El regreso de Natalie

164 9 3
                                    


—¿No vas a decirme nada? —La morena observaba a su amiga con creciente enojo sin lograr que la azabache se dignara ni siquiera a mirarla.
—No... no tengo nada que decir.
Aquella contestación sin expresión y el echo de que ni siquiera la mirara al hablarle, acabó con la poca paciencia que le quedaba.
—¡Basta!—tomó el trapo que la azabache sostenía y lo dejó bruscamente en la pileta de la cocina.
Luego se posicionó frente a Marinette y la tomó por los hombros, obligándola a contactar con su mirada. —Quiero que me expliques que rayos te sucede.
Sin embargo al mirar a su amiga, se encontró con un hermetismo que no esperaba.
—Mari soy yo, Alya. Se que algo anda mal, puedo ayudarte.
—No, no puedes— susurró la joven.
—¡Claro que puedo, confía en mi!
—¡NO!

Marinette había perdido la paciencia. Estaba completamente furiosa, angustiada y preocupada por Adrien. Y el no poder salir a buscarlo, por proteger su identidad, la estaba desquiciando.
Alya por su parte no comprendía el extraño comportamiento de su amiga, pero la discusión que sostenía con ella verdaderamente le hacía daño. Ella confiaba en Marinette con su vida, y enterarse de que su amiga no se sentía igual realmente la entristecía.
—¡Bien!—le respondió finalmente Alya, bajando la cabeza— Ya veo lo que vale nuestra amistad.
—Yo... Alya...
Y sin darle tiempo a contestar, la morena tomo el bolso y salió de la casa con rapidez, dando un sonoro portazo.

Marinette respiró profundamente elevando sus ojos al techo de su casa. Su interior era una tormenta de sentimientos encontrados, le costaba pensar con claridad y por sobre todas las cosas tenía mucho miedo. Una silenciosa lágrima resbaló por su mejilla.
—¡Marinette! ¿Te encuentras bien? —La pequeña Tikki había sido testigo de la discusión entre las dos amigas y miraba a su portadora con preocupación.
—Tikki, tengo que transformarme. —contestó la muchacha limpiando sus lágrimas con el dorso de su mano. Tenía que asegurarse que Adrien estuviera bien, ya arreglaría las cosas con Alya luego. —Chat puede estar en peligro.
—¿Chat?
—Si, te explicaré luego. ¡Tikki motas!

...........

—¡Plagg!
—Esto no me gusta niño
—Lo sé. Pero tengo que saber que es lo qué pasa. ¿Estás conmigo?
—¡Hasta el fin!
—¡Plagg! ¡Las garras!

Chat saltó sigilosamente el muro de la mansión y observó brevemente la inviolable seguridad de la misma. Conocía perfectamente el sistema defensivo de su casa. No por nada lograba escabullirse todas las noches desde su cuarto, sin ser grabado por las cámaras.
Corrió ágilmente por el jardín camuflándose en los puntos ciegos de las cámaras de seguridad. Desde allí divisó una pequeña abertura que daba directamente al pasillo del piso superior. Con un solo movimiento subió a la misma y se introdujo en la mansión. Para su alivio, los pasillos permanecían oscuros y solitarios.
Tal como una sombra, Chat se deslizó apegándose a la pared. Se movía con sigilo, agudizando sus sentidos, para captar cualquier indicio de dónde se encontraban Natalie y su padre. De pronto unas atenuadas voces se colaron por sus oídos, provenientes del estudio de su padre.

—Señor, estoy tan aliviada de que esté usted bien.
—Como ves me encuentro perfectamente Natalie —respondió Gabriel con frialdad. —Ahora si me disculpas, tengo asuntos por resolver. 

Chat se acercó tanto cómo pudo al estudio y se mantuvo en alerta, procurando escuchar todo lo que decían.

—Estuve tan preocupada...
—¡Es suficiente! —la cortó el diseñador— Si has venido únicamente a decirme lo preocupada que estuviste por mi, ya te puedes ir retirando.
— Señor, pero es que yo...
—Adiós, Natalie
—Señor yo... tengo algo que quizás pueda interesarle.

Chat no veía lo que sucedía en el estudio, pero se imaginó, por la ansiedad en la voz de la mujer, que estaba por revelarle algo importante

—¿¡Dónde conseguiste eso?
—Yo... lo tome de... de la casa del guardián.
—¡DÁMELO!

Un nuevo comienzo ( Adrianette/ con contenido adulto/ en proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora