La vuelta a clases.

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Ambos jóvenes permanecían estáticos, tomados de la mano, sin decidirse a entrar en el local. Se habían desviado del trayecto hacia el instituto, para pasar por una farmacia de la zona. Lo cual era muy necesario dados los acontecimientos de la noche anterior. Pero una vez allí, la vergüenza los había invadido y no se decidían a entrar.

Tratando de controlar su timidez y de ser responsable, el rubio tomó la mano de su compañera e ingresó por la puerta, deteniéndose a unos pasos del mostrador. Por su parte Marinette estaba completamente avergonzada y no podía dejar de mirar a su alrededor, pcon miedo de que alguien pudiera reconocerlos.

—Buenos días. ¿En que puedo ayudarlos? —preguntó amablemente una dependienta acercándose a ellos.
—Ehhhh... nosotros verá... tuvimos, bueno usted ya sabe. Y queríamos comprar... "eso" que usted se imagina. —Claramente las palabras del rubio, no eran una buena descripción de lo que necesitaban.
—¿Podrían ser más específicos?
—Emmm —se adelantó al azabache —Es que necesitamos, eso... de emergencia. ¿Entiende? No es que seamos unos irresponsables, claro que eso parece, pero no tuvimos elección. Bueno tal vez si la tuvimos, no es que nos hayan obligado...
—Exacto —siguió el modelo —es que somos muy jóvenes para... usted ya sabe. Y estaría bueno comprar, algunos pre... de esos elementos que evitan tener que usar esas de emergencia. Si. Eso estaría bien ¿No princesa?
—Si, si, eso creo.
—Okey... —La joven que los estaba atendiendo se veía algo confundida. —Ustedes quisieran un... Anticonceptivo de emergencia y preservativos ¿No?
—Si —contestaron aliviados ambos muchachos.
—Es más sencillo si lo piden por su nombre —afirmó la joven algo divertida —enseguida se los traigo.

La muchacha desapareció entre las estanterías llenas de remedios y ambos héroes se miraron aliviados. Luchar contra Hawk Moth resultaba mucho más sencillo que comprar anticonceptivos en una farmacia. Ya estaban más tranquilos y sus rostros estaban volviendo a su color habitual, cuando de repente...

—¿Adrien? ¿Marinette? Que sorpresa encontrarlos por aquí.
Detrás de ellos, tomados de la mano y observándolos con simpatía se encontraban Iván y Milene.
—Ahhhh... Ho... hola chicos —empezó a tartamudear Marinette.
—Muchachos aquí están sus....
—¡¡GRACIAS!!! —gritó Adrien tomando apresurado el paquete y metiéndolo en su mochila. —¿CUÁNTO LE DEBO?
— ¿Está todo bien? —preguntó Iván extrañado ante el comportamiento de sus amigos.
—¡¡¡SI!!! Todo excelente. ¿Porqué algo estaría mal? —respondió la Franco-China.
—¿Te sientes bien Marinette? —se preocupó Mylene —Estás un poco pálida.
—Son 560. —indicó finalmente la dependienta que los miraba con un dejó de desaprobación.
—¡GRACIAS!! —soltó el rubio.
Rápidamente tomó de su billetera 600 pesos, los dejó a toda velocidad sobre el mostrador, y tiró de la mano de la azabache, mientras gritaba desde la puerta. —¡ADIÓS MYLEN, IVAN. NOS VEMOS! ¡SEÑORITA QUÉDESE CON EL CAMBIO!

El sol brillaba iluminando la mañana y una brisa fresca resbalaba juguetona entre las diferentes figuras que circulaban por las calles de París.
Los dos jóvenes se detuvieron a una cuadra de la farmacia, casi sin aire, para poder recuperar el aliento. Eso había estado cerca. Sus miradas se encontraron y cómo si estuvieran coordinados, una risa nerviosa salió de sus labios.

–Eso fue...
—Completamente embarazoso.

El rubio la miró de costado y una tierna sonrisa se dibujó en su rostro. Entonces se acercó y besó suavemente la comisura de sus labios. En seguida un leve rubor apareció en el rostro de la muchacha.

—¡Te pusiste colorada!
— ¡Ja! Cómo si pudiera estar más colorada después de la vergüenza que pase en esa farmacia. —contestó ella aún más avergonzada
—Pero te vez muy adorable cuando te sonrojas, ¿lo sabías Bugaboo? —volvió a reír el muchacho, mientras se paraba delante de ella y se acercaba divertido a sus labios
—Ya te dije que no me llames...

Un nuevo comienzo ( Adrianette/ con contenido adulto/ en proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora