𝟰.

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Kiyomi

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Kiyomi

—Esa no es forma de hablarle una chica, y menos a una que ni siquiera conoces —le reprendí, aún con calor en la cara y el corazón al mil por hora. Sin embargo, su rostro no cambió, una de sus cejas se alzó con altanería y después continuo hablando, con más arrogancia gorgoteando de su lengua.

—Igualmente el sonrojo no se ha ido de tu rostro, ni se irá. Aprende a lidiar con eso y después podríamos entablar una conversación normal.

—¿Lidiar con qué? Si estoy sonrojada, es por el frío, ¿qué acaso tú no te estás congelando? —froté mis manos entre ellas, sabía que tenía que haber tomado mis guantes; el tal Obanai solo negó con su cabeza en su vaivén ligero y volvió a mirarme, con esa mirada filosa y venenosa.

—Lidia con el hecho de que te intereso y eso que apenas hemos cruzado un par de palabras —el corazón me dio un vuelco y parecía haber caído en mi estómago. No, no, la situación era al revés, era él quien no dejaba de mirarme, ¿cierto?

Y aquello sucedió, cómo si el tiempo hubiese dejado de avanzar solamente para mí, porque Obanai se unió a la conversación que nuestros compañeros mantenían, a veces para insultar o regañar pero lo hizo, ignorando mi presencia por completo y  dejandome con las palabras en la boca.

—Kiyomi-chan, cuéntanos, ¿cómo es América? —Shinobu desbordaba felicidad, bastante, no era usual verla de esa forma pero logró sacarme de mis pensamientos y frenar las ganas de ahorcar al chico frente a mí.

—Es completamente diferente a aquí y no me refiero solamente a Kagaya, en comparación con Japón. La comida es tan dulce allá, hay locales de comida en todas las esquinas posibles; hay tantas plazas, boutiques, salones de belleza —sus ojos de Mitsuri brillaron, Shinobu estaba con la boca abierta—. Eran incontables, también los bosques y reservas naturales eran bellísimos. Tenían algunas bibliotecas que parecían salidas de libros antiguos.

—Norte América es increíble, pero ambos estábamos ansiosos con volver.

—Sí, Kyojuro tiene razón, extrañaba tanto la comida de mamá, mi casa y este lugar... —mi teléfono comenzó a brillar, una notificación de algún mensaje, seguramente, desbloquee el teléfono esperando ver algo más por parte de mi madre o algún amigo que ya supiera de mi regreso, pero era de alguien que no quería ver aún.

—¿Pasa algo? —preguntó bajo Kyojuro, tratando de no llamar la atención de los demás, Mitsuri y Shinobu conversaban entre sí.

—No, nada. Tengo que hacer una llamada —me aparté de la mesa, disculpándome con todos, al fondo de la terraza estaba un lugar lo suficientemente alejado. Tomé el teléfono y lo llevé a mi oreja, esperando a que atendieran.

Kiyoki —ese meloso y molesto apodo—, ¿te gustaría que llevasemos a Inosuke con nosotros? Por mí no hay ningún problema. Ha pasado un mes desde nuestra última charla.

𝐕𝐎𝐋𝐕𝐄𝐑𝐓𝐄 𝐀 𝐕𝐄𝐑 ⊹₊̇ ── 𝑖𝑔𝑢𝑟𝑜 𝑜𝑏𝑎𝑛𝑎𝑖Donde viven las historias. Descúbrelo ahora