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Obanai
Me acerqué a la puerta de la cocina tratando de escuchar o de ver algo, incluso lo mínimo, ni siquiera sabía qué pero mi curiosidad era más grande que mi dignidad, porque sabía que la perdería apenas Mitsuri me descubriera.
Tadashi Kagahane, un hombre alto, de tez pálida y el cabello oscuro como el mismo carbón; usaba un traje negro, color mate, camisa blanca, y la arrogancia desprendía de él. Kiyomi se veía realmente pequeña a su lado, indefensa.
—Oh, Kagahane-sama, konbanwa —saludo Mitsuri, inclinándose respetuosamente. Kiyomi estaba a su lado, con el rostro neutro y la furia emanando de todo su ser. El hombre frente a ella era su padre, había un parecido ligero en la forma en que ambos sonreían, pero nada más; el tipo no dejaba de verle el busto a Mitsuri y Kiyomi lo notó, pateando su pierna por debajo de la mesa. Maldito pervertido.
—No es necesaria tanta formalidad, Mitsuri-chan —ella le tomó el hombro con una mano y la hizo regresar a su posición normal—. No sabía que trabajarás aquí.
—La cafetería es de mi familia, la apertura fue hace un año, nos ha ido bien desde entonces.
—Oh, entonces considerame una cliente frecuente a partir de ahora —le sonrió con amabilidad. Tadashi la miraba de forma extraña, no era la forma en que un padre miraría a su hija, ni mucho menos la forma en que un hombre miraría a una chica menor que él, no. Ese hombre la miraba como si fuera su presa—, ¿nos muestras el menú?
—Claro —Mitsuri les extendió el pedazo de papel y se retiró después de que ambos tomaran su orden.
—Podría al menos disimular, Tadashi-san. Que no se le olvide que es una chica menor de edad.
—Si no lo recuerdas, estoy felizmente casado y tengo una familia que depende de mí —inconscientemente acarició el anillo que se posaba en su dedo anular de la mano izquierda, brillante y de oro.
—No, no se me olvida, ¿hay algo más que quiera dejar en claro?, tengo tarea y necesito ayudar a Inosuke con un trámite escolar, además de que esta cita ha durado más de lo necesario. Usted no desea estar más tiempo conmigo, y créame, yo menos con usted.
—Vamos, Kiyomi, ¿podrías actuar como una adolescente normal y no como la madre de Inosuke?, ya está en edad de arreglarselas él mismo. A su edad yo lo hacía —no se contuvo de rodar los ojos y dejó salir una risa amarga.
—A su edad, usted ya tenía un historial penal —él hombre apretó su mandíbula con furia—. Escuche, Tadashi-san, hemos hecho todo lo que quiso durante la tarde, pero ya estoy cansada del juego que está llevando —no había visto esa faceta, ni siquiera la conocía lo suficiente para decir que conocía del todo su forma de ser, pero la forma en que la veía en mis sueños, parecía estar un poco distanciada de la realidad. Kiyomi era diferente. Una sonrisa maliciosa llenó el rostro del elegante hombre frente a ella.
