que lo estaba escuchando y volteé mi cabeza, viéndolo -. Eres el primer chico con el que hago esto y creo que me gustas.

Abrí mis ojos un poco más de lo normal, sabía desde su confesión de hace unas horas que él no tenía experiencia alguna con chicos, dijo eso tan natural y aún así no lo pude dejar pasar, era como si mi cerebro estuviera preparado para escucharlo y analizarlo en profundidad hasta llegar a la misma conclusión: yo era el primero con un pene entre las piernas en hacerle sentir esto. Sin embargo, sus últimas palabras no esperaba escucharlas, dejándome sin palabras en la boca.

-Mírate -rió mientras lo decía, haciendo que se formaran las pequeñas arrugas en sus ojos que tanto adoraba -. Tus ojos brillaron tanto que pareces un cachorro.

Se acercó un poco, haciendo que nuestras respiraciones se mezclaran a propósito, ambas eran tan calientes que parecían quemar, mandando una señal para crear un escalofrío por toda mi espina dorsal. Terminé el espacio que aún había entre nosotros, y casi con vergüenza, junté nuestros labios en un beso tal dulce, tratando de hacerle comprender todos los sentimientos que tengo hacia él con ese simple beso que apenas duró unos segundos.

-Estoy tan feliz de escuchar eso viniendo de ti, justo en este momento -sin nada más para decir ambos nos quedamos dormidos con la hermosa sincronía que creaban nuestras respiraciones, tan tranquilas, tan profundas, tan significativas, tan simples como el latido de nuestros corazones, uno encima del otro, ambos latiendo a tan solo unos centímetros. Los centímetros que separaban a nuestros cuerpos, se hacían inexistentes al saber que ahora nuestros sentimientos estaban unidos, enlazados, rozándose, creando las más hermosas sensaciones en nuestros pechos, haciéndonos, inconscientemente, sonreír.

Y eso era lo mágico de esta situación, que algo tan simple como la respiración o los latidos del corazón estando tan cerca, hacían parecer que eras el chico más afortunado por tener a la persona que quieres a tan solo unos centímetros.

Diablos, esto es lo más cursi que he escrito y me gustó.

Pensaba hacer un maratón con los últimos 5 capítulos de esta historia, ¿qué opinan? no falta mucho para que termine.

BOXING • LarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora