EPILOGO (EXTRA).

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Cinco años después

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Cinco años después.

Kiyomi.

Es curioso, ¿no? La vida sigue, el tiempo avanza, el mundo cambia.

La historia sigue escribiéndose pero nuestro hilo solo continúa fortaleciéndose.

Era una mañana soleada en Tokio, suspiré al momento de retomar la consciencia tras una perfecta noche de sueño, la cama era cómoda pero no tan suave como el acolchonado bícep que yacía debajo de mi cabeza, fungiendo como almohada, su nariz estaba enterrada en mi cuello, respiraba tranquilamente mientras su mano reposaba sobre mi estómago, su pulgar estaba metido debajo de la tela de mi blusa de pijama.

Sonreí para mí misma, mordiendo suavemente mi labio para callar cualquier ruidito de emoción que pudiera escapar de mi garganta. Pues mi corazón estaba tan alegre que aún no podía creer que era tan feliz.

Las cosas avanzaron de forma rápida, y aunque nadie lo comprendía, Obanai y yo decidimos adelantar tanto como pudiéramos, buscando recuperar el tiempo perdido, apenas salimos de preparatoria terminamos buscando un lugar para que viviéramos juntos. No era un departamento lujoso ni enorme pero era nuestro, nuestro hogar, nuestro lugar de amor y paz.

—Cielo —lo llame con impaciencia, sintiendo su pierna subir sobre las mías, comenzando a aplastarme. Seguía sin comprender cómo se había puesto tan corpulento, tan fornido, era increíble e insoportable... Ahora pesaba más—, me estás aplastando.

—Silencio —respondió en un tono irritado y adormilado, su brazo libre comenzó a apretujarme, de la forma en que abrazarías a un oso de peluche, me sentí aprisionada.

—¡Obanai, me vas a sacar los ojos! —volví a quejarme, sintiéndolo suspirar contra mi oreja mientras trataba de tomar más aire, él comenzó a reírse suavemente y a morder mis mejillas juguetonamente— ¡Suéltame!

—¡Dios, eres insoportable! —él gruñó contra mi mejilla mientras aún la tenía entre sus dientes, sonaba adormilado y cansado, había cubierto guardia en el hospital por casi una semana y al fin había podido dormir en casa, conmigo.

—¿Yo, insoportable? Por supuesto —me quejé un poco, Obanai dejó ir mi mejilla y subió sobre mi, tenía el cabello tan largo que ahora lograba picar la piel de mi frente. Él había cambiado tanto en aquellos cinco años, mis manos subieron por sus clavículas y lo miré a los ojos, notando sus intensiones—. Ni siquiera lo pienses, Mitsuri me llamó para pedirme ayuda con una de las máquinas de la cafetería.

—¿A ti? ¿Y su "solecito"? —no pude evitar reírme por aquel ridículo apodo, Obanai no dejaba de repetirlo de la forma más burlesca posible. Mitsuri y Kyojuro habían comenzado a salir tras algunos años de amistad y ella había cometido el error de llamar a Kyojuro así frente a nosotros.

—Es chef, no ingeniero.

—Tú tampoco lo eres.

—Trabajé en esa cafetería casi por dos años, sé cómo arreglar esas máquinas —le dije con diversión mientras quitaba su mano que trataba de colarse dentro de mi blusa—. Quieto.

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𝐕𝐎𝐋𝐕𝐄𝐑𝐓𝐄 𝐀 𝐕𝐄𝐑 ⊹₊̇ ── 𝑖𝑔𝑢𝑟𝑜 𝑜𝑏𝑎𝑛𝑎𝑖Donde viven las historias. Descúbrelo ahora