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Doyoung fue citado a Psicología después de todo el acto. Un profesor de último año detuvo la conversación que mantenían los amigos, nada pasiva, atraído por todo los estudiantes que les rodeaban.
Encontró a Kim en un estado casi de shock, aún limpiando sus labios, al punto de rasgarlos y hacerlos sangrar.
Pronto se enteró de lo sucedido por terceros.
En la institución estaba estrictamente prohibido tener relaciones amorosas, y la regla se hacía más estricta cuando involucraba dos personas del mismo sexo, siendo la escuela conocida por la extremada religiosa y conservadora.
Con una taza estúpidamente alta de alumnos homofobicos, que corrieron el chisme como si no supiesen ya que Doyoung gustaba igualmente de niños.
Pero lo que les sorprendía era que el mismísimo Kim Junkyu lo fuese,
alegando que era un chico muy masculino, que nadie lo esperaba, una total perdida.


—Doyoung, conoces las reglas cariño.— La psicóloga en cambio no era nada de eso, solía ser bastante comprensiva y amistosa, sabiendo escuchar sin tener que dar charlas sobre por qué la solución era asistir todos los domingos sin falta a la eucaristía, que no le incomodaba porque respetaba y entendía toda clase de religión, pero era bueno de vez en cuando una ayuda más intima.— El problema no es que sea un chico, son las parejas, o por lo menos de una forma tan pública, enamorarse  tu edad es inevitable.


—Él me besó, ni siquiera le conozco.


—Doyoung, tú y yo sabemos que conoces a toda la escuela.


—Bien, pero él y yo no tenemos nada.



La mujer creyó en las frías palabras de inmediato, conociendo ese hablar muy diferente a la de un enamorado.

—¿Te beso sin tú consentimiento? Esto es más grave.


Doyoung negó.

—Aunque sea así, no quiero meterlo en problemas.

—¿Entonces sí se conocen?

—Señorita Jung...

Distinguió las lagrimas acumuladas en los cansados ojos del joven que solía dar saltos por los pasillos y salirse con la suya, muy conocido por todo el personal de la escuela, y también muy querido, especialmente trabajador.
El Doyoung que tenía al frente no era el mismo que entraba por la puerta seguido de un coordinador al encontrar paquetes de dulces en su mochila, sonriendo.
Era un reflejo del niño que entró por primera vez por las puertas de la estructura, perdido y desconsolado.
que tardó en abrirse, en mostrarse como en realidad era, con moretones en sus brazos; violetas o rojizos.

—Doyoung, no eres un chico perfecto, no intentes serlo.



El chico rompió una vez más en llanto.
No comprendía porque esas palabras de repente pesaban, dolían más que cuando se las planteaba antes de dormir.
Definitivamente no era su responsabilidad ser un chico perfecto, pero había aspirado tanto a eso, a ignora las malas pasadas que en ocasiones le jugaba el destino.
Doyoung era muy bueno en eso.



—Estoy agotado.

—Lo sé pequeño, y no tienes que cargar con ello.



Doyoung había vivido una infancia en familia bastante buena, recibía bastante amor por parte de sus padres, aún cuando ala cosas no parecían estar del todo bien. Por ello siempre se destacó por el ser un niño considerado, un ejemplo a seguir en la primaria. Contó con buenas relaciones desde que tiene memoria.
Pero algo, muy en el fondo, seguía martillando su sensible y susceptible corazón.
Gracias al estado económico de sus padres, muchas veces a una corta de edad, tuvo que salir a buscar su propio sustento, y el de sus parientes en muchas ocasiones, como por ejemplo cuando enfermaba alguno de ellos.
Y las calles de la capital a veces se tornaban  violentas.
Se encontraba con personas que, en infinidades de veces alcoholizadas, actuaban en su contra.
Pero hubo una noche en especificó que le marcó de por vida.
El pequeño Doyoung no entendía cual era la diferencia entre usar un pantalón o una falda cuando en su hogar faltaba toda clase de prenda, entonces la tela no importaba mucho.
Recuerda ser arrastrado por un montón de adolescentes, y empujado contra cualquier pared húmeda, de algún callejón.



Candy traffic [TREASURE] Where stories live. Discover now