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Tal vez la discreción no fuera lo mío o los astros se habían alineado para jugarme una mala pasada. Sea como fuere, me encontraba de camino a una cafetería para ver a Malfoy.

Sinceramente no creía que fuera una buena idea, pero en el momento en el cual me pidió aquella "cita" cuando me estaba quejando sobre que no tenía ningún plan para mi día de vacaciones más allá de quedarme en mi departamento no tuve el corazón de decirle que no. No porque fuera una especie de ONG que pasara el tiempo con gente solitaria, sino porque de verdad me gustaba pasar tiempo con Malfoy. 

Era un hombre muy interesante que, pese a que supiera mil cosas más que yo, no las imponía sobre mí con prepotencia ejerciendo una postura de superioridad. En lugar de eso, me contaba acerca de lo que le gustaba y si tenía alguna duda me la resolvía con un brillito de pasión e ilusión en sus ojos grisáceos.

Lamentablemente aquellas conversaciones interesantes donde ambos hablábamos y escuchábamos eran muy reducidas al producirse tan solo de vuelta a casa, por lo que de cierta forma estaba entusiasmada de la posibilidad de divagar e intercambiar impresiones en un lugar donde pudiéramos permanecer el tiempo que quisiéramos. 

Cuando llegué a la dirección que me había indicado me extrañé, encontrándome ante mis ojos un establecimiento abarrotado de gente charlando con despreocupación en las mesitas que ocupaban el habitáculo no siendo esta la razón de mi confusión sino que en el ambiente no parecía avistarse un ápice de magia por ningún lugar.

No pensaba encontrarme con una cafetería mágica en pleno centro de Londres pero pensé que el lugar tal vez sería de carácter similar al Caldero Chorreante puesto que Malfoy había sido quien había sugerido ese sitio. Por un momento dudé y pensé que me había equivocado pero entre muggles y camareros sirviendo sin magia pude ver una cabellera de color platino brillante en un rinconcito junto a una estantería repleta de libros.

Sin demora, dejé mi abrigo en el perchero junto a la entrada y me dirigí hacia allí donde una sonrisa me dio la bienvenida.

—Siento la demora —dije, sentándome en la silla desocupada—. ¿Llevas mucho tiempo esperando?

—No, no te preocupes. Acabo de llegar.

—Menos mal —suspiré, antes de comenzar a observar más detalladamente mi alrededor—. La verdad, no esperaba que fuéramos a venir aquí.

—¿No te gusta?

—¡No es eso! Es solo que...

—¿...Hay muggles?

Asentí con una cabezada, provocando que Malfoy me mirara extrañado con una ceja alzada.

—¿Es que te incomodan los muggles, Chloé? —preguntó.

—Claro que no, mi propia madre es muggle —contesté, bajando el tono de voz gradualmente mientras decía esa frase.

Inmediatamente después analicé su rostro buscando alguna señal de desaprobación, la cual no llegó nunca para mi sorpresa. En su lugar, una expresión de curiosidad genuina inundó sus rasgos.

—¿En serio? ¿Y cómo se enteró de que tu padre era un mago?

Las mil y una veces que el Señor Mulpepper había llamado mortífago al mismo hombre que me había llevado a una cafetería de muggles inundaron mis pensamientos, causando por completo un cortocircuito. Algo no encajaba pero tampoco se lo podía hacer saber deliberadamente pese a que mis pupilas me delataban echando vistazos a su brazo izquierdo. 

—No sé la historia completa, pero bastante bien aparentemente —dije, agitando mentalmente la estridente voz de mi jefe en mi cabeza—. Mi madre parecía más entusiasmada que yo cuando me llegó la carta de Hogwarts, la verdad. ¡Hasta más ilusionada que mi padre cuando les conté que había quedado en la misma casa que él!

—Qué adorable —exclamó, posando la barbilla en su mano para mirarme con interés y sin querer haciendo con ese gesto que mi corazón diera un vuelco—. A mi padre le dio igual cuando le envié una lechuza diciéndole que había quedado en Slytherin. Según él ese era mi deber si no quería ser completamente desheredado. 

—¿Le dijiste lo mismo a Scorpius?

—Puede.

Ambos empezamos a reírnos, con una complicidad que hacía mucho tiempo que no sentía con nadie.

—De todas formas, siempre he creído que el Sombrero Seleccionador hace la vista gorda con muchas familias y manda a todos sus miembros a la misma casa para no decepcionar a nadie. Aunque Albus Potter no me encaja en esa teoría.

Justo en ese momento nos atendió uno de los dos camareros que había en el local, disculpándose por la tardanza ya que estaban completamente atareados. No obstante, una vez pedimos nos trajeron el té y el café en un abrir y cerrar de ojos.

—Los Potter son una caja de sorpresas —dijo Malfoy, tras el corto intermedio retomando la conversación—. Seguramente su padre aún no se lo haya perdonado.

—No creo que Harry Potter sea así. Que después de todo lo que haya pasado sea mal padre no me cuadra.

Malfoy se encogió de hombros, al mismo tiempo que tomaba un sorbo de su taza de té. 

Continuamos hablando hasta que el sol se puso, fluyendo la conversación tan naturalmente como el agua en un río. Muchas veces me sorprendía a mí misma olvidándome de la diferencia de edad entre los dos, pues esta no dificultaba para nada ninguna interacción entre los dos al poder charlar sobre cualquier tema fuera importante o tan banal como el tiempo.

Tras esto, como ya empezaba a ser costumbre, me acompañó hasta la puerta de la posada en la que vivía donde nos despedimos, emergiendo un sentimiento agridulce después ya que me hubiera gustado estar más tiempo con él. 

Aquella noche no pude evitar recrear toda la tarde en mi cabeza una y otra vez con una sonrisa como si de mi película favorita se tratase. 

Daddy Issues❞ Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora